Una mixtura de tonos conviven en los poemas de Hija del puente (Nulú Bonsai, 2022), primer libro de Camila Pérez. A la mirada sensible e introspectiva, también se le suma una pulsión narrativa y una voz lírica que se van cediendo turnos. Las imágenes elegidas, a simple vista transparentes, cargan con sentidos que van tomando fuerza con el paso del tiempo, atacando de manera desprevenida al igual que la nostalgia.
Sobre la autora
Camila Pérez es poeta, escenógrafa y directora de arte. Nació en Zárate, provincia de Buenos Aires en 1987. Es estudiante avanzada de la carrera de Filosofía de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (FFyL- UBA) y Directora de Arte egresada de la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica (ENERC). Trabaja freelance en diversos proyectos escénicos y audiovisuales (cine, series y publicidad) Dicta talleres de escritura creativa y corrección de textos. Acaba de editar su primer poemario Hija del Puente con Nulú Bonsai Editora de Arte. Comparte el desarrollo del proyecto editorial “Amicha” junto a Aimé Correa Bravo, un espacio para la producción y difusión de poesía inédita y joven.
(Te puede interesar: «Discriminación»: un adelanto de la biografía de Ioshua)
1 – Animales tristes que fui
animales tristes que fui
hormiga
en el musical del rey león del 94
la cola y las patas de un burro
en el pesebre viviente del 98
tu plan b
este fin de semana
no te puedo telonear más
ya bastante tengo conmigo
soy un cover de mí misma
(Te puede interesar: Otras pieles: cinco poemas de Inés Kreplak)
2 – Hija del puente
soy una hija del puente
de una mentira
y del dos por ciento de ineficacia
de un dispositivo intrauterino
mi madre, una isla
sombra de sed
indescifrable
desierta
¿oasis o espejismo?
una prueba de fe
mi padre, un naufragio temporal
puro caudal de viento
presente puro aunque seco
y dulce como la tierra
en que creció
a tu padre me lo trajo el puente, decía
mi madre siempre al borde orillando la metáfora
milicos infraestructura colimba
palabras de mi padre que trae la crecida
una cancha de básquet adornada con globos
mesas de plástico
manteles y luces de colores
boliches descartables en plena dictadura
patín artístico viacrucis recitales
mismo escenario años más tarde
él siempre usaba la misma ropa
pantalón blanco pinzado y camisa celeste
el vestuario, lo que importa
en los detalles está la mentira
como dibujo animado
un uniforme celoso
custodia la continuidad
desafía la razia
fosiliza el gesto y las ganas
sentados en la escalera de prefectura
él señaló una casa al azar
en el barrio del bajo
mis primeros besos
mis primeros porros
misma escalera años más tarde
esquilo baldosas para no mancharme
repito al azar
él señaló una casa
que no era la suya
me preocupa
que se hundan
los nombres de las cosas
mochila
guitarra
gorra
y floten conmigo los recuerdos
tengo pesadillas con tsunamis
desde antes de conocer el mar
escurro el sueño
ahora soy
la hija que se moja
soy: el barro
un fondo donde nadie quiere hacer pie
una ilusión ajena
una casa óptica
las marcas que dejaron las cintas adhesivas
en las puertas y ventanas
el miedo a las cascadas mecánicas
con agujeros para ver
un elogio de la siesta o
el olor a la tierra mojada
luz de viento
un molino
un faro olvidado en el kilómetro 100
si una sombra de sed
si un naufragio mudo
qué cosa entonces
el puente
(Te puede interesar: Isla de metal: cinco poemas de Malén Denis)
3 – Los camellos
seis de enero
cortamos el pasto
dejamos un poco
en una bandeja
una palangana
con agua al lado
y al otro día
nada
los camellos
a escondidas
se habían servido
todo
a mí también me alimentaron
con ficciones
sin darse cuenta
mis padres me enseñaron a escribir
a pisar las sombras de las nubes
como si pudiera caminar por el cielo
(Te puede interesar: La traición: tres poemas de Patricia González López)
4 – Gral Paz
cualquier poeta merece
aventurarse
cruzar su propia general paz
y hacer de un barrio el paraíso.
(Te puede interesar: Extensión del cuerpo: cinco poemas de Tomás Litta)
5 – Vendaval
dejame hundirme
en tu espesura, río
no quiero recordarte
como espejo sucio
llevate las penas
ahogalas en brillos
cielo mojado,
no llores ahora
los peces vuelan
y yo
soy el río
que no puede verse
pero deja ver
todo lo demás
(Te puede interesar: Las cosas que parecen un error: cinco poemas de Maia Tarcic)