Pasados varios días después del mundial quedan reflexiones, mezclas de sensaciones y dudas en relación al desarrollo deportivo del seleccionado nacional. Sin embargo, en la memoria popular, en los medios y en la indignación de la sociedad parecerían sólo quedar presentes los «incidentes» ocurridos en el Obelisco el pasado domingo por la noche.
Ante cualquier manifestación, festejo, movilización en las calles de la ciudad, parecieran predecirse los “escándalos” que van a producirse. Dicho esto, no estoy restando importancia a los hechos ni diciendo que no deben ser cuestionados ni que no debamos hacer un replanteo profundo como sociedad sobre el tema, sólo quiero manifestar la naturalización que ejercemos a los pensamientos que nos invaden y escuchamos por todos lados.
El ser argentino en este último mes pasó de ser un país con una llamada “grieta” a ser utópicamente una nación unida y con un sentimiento de orgullo indiscutible. Sin embargo, ni bien terminó el mundial de fútbol, “volvimos a ser lo que somos”. O por lo menos, lo que nos dicen que somos. Eso es lo que se lee continuamente, por ejemplo en las redes sociales, sumado a unos cuantos mensajes racistas que mejor sería obviar. Desde este análisis, lo que quiero preguntar es: ¿por qué asumimos que así es el lugar donde nacimos?, echándole la culpa a “los mismos de siempre” y escondiendo detrás de dicha frase una discriminación importante. O ¿es eso lo que vemos a través de la televisión y los medios de comunicación masiva?
En las últimas semanas se han dado movilizaciones importantes por una gran masa de la sociedad en apoyo a la selección argentina de fútbol, y eso se ha celebrado desde las diferentes perspectivas. Pero, invariantemente y sin discusión, semejantes manifestaciones (las cuales sería interesante también profundizar, pero este no es el espacio) se vieron opacadas por los últimos disturbios sucedidos. ¿Son cosas comparables? No, pero en el imaginario popular y por la mediatización de dichos sucesos, el último hecho es el más recordado. Siguiendo con esto, es destacable cómo al concluir la final del torneo los incidentes eran esperados. ¿No deberíamos indagar sobre esto un poco más? ¿O el fútbol es lo único que parece solucionar “nuestro triste destino de ser como somos los argentinos, un país latinoamericano que no puede llegar a desarrollarse”? (claro está que estas frases no son propias).
Cuando Brasil quedó afuera del mundial con el historico 1 – 7 en favor de Alemania, los medios, titulares y programas televisivos hablaban de la tragedia en aquel país, y luego de semejante término para designar un partido futbolístico, no podían entender la reacción de la gente que producía “incidentes” en la nación latinoamericana. Desde el periodismo no necesariamente deportivo, se estimulaba el hecho de la derrota pero al suceder la violencia que veían a través de las pantallas, se indignaban frente a la respuesta de la sociedad. ¿Es que si se habla de tragedia esperan que la gente no haga nada? Insisto, no estoy justificando las reacciones ni es algo que quiero debatir en esta nota, pero sí quiero remarcar que las coberturas periodísticas sin duda entusiasmaron la violencia.
Revisando las noticias de las últimas horas y los nuevos disturbios que se produjeron en el país europeo campeón del mundo al “festejar” junto a sus jugadores, podemos dar cuenta realmente de que estas cosas no nos suceden porque nuestro pueblo es así, sino que existen millones de puntos de inflexión para que en una sociedad suceda lo que sucede, reaccione cómo reacciona y lleve a cabo las cosas que hace. Pero no, esa discusión no se va a profundizar prendiendo la televisión.