La semana pasada, el portal O Globo difundió declaraciones del presidente de Brasil, Michel Temer, avalando el pago de sobornos por parte de un empresario investigado en el escándalo del Lava Jato. Luego de que se difundieran públicamente los audios, el pueblo brasileño salió a las calles a pedir el juicio político al presidente. «Si quieren, que me derriben», declaró ayer Temer, en el medio del escándalo de corrupción más grave que ha sufrido el país.
El año 2016 estuvo marcado por la explosión del escándalo conocido como Lava Jato en Brasil, que relacionó a grandes empresarios y líderes políticos en la red de corrupción más grande que el país haya conocido. Además del encarcelamiento y procesamiento judicial de grandes empresarios, el impacto más fuerte fue sobre el gobierno de la ex-presidenta Dilma Rousseff, que culminó en su juicio político y destitución del cargo. El impeachment de Dilma Rousseff no se relacionó directamente con el caso del Lava Jato, sino con «crímenes de responsabilidad» relacionados con decisiones económicas durante su gobierno.
A pesar de que el juicio político no fue específicamente por el caso del Lava Jato, la imagen pública de Dilma fue afectada negativamente durante el proceso, sumado a la fuerte crisis económica que enfrentaba el país. Su vicepresidente, Michel Temer, tomó el cargo a pesar de que muchos afirmaban que él estaba fuertemente comprometido con el escándalo de corrupción. Eduardo Cunha, presidente de la Cámara de Diputados que había sido el impulsor del impeachment contra la presidenta Rousseff, fue condenado a 15 años de prisión por corrupción y entorpecimiento de la investigación, dejando en claro que el caso manchaba al poder en todas las esferas.
A pesar de que el juicio político no fue específicamente por el caso del Lava Jato, la imagen pública de Dilma fue afectada negativamente durante el proceso, sumado a la fuerte crisis económica que enfrentaba el país. Su vicepresidente, Michel Temer, tomó el cargo a pesar de que muchos afirmaban que él estaba fuertemente comprometido con el escándalo de corrupción.
La semana pasada la corrupción en Brasil volvió a situarse en las tapas de todos los diarios del mundo, al conocerse audios donde el actual presidente Michel Temer avalaba el pago de coimas por parte de un empresario investigado por el caso del Lava Jato al ex-diputado Eduardo Cunha para comprar su silencio. «Hay que mantener eso» se escucha decir al presidente, en el audio grabado en el mes de marzo. Las declaraciones fueron grabadas por Joesley Batista, uno de los dueños de JBS, quien está siendo investigado en el caso del Lava Jato. Para negociar su condena frente a la justicia, entregó los audios que involucran al presidente y también al líder de la oposición, Aécio Neves.
Al conocerse la información, se produjeron masivas movilizaciones populares pidiendo por el impeachment del presidente Temer en todas las grandes ciudades del país. El índice de apoyo del presidente siempre fueron bajos por tratarse de un líder que no fue votado directamente por el pueblo, sumado a que el reciente juicio político de Dilma Rousseff fue impulsado por implicaciones mucho menores.
La semana pasada la corrupción en Brasil volvió a situarse en las tapas de todos los diarios del mundo, al conocerse audios donde el actual presidente Michel Temer avalaba el pago de coimas por parte de un empresario investigado por el caso del Lava Jato al ex-diputado Eduardo Cunha para comprar su silencio.
El principal reclamo de los votantes es la apertura de elecciones directas para poder elegir al próximo mandatario que gobernará hasta el año 2018. Si el presidente fuera destituido o renunciara, el proceso reglamentado es que sea el poder legislativo quien elija a su sucesor, en un caso similar al que se dio en el año 2001 con la elección de Eduardo Duhalde.
El presidente Michel Temer anunció en una entrevista con el diario Folha de Sao Paulo que no tiene pensado renunciar a su cargo ya que eso implicaría aceptar los cargos que se le imputan. «Si quieren, que me derriben» anunció el mandatario como amenaza a quienes esperan que tome la decisión que lo separe del cargo. Temer afirma que los audios no reflejan la realidad de esa reunión. En el medio del escándalo, numerosos partidos abandonaron el apoyo al presidente, que comienza a estar acorralado por la presión del poder político, social y mediático.
El futuro del presidente Temer es incierto, pero las masivas movilizaciones populares a lo largo del país demuestran que Brasil está listo para luchar por la defensa de la democracia. Luego de haber pasado una fuerte crisis económica e institucional, no aceptarán otro líder que no represente sus intereses. A pesar de no tener una historia de lucha y compromiso social, el pueblo brasileño está en las calles para impedir que la corrupción de los líderes económicos y políticos arrase con sus esperanzas de estabilidad y crecimiento.