1 – Empiezo estas líneas desorientado. Tanto en lo que quiero escribir como en mi estado de ánimo en general. ¿Cambiaría algo si me sintiera orientado? En relación al texto, absolutamente nada.
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2 – Escribir es elegir la desorientación de manera frecuente, casi tanto como la procrastinación. Aplazar es algo muy similar a no saber dónde se está, solo que sucede en el plano temporal.
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3 – Me gustaría tener la habilidad de mirar las estrellas y poder orientarme. Pero para eso necesitaría contar con el talento de levantar la cabeza cuando la resignación me invade. No siempre puedo lograrlo.
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4 – Un fenómeno extraño: cuando me desoriento en esta ciudad, me puedo encontrar en otra, a 12000 kilómetros de distancia. Pero los últimos recuerdos que tengo de sus calles incluyen la sensación de estar perdido. La recursividad es un laberinto sin salida.
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5 – Ahora que este texto se encuentra a mitad de camino, me puedo ver a mí mismo aún parado en la línea de partida, dudando, sin convicción. Las palabras se mueven con una soltura que el ánimo siempre envidia.
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6 – De los laberintos se sale por arriba. ¿Entonces por qué tengo las manos, las uñas, la ropa cada vez más llenas de tierra?
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7 – Un cartel turístico afirma: “Usted está aquí”. Un sistema económico, también. Lo mismo una religión. Pero la tristeza es errante, anárquica y atea; no hay contacto posible.
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8 – Vuelvo al punto inicial. Me gustaría sentir la gratitud de haber completado toda una vuelta, como el sol en este último día de solsticio. Pero no puedo engañar a nadie, lo único que hice fue retroceder casilleros.
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9 – Una planta, cuando se estresa o se deshidrata, cierra sus hojas. El proceso de reanimarla lleva varios días, hasta que finalmente se vuelve a ver con su verde habitual. Intento e intento, pero mis sentimientos no repiten ese mecanismo: cuando abro la boca, solo tierra seca es lo que se ve.
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10 – Vuelvo a la desorientación. Aunque en realidad nunca me fui, simplemente vuelvo a hacerla consciente. ¿Quizás esa sea la explicación? Todo está ahí, pero solo lo reconozco cuando puedo identificarlo. Tal vez nunca esté bien ubicado, salvo en la inconsciencia. ¿Y acaso existe mayor inconsciencia que vincularse de lleno con alguien más? Cuando digo que estoy desorientado, quizás lo único que estoy diciendo es que estoy solo.