La Corte Suprema de Justicia Tucumán resolvió, en decisión unánime, dejar sin efecto la absurda condena que pesaba sobre la joven que sufrió un aborto espontáneo el 21 de abril de 2014 en la provincia de Tucumán. Desde ese día Belén (nombre que usado por ella y por las organizaciones feministas para proteger su verdadera identidad) sufrió distintos tipos de violencia institucional y estuvo presa alrededor de 900 días, pese a que no había pruebas en su contra. La lucha feminista organizada y una victoria que avanza hacia el aborto legal en Argentina, ahora con Belén absuelta.
Durante la tarde del día de hoy se conoció que, luego de más de dos años de lucha, finalmente se logró lo que tantos querían oír: Belén fue absuelta. Ese nombre común, que por sí solo no puede decir mucho, se convirtió en un ícono de la lucha feminista y de los avances hacia la legalización del aborto en Argentina, ya que, aún hoy en pleno siglo XXI, las mujeres no pueden decidir sobre sus propios cuerpos y los Estados nacionales y provinciales miran para otro lado ante el número de abortos clandestinos que suceden todos los años.
El presidente del Tribunal Superior de Justicia de la provincia de Tucumán, Antonio Gandur, junto a los vocales Daniel Posse y Antonio Estofan, fueron los magistrados que votaron en unanimidad la absolución de ‘Belén’. Así, dieron lugar al recurso de casación presentado por la defensa de la joven y resolvieron dejar sin efecto la sentencia dictada por la Sala III de la Cámara Penal en abril de 2016, tal como informa APA!.
“Me siento feliz. Ahora puedo respirar tranquila y saber que se hizo justicia. Porque yo jamás hice lo que ellos pensaron. Gracias a todas las personas que estuvieron luchando a mi lado ahora podemos gritar hizo justicia”, dijo Belén
“Me siento feliz. Ahora puedo respirar tranquila y saber que se hizo justicia. Porque yo jamás hice lo que ellos pensaron. Gracias a todas las personas que estuvieron luchando a mi lado ahora podemos gritar hizo justicia”, dijo Belén a APA!. Por su parte, Soledad Deza, abogada de la joven recientemente absuelta, sostuvo al mismo medio que “este es un paso importante para el movimiento de mujeres. En momentos de ofensiva antiderechos, este fallo trae justicia para aquellas mujeres que sufren un evento obstétrico. Además de traer justicia refuerza derechos, como la confidencialidad médico-paciente”.
Historia de una injusticia y la criminalización de la mujer pobre
Tal como señalamos en notas anteriores de La Primera Piedra, «Belén» es una joven tucumana de 27 años que en la madrugada del 21 de marzo de 2014 llegó al Hospital de Clínicas Avellaneda, en la ciudad de Tucumán, con fuertes dolores abdominales. Allí la derivaron al área de Ginecología y, al advertir el sangrado que presentaba, le informaron que había sufrido un aborto, a pesar de que ella afirmaba que no sabía que estaba embarazada.
Esa misma noche, un feto fue encontrado en el baño del hospital y, sin hacer ninguna prueba de ADN, Belén fue acusada de asesinar a su bebé. Los médicos que la atendían llamaron a la policía, violando el derecho a la privacidad y la confidencialidad de la información obtenida en el ejercicio de su profesión. Sin oportunidad de defenderse, Belén fue llevada del hospital a la comisaría y encarcelada en prisión preventiva a la espera de su condena.
Los médicos que la atendían llamaron a la policía, violando el derecho a la privacidad y la confidencialidad de la información obtenida en el ejercicio de su profesión. Sin oportunidad de defenderse, Belén fue llevada del hospital a la comisaría y encarcelada en prisión preventiva a la espera de su condena.
Luego de dos años en la cárcel, el 19 de abril del 2016, la Cámara Penal de Tucumán condenó a Belén a 8 años de prisión por “homicidio doblemente agravado por el vínculo y la alevosía”. El polémico fallo fue condenado por organismos de derechos humanos como el Centro de Estudios Legales Sociales (CELS) y Amnistía Internacional, al igual que por personalidades y agrupaciones defensoras de los derechos de las mujeres. La necesidad de plantear el debate sobre la despenalización del aborto y las críticas a la violencia obstétrica se hicieron escuchar en calles y plazas de todo el país.
Este caso tomó aún más notoriedad en la opinión pública al tener en cuenta el origen social de Belén y su condena muchas veces se asoció a la criminalización de la mujer pobre, mientras desde los sectores altos de la sociedad los abortos pueden ser pagados y facilitados por contactos, mientras la justicia y el Estado miran para otro lado. Sin embargo, cuando quien aborta -que ni siquiera es el caso de Belén- proviene de las clases bajas, los fallos judiciales son inflexibles.
Una lucha que continúa
Doce años de kirchnerismo, uno y medio de macrismo y el aborto legal, seguro y gratuito sigue brillando por su ausencia no solo en el debate parlamentario, sino en los medios de comunicación, donde siempre es tratado de manera liviana e irresponsable. Mientras tanto, miles de mujeres de todas las clases sociales son sometidas a prácticas ilegales que ponen en riesgo su integridad física y psicológica, agudizándose en los sectores más desprotegidos. Por ejemplo, según La Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Instituto Guttmacher, en países como Argentina donde existen leyes muy restrictivas, se practican cerca de medio millón de abortos de manera clandestina.
“entre 460.000 y 600.000 mujeres recurren cada año al aborto clandestino; 80.000 deben ser hospitalizadas por complicaciones y 100 mueren por causa de la clandestinidad del aborto”.
Durante el año pasado, el debate por la Ley de Aborto, Legal, Seguro y Gratuito quedó postergado otra vez en el Congreso de la Nación con el guiño de muchos partidos políticos. Al respecto, Victoria Donda, una de las legisladoras que presentó uno de los tres proyectos para la interrupción involuntaria del embarazo señaló que “entre 460.000 y 600.000 mujeres recurren cada año al aborto clandestino; 80.000 deben ser hospitalizadas por complicaciones y 100 mueren por causa de la clandestinidad del aborto”.
El caso Belén marca dos direcciones que, a esta altura, parecen irreversibles. La primera es que desde hace tiempo ninguna mujer volverá a enfrentar sola y en silencio las violencias institucionales, físicas y psicológicas que un sistema patriarcal como en el que vivimos sigue aplicando. La organización feminista demostró que la lucha es un camino de ida y que, aunque el trayecto es largo, la victoria es absoluta.
En segundo lugar, la absolución de Belén vuelve a desnudar la hipocresía de distintos sectores de la sociedad y la necesidad de debatir con firmeza y seriedad la legalización del aborto. El caso cercano de Uruguay es un ejemplo que, pese a sus falencias (algunos doctores pueden esgrimirse de su responsabilidad por «problemas morales»), habría que empezar a mirar con mayor atención. Otros países, como Bolivia, también avanzan firmemente por normas más flexibles al respecto. Si bien con el gobierno de Mauricio Macri y la alianza Cambiemos el panorama parece desalentador, la lucha organizada no tiene vuelta atrás.