La movilización antirrepresiva «Marcha de la gorra» llega a su décima edición en un contexto cada vez más crudo de criminalización hacia los sectores populares. Desde hace 10 años, se realiza esta marcha en la ciudad de Córdoba para señalar a los ejecutores de la política represiva, que fortalecen los intereses de las minorías y levantan muros frente a un pueblo que persiguen, encarcelan, torturan y fusilan impunemente.
El comunicado de este año se titula «Carta abierta al Estado Policial«, referencia ineludible que pone sobre la mesa las emociones que habitan esta marcha y a quienes la caminan. Los 10 años emergen como otra referencia inevitable, pero se esquiva la alegoría vacía de cantar alrededor de un número redondo, eligiendo en cambio exponer lo que de verdad significa: un herida que sigue abierta. Las madres de las víctimas del gatillo fácil, de los desaparecidos en democracia, se fueron sumando a la encendida columna de los jóvenes que siempre encabezaron la movilización antirrepresiva más grande del país.
Rodolfo Walsh alguna vez dijo que las paredes son la imprenta del pueblo, anticipándose de algún modo a las diatribas vacías que los medios hegemónicos hoy se encargan de ocultar cualquier movilización popular, en su inercia corporativa por criminalizar la protesta social.
La consigna que acompaña a todas las marchas, este año también es clara, precisa y contundente. No deja lugar a dudas: «¡¿Cuánto más?! El estado es responsable».
En paralelo, y no sin motivos políticos para plantearlo, el comunicado de la Marcha de la gorra comienza: «El silencio corporativo de la prensa, el asesinato de nuestrxs pibxs queridxs, la persecución a carrerxs, trabajadorxs formales e informales y trabajadorxs sexuales, el allanamiento sin orden judicial de cualquier casa villera, y el arresto de cada persona que ose enfrentarlos, son algunos de los hechos que nos obligan a repetir esta forma de expresión colectiva después de haber caminado libremente por las calles de nuestra ciudad un día por año, durante los últimos diez años.»
La consigna que acompaña a todas las marchas, este año también es clara, precisa y contundente. No deja lugar a dudas: «¡¿Cuánto más?! El estado es responsable». Por eso, el documento sigue: «El décimo aniversario de la Marcha de la Gorra nos motiva a un balance de la acción de su gobierno: lo que ustedes promueven bajo la bandera de Unión Por Córdoba no es más que un plan de exclusión, lo que reconocen como errores son crímenes y lo que omiten son calamidades.»
La actualidad nos inunda, por eso es urgente seguir denunciando la violencia de género, y en ese sentido también el documento se expresa: «La violencia de género ejercida por un Estado que además de policial es patriarcal: las violaciones y abusos en las cárceles y en los barrios, para no detener a las jóvenes y el pedido de teléfonos y datos, son prácticas que aparecen de manera permanente». Por eso también, en esta décima movilización, son diez las mujeres que irán hablando, gritando, arengando, denunciando, durante las diez cuadras que dura el recorrido de la marcha.
«La violencia de género ejercida por un Estado que además de policial es patriarcal: las violaciones y abusos en las cárceles y en los barrios, para no detener a las jóvenes y el pedido de teléfonos y datos, son prácticas que aparecen de manera permanente»
En este contexto, hoy mismo comienza un juicio por un caso de gatillo fácil (uno de los pocos «enfrentamientos armados» que llega a juicio como homicidio), el de Guëre Pellico, un joven fusilado por la bala policial-estatal en el barrio Los Cortaderos. El Estado es responsable, pero ya aparecen los discursos hegemónicos poniendo el eje en sí lo merecía o no, sí estaba robando o no -los testimonios comprueban que no-, jugando con lo importante que puede ser para su familia «limpiar» su nombre, cuando lo que importa es que el Estado se lleva la vida de los jóvenes, el Estado asesina, y la única forma en que muestra su presencia en los sectores más vulnerables de nuestra geografía, es vestido de azul y disparando balas.
Lo que importa es que el Estado se lleva la vida de los jóvenes, el Estado asesina, y la única forma en que muestra su presencia en los sectores más vulnerables de nuestra geografía, es vestido de azul y disparando balas.
Hoy todas estas emociones se juntan: la alegría de estar caminando juntas y juntos otra vez, y el dolor de tener que seguir haciéndolo. La furia contenida, las ganas rabiosas de caminar los espacios vedados durante el resto del año, y la certeza de que no estamos dispuestxs a tolerarlo más. ¡¿Cuánto más?!
