El sábado 24 de diciembre se hizo público un cuádruple asesinato e intento de femicidio en la localidad de Sauce Viejo, provincia de Santa Fe. Un hombre mató a la familia de su ex pareja, Romina Dusso, un día después de que ella hiciera la segunda denuncia por violencia de género en la comisaría. Hay algo que, con el horror, se repite una vez más: la ineficiencia de un sistema judicial que desatiende a las víctimas y de uno mediático que no hace otra cosa que reproducir un discurso que perpetúa el machismo.
Romina Danusso tiene 20 años, tres hijos y vive en la localidad de Sauce Viejo, provincia de Santa Fe. El viernes 23 de diciembre entró a la Comisaría de la Mujer con una mano quebrada, luego de haber sido golpeada por su ex pareja, Marcos Feruglio. Era la segunda vez que Romina lo denunciaba por violencia de género, sin obtener respuestas. Durante la madrugada del 24, Feruglio mató a puñaladas sus ex suegros, su ex cuñada y al novio de la madre de Romina.
El fiscal de Homicidios de Santa Fe, Jorge Nassier, admitió que se “debería haber prestado algún tipo de atención pero siempre es muy difícil establecer cuándo y hasta dónde va a derivar este tipo de situaciones”. De acuerdo a Página/12, Nassier afirmó que denuncias como las de Romina “no tienen una consecuencia grave y no permiten prever esa consecuencia grave pero que después la tienen”. Y acá es donde el machismo aflora, institucionalizado, justificando la falta de reacción de un Estado ausente, cómplice de cada nuevo victimario que en Argentina aparece cada 30 horas. ¿Cuál es el límite que demarca la gravedad de un caso? ¿Un hueso roto? ¿Un charco de sangre? ¿Un cuerpo envuelto en bolsas de basura?
Y acá es donde el machismo aflora, institucionalizado, justificando la falta de reacción de un Estado ausente, cómplice de cada nuevo victimario que en Argentina aparece cada 30 horas. ¿Cuál es el límite que demarca la gravedad de un caso? ¿Un hueso roto? ¿Un charco de sangre? ¿Un cuerpo envuelto en bolsas de basura?
Los cientos de femicidios constatan que no existen límites, ni estallidos inexplicables y aislados. Lo que existe es un sistema que se reproduce todos los días frente a nosotros. De acuerdo al Primer Índice Nacional de Violencia Machista, el 67% de las encuestadas señala que vivió al menos una vez un hecho de violencia física. El 95% sintió haber estado en una situación que ameritaba una denuncia, pero sólo 1 de cada 3 mujeres intentó realizarla. Los datos registran, además, que 1 de cada 4 denuncias fueron desestimadas y que un 43% evaluó la atención de la Comisaría de la Mujer como negativa. De los casos que llegaron a la Justicia, al menos un 20% de las víctimas habían denunciado al imputado.
De acuerdo al Primer Índice Nacional de Violencia Machista, el 67% de las encuestadas señala que vivió al menos una vez un hecho de violencia física. El 95% sintió haber estado en una situación que ameritaba una denuncia, pero sólo 1 de cada 3 mujeres intentó realizarla.
El paso siguiente a la inacción de la justicia es la difusión del caso en el sistema mediático. Bien ordenados, los datos se repiten como en una receta. Cambian los nombres, las circunstancias, pero siempre hay algo que nunca falta: la causa. “¿Por qué la mató?” Como si pudiera encontrarse un origen racional para tanta aberración. Una secuencia que sustente el crimen, aunque sea desde un aparente rapto de locura que no es. En el caso de Romina, parece simple: la mujer denuncia. El hombre enloquece y mata a su familia. O por lo menos esa fue la lógica mecánica del titular que Clarín se vio obligado a cambiar después del repudio en redes sociales.
Pero este es el proceder de decenas de medios que no contemplan en su totalidad la responsabilidad que implica informar sobre un femicidio. Porque los asesinatos no tienen explicación en otro lado que no sea el sistema machista que surge también en el lenguaje y que ataca a la mujer sólo por ser mujer. No importa si sale de noche, cómo se viste, qué hace o deja de hacer. La violencia de género no puede quedar cubierta de etiquetas livianas como “pelea”, “incidente” o “discusión”, ni tampoco estar atada a “crímenes pasionales” o «arranques de locura». No es desencadenada por denuncias ni por «celos enfermizos», sino que está latente en todos los ámbitos de la vida cotidiana.