El viernes 3 de marzo, Ed Pareta se presentó en Circe Fábrica de Arte (Av. Córdoba 4335) con su Proyecto Faro en la Luna. En medio de esos aires de locura y utopía ya establecidos en el título, el trompetista ofreció junto a sus músicos amigos un paseo tan ecléctico como atractivo por los diversos paisajes sonoros hacia donde los supo arrastrar su sana osadía. Este proyecto se erige en el mundo musical como un verdadero manifiesto contra los géneros, las etiquetas y lo instituido.
Después del show, uno se queda con la inevitable sensación de desconcierto (de todos modos, cabe aclarar que se trata de un sano desconcierto). Uno no sabe muy bien a qué fenómeno asistió ni a qué territorios musicales accedió finalmente. Y es que el Proyecto Faro en la Luna podría ser tanto una jam session como un recital de boleros, y en el medio… jazz, chacarera, bossa nova, vidalas, bagualas. Ed Pareta logró, quizás, lo improbable: unir de la mano de su trompeta y sus amigos, universos tan disímiles entre sí como el agua y el aceite.
El recital comenzó con Paisaje estrellas, una buena dosis de aires caribeños y elección muy atinada a la hora de romper el hielo en Circe Fábrica de Arte, un espacio altamente recomendable para escuchar música de la buena y tomarse alguna cerveza artesanal. El show continuó con 18:35, una canción dedicada a un tren con destino a Lincoln. En el tercer tema subió al escenario la cantante Laura García Torres para ponerle su voz a Cuando florece el mistol, una hermosa composición con aires de zamba a la que García Torres supo darle el tono justo y los matices interpretativos necesarios. El cuarto tema fue el que marcó de algún modo el primer punto de inflexión en la noche, porque introdujo una de las inquietudes que Pareta iría desplegando -explícita o implícitamente- a lo largo del concierto; titulado Mina Gonzalito y con ritmo de baguala, esta pieza aborda como tema central el cierre de una mina y sus fatales consecuencias en la vida de los trabajadores (cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia). «Otro pueblo se despuebla y se va»: el verso descubre un lamento y las notas del bajo marcan un dramatismo profundo.
Después de este momento -uno de los puntos más altos del show- los músicos abandonaron el escenario para darle espacio a su invitada, que interpretó una zamba de Gustavo «Cuchi» Leguizamón junto a Ricky Proz en el teclado. Cuando la banda regresó, fue para cambiar nuevamente la sintonía musical y ubicarse esta vez en el registro del bolero. Sorpresivamente, el bajista Alfredo Arias interpretó Vete de mí y desplegó excelentes dotes vocales para el género, derribando aquel mito que sostiene aquello de que «los bajistas no cantan». El encuentro continuó con el Rap de Lampedusa, donde el trompetista una vez más expone sus preocupaciones sociales y se anima a abordar una cuestión tan áspera como los puñados de inmigrantes africanos que se lanzan al mar en busca de un sueño (muchas veces imposible), y aún a costa de su propia vida. Dice una de las estrofas:
La utopía que no sabe de prudencia
Cuando el hambre se instaló sin preguntar
Le disputa a las leyes de Neptuno
Y se embarca como sea a navegar
Y no cede ante la crítica:
Que dirá el santo padre desde Roma
Que lamenta en su itálico hablar
La desgracia de hermanos africanos
Y nos manda a todos a rezar.
Después del rap vino el ritmo de candombe, y con el tema Lydiamente -dedicado a su madre- resultó casi imposible mantenerse inmóvil en la silla. Continuaron con una canción italiana titulada Estaté («verano» en español), de la cual tan sólo interpretaron la melodía en clave de bossa nova porque -según Pareta- la letra no merecía la pena. Para finalizar, el trompetista cerró con un tema dedicado a sus hijas allí presentes: Las cachetonas, esta vez con aires de chacarera.
El Proyecto Faro en la Luna se oye compacto y muy bien ensamblado. Pese a las bromas lanzadas por Pareta desde el escenario, se nota a leguas que detrás de esta presentación hay horas y horas de ensayo colectivo, además de un trabajo individual minucioso por parte de cada uno de los músicos. Aquí se logran climas sonoros contundentes e intensos, y muchos de los momentos claves parecen estar regidos por las manos de quienes quizás permanecen un tanto ocultos durante el show (no por mala voluntad, sino por las disposiciones escénicas y las dimensiones del lugar): los dos percusionistas (Pablo Rosi Romano en batería y Conce Soares en percusión). Ellos son quienes marcan el compás y definen con claridad el pasaje de un territorio musical a otro. Los saxos de Sergio Barián y Efraín Ambrosini y la trompeta de Pareta delinean el carácter indudablemente jazzístico que impregna la totalidad de este proyecto, y tanto el pianista (Ricky Proz) como el bajista (Alfredo Arias) demuestran una gran destreza en el manejo de cada momento musical que tienen a su disposición.
Tras los aplausos efusivos de un público modesto pero efervescente, la banda optó por repetir la mejor versión de su candombe y Pareta cerró la noche con agradecimientos a su gente, unas breves palabras al público y toda la calidez que necesita una buena noche de viernes.
Proyecto Faro en la Luna empezó a gestarse con músicos de Lincoln y de Buenos Aires en el año 2009, con la idea de que una gran parte del repertorio sea de autoría propia y sólo un porcentaje de otros autores. El estilo es jazz fusionado con ritmos folclóricos latinoamericanos, aires de chacarera, zamba, habanera, cha cha cha, candombe, etc.