«Si uno hace crítica, tiene que rescatar lo que tiene valor para uno», afirma Osvaldo Aguirre, uno de los periodistas culturales de Argentina que más atención le dedicó a la poesía, género literario que históricamente es visto de costado en los suplementos culturales. «No basta que salga un nuevo libro para hacer una nota, tiene que haber otra cosa», señala al respecto el autor de la serie de entrevistas Hablados por la poesía (Espacio Hudson, 2017), que se estará presentando el sábado 24 de junio a las 19hs en La Coop Librería (Bulnes 640, CABA). (Fotos: Clara Muschietti)
No existen los poetas, existen los hablados por la poesía
La segunda edición ampliada de Hablados por la poesía (Espacio Hudson, 2017), de Osvaldo Aguirre, trae al lector 14 entrevistas a poetas argentinos que ocupan un lugar importante dentro de la tradición poética actual. Teniendo en cuenta las distintas trayectorias y rasgos estilísticos de cada poeta, Aguirre invita a una conversación en profundidad con: Joaquín Giannuzzi, Aldo F. Oliva, Roberto Raschella, Hugo Padeletti, Ricardo Zelarayán, Néstro Groppa, Darío Cantón, Francisco Gandofo, Hugo Gola, Arnaldo Calveyra, Arturo carrera, Juan Carlos Moisés, Irene Gruss y Diana Bellessi. El libro, justamente, lleva de nombre una frase de Zelarayán: «No existen los poetas, existen los hablados por la poesía».
Si bien el aspecto generacional puede agrupar a estos autores, Aguirre señala que no es únicamente el factor cronológico el que entre en juego a la hora de la selección, donde el interés del entrevistador también tiene un lugar central. Al respecto, el autor del libro va a destacar la importancia de hacer un juicio de valor y poder justificar el por qué para una obra es más importante que otra. Además, en la siguiente entrevista van a aparecer las dificultades que tiene la poesía para llegar a un público mayor, la influencia entre distintos autores y los cambios en los medios de comunicación con la llegada de Internet y la reducción del espacio en los medios gráficos.
— ¿Qué diferencias hay entre esta edición de Hablados por la poesía y la anterior?
— La diferencia principal es que se agregaron varias entrevistas, sería una segunda edición ampliada.Se agregaron Francisco Gandolfo, Irene Gruss, Arturo Carrera, Diana Bellessi, Irene Gruss, Arnaldo Calveyra y Hugo Gola. En un momento se pensó hacer un tomo 2, pero fue mejor reeditar la versión anterior, de la cual prácticamente no quedaban ejemplares, con estos agregadados.
— Además de lo generacional, ¿qué criterio usaste para reunir a estos poetas?
— En primer lugar estas entrevistas tienen que ver con mi trabajo como periodista. Varias aparecieron en Diario de poesía, aunque otras se publicaron en distintos medios. El criterio básico fue ir a hablar con poetas que me interesaban. En el caso de Diario de poesía era más sencillo eso, pero en los otros medios había que explicar un poco más para que te aprueben una nota. Obviamente no están todas las entrevistas que hice en mi carrera, así que también ahí juega un corte generacional: un grupo de poetas que la mayoría de ellos fueron releídos en los años 90’s, siendo colocados de alguna manera en el centro de la escena poética. Esa es una idea que tengo: en los 90’s se formula una nueva tradición en la poesía argentina, donde algunos autores dejan de ser leídos y otros son reeditados, como Ricardo Zelarayán, Gandolfo mismo.
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— Se me viene a la cabeza también Joaquín Giannuzzi, ¿pensás que esos autores fueron leídos un poco con la lupa de los autores de los 90’s?
— Sí, puede ser. Ahora estaba leyendo el último tomo de la autobiografía que salió de Darío Cantón y él ahí se pregunta cómo Daniel Durand llegó a su obra. Durand le responde que fue a través de Zelarayán. Lo mismo ocurre con Fabián Casas. Cuando le pregunta a Washington Cucurto, él le responde que fue Durand. Eso sirve de ejemplo para ver cómo ciertos talleres que son mediadores de esas obras. También pasó eso con Marina Mariasch. Es interesante ver ese cruce entre Zelarayán y Cantón, porque en principio no tienen nada que ver en sus estilos, pero que forman parte de esa nueva tradición poética.
Esa es una idea que tengo: en los 90’s se formula una nueva tradición en la poesía argentina, donde algunos autores dejan de ser leídos y otros son reeditados, como Ricardo Zelarayán o Francisco Gandolfo.
— Esa interconexión entre distintos poetas a la que hacías referencia sigue ocurriendo hoy en día, donde los autores se conocen en ámbitos más cerrados como talleres o el boca en boca. Un poco está relacionado a lo que dijiste anteriormente, sobre la dificultad de introducir una nota a un poeta en un medio de comunicación. ¿Por qué creés que pasa eso?
— El tema de la circulación y el reconocimiento es un poco el gran tema, ¿no? Los talleres siguen siendo ese espacio de conocimiento de nuevos autores. Por ejemplo, mi novia, Clara Muschietti, da un taller y ella enseña a ciertos poetas, como puede ser Juan Manuel Inchauspe. Es también otro poeta que forma parte de esa nueva tradición, al cual no llegué a entrevistar lamentablemente. Con respecto a la introducción de notas o reseñas de poesía en los medios, históricamente es complicado. Hoy el problema es que los medios impresos se han reducido y hay menos espacios, por lo que no basta que salga un nuevo libro para hacer una nota, tiene que haber otra cosa.
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— ¿Ahí es donde entra más en juego la figura de escritor?
— Sí, la figura de escritor o el fenómeno en el que ese libro o escritor se incluya. A mí me pasa que propongo temas y no basta con la novedad del libro. Además, el espacio de las reseñas está cada vez más acotado. Ahí es importante señalar que desde fines de los 90’s los medios impresos dejaron de tener su lugar central gracias a Internet y los medios digitales. Diario de poesía, justamente, ocupaba ese lugar de reconocimiento, pero hoy todo eso desapareció.
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— Al haber sido parte de ambos momentos, ¿qué diferencias sustanciales podés notar?
— Obviamente tiene sus ventajas y sus desventajas. Una cuestión que se plantea es, nuevamente, el tema del reconocimiento y la valoración, que en poesía suele ser algo muy sensible. Eso es algo que se puede ver cuando sale una antología, porque ahí es hacer un recorte que lleva consigo un juicio de valor. Es algo diferente a las encuestas de fin de año en redes sociales, donde no entra en juego la calidad literaria, sino la cantidad de amigos de cada autor. No tiene sentido enojarse con eso, pero sí pensar que no puede ser que todo lo que se publica dé lo mismo. Si uno hace crítica, tiene que rescatar lo que tiene valor para uno.
Es algo diferente a las encuestas de fin de año en redes sociales, donde no entra en juego la calidad literaria, sino la cantidad de amigos de cada autor. No tiene sentido enojarse con eso, pero sí pensar que no puede ser que todo lo que se publica dé lo mismo.
— Teniendo en cuenta que vos también sos poeta y lo que hablábamos recién de la necesidad de reconocimiento dentro de la poesía, ¿cómo llevás ese desdoblamiento?
— En general entrevisté a los poetas que a mí me interesaban, por lo que el punto de encuentro entre esas dos funciones es el recorte. Ahí es donde aparezco yo en las entrevistas, en esa selección.
– ¿Cómo ves a la poesía joven? Sobre todo con Internet como medio de producción y difusión.
– Puede ser que haya más contacto entre los autores jóvenes, pero tampoco es algo tan tajante. Hace poco hice una nota sobre el Festival Internacional de Poesía que tuvo lugar en la última Feria del Libro y me llamó la atención que no había poetas invitados menores de 40 años. Cuando le pregunté al coordinador por qué, la respuesta fue que los jóvenes tienen muchos circuitos de lectura y no necesitaban ser invitados ahí. Eso me pareció un error, porque hay muchos poetas jóvenes que son interesantes. Quizás faltaría hacer una aproximación crítica más en profundidad, si bien hay algunas antologías que avanzan en ese sentido, como las que hizo el Festival de Rosario por ejemplo.
– ¿Es difícil generar espacios donde dialoguen los autores jóvenes y los más consagrados?
—– Existen algunos ciclos de lectura que avanzan en ese sentido. Por ejemplo Poesía en la Terraza, que se hace en el Centro Cultural Conti, en la ex-Esma, reúne poetas de distintas generaciones. No creo que haya inconveniente con eso, pero sí sería interesante desmenuzar un poco eso.
— A pesar de Internet, y los avances que hubo en muchas ciudades en lo que a industria editorial se refiere, ¿la Ciudad de Buenos Aires sigue siendo ineludible?
— Sí, pensando justamente en poetas jóvenes, se me viene a la cabeza Eloísa Oliva, de Córdoba o Laura Forchetti, ganadora del último premio del Fondo Nacional de las Artes, que vive en el interior de la Provincia de Buenos Aires. Son dos casos que están alejados del centro de la escena o los nombres que a uno se le pueden ocurrir inmediatamente.
No sé si preocuparme por el lugar que tenga o no la poesía en los grandes medios. Si bien tienen su efecto, no es lo más importante. Sí es necesario producir algunos juicios de valor, que haya otra cosa que justifique por qué algo es importante, al menos para uno y no seguir la lógica del me gusta de las redes sociales.
— ¿Ves posible romper el prejuicio que existe con la poesía en los medios y en parte del público lector?
— No sé si preocuparme por el lugar que tenga o no la poesía en los grandes medios. Si bien tienen su efecto, no es lo más importante. Sí es necesario producir algunos juicios de valor, que haya otra cosa que justifique por qué algo es importante, al menos para uno y no seguir la lógica del me gusta de las redes sociales. De todas formas no tengo una respuesta sobre los prejuicios o dificultad que plantea la poesía para un público mayor. Uno suele pensar que eso ocurre en un lector común, pero también pasa con lectores calificados como periodistas culturales. Tampoco sé si sigue vigente que la narrativa vende mucho más que la poesía, ahí hay un mito con eso.
— Por último, yo hice una serie de entrevistas a poetas que tenían como disparador la pregunta, un poco inútil, de ¿qué es la poesía? Después de tantos años de estar vinculada con este género de manera personal y profesional, ¿qué respuesta darías?
— Para mí es una forma de conocimiento, en el sentido que escribir es una manera de investigar y conocer. En el caso de la poesía es un conocimiento muy específico y la respuesta va a ser particular para cada poeta. En mi caso está vinculada a un acercamiento a mí mismo y mis circunstancias, ya sean familiares, sociales y lingüísticas.