The Janes: cuando las redes feministas salvan vidas

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The Janes, el documental de Tia Lessin y Emma Pildes, producido y estrenado por HBO, cuenta la historia de un grupo de mujeres estadounidenses que a fines de la década del ’60 formaron una red de sostén y asesoramiento para proporcionar el derecho al aborto a aquellas mujeres que lo requerían, cuando aún era ilegal. Luego de la anulación del fallo Roe vs Wade, su relato cobra especial vigencia.



“¿Dónde está el dinero?”, “Acostate y hacé lo que te digo”, “Entrá al baño”. En la década del ‘60, en Chicago, Estados Unidos, esas eran las tres órdenes que las mujeres escuchaban de la mafia al recurrir a ella para realizarse un aborto. Faltaba más de una década para que el fallo Roe vs Wade cambiara la jurisprudencia en torno a los derechos sexuales y reproductivos e interrumpir un embarazo –  o incluso planear uno – podía significar la cárcel. No había muchas opciones más que las que proponía el crimen organizado: pagar 500, 750 o 1000 dólares. Jane eligió la más barata. Se encontró en un motel para realizar el procedimiento y esperó dos horas acostada en una cama. Estuvo dos sangrando junto a otra chica que, como ella, espero a que se le pasara el mareo. Cuando las dos lograron salir y no volvieron a verse.

“¿Dónde está el dinero?”, “Acostate y hacé lo que te digo”, “Entrá al baño”. En la década del ‘60, en Chicago, Estados Unidos, esas eran las tres órdenes que las mujeres escuchaban de la mafia al recurrir a ella para realizarse un aborto.

Jane en realidad no se llama así. Fue el nombre que adoptó junto a muchas otras mujeres que en 1968 se reunieron para ayudar a otras a abortar. The Janes, el documental de documental de Tia Lessin y Emma Pildes, producido y estrenado por HBO, cuenta su historia en un momento oportuno: la anulación de Roe vs Wade que elimina el caracter constitucional del derecho al aborto y devuelve a los estados la decisión de prohibirlo o permitirlo, lo que implica, a su vez, el avance implacable de leyes regresivas por parte de las legislaciones locales. La persecución y criminalización es tan fuerte que incluso se aconseja que se dejen de usar aplicaciones de gestión menstrual ante la posibilidad de que los datos que almacenan puedan ser utilizados en causas penales. En las últimas semanas, trascendió el caso de una joven acusada por aborto luego de que Facebook entregara a la justicia chats privados en donde hablaba sobre la pastilla abortiva.

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A fines de los ‘60 “las Janes” también vivían bajo vigilancia constante. Crear una red clandestina implicó armar códigos, moverse constantemente, estar alertas de los movimientos de vecinos y policías. Pero luego de años de ser silenciadas en movimientos sociales y de no tener otro lugar en la militancia más que de servicio, sabían que esa era la forma en que podían cambiar la realidad de muchas mujeres. El aborto era un tema que se encargaron de poner en agenda en sus propias marchas, con la creación de la Unión de Liberación de las Mujeres y no pasó mucho tiempo hasta que conformaron la organización que, entre 1968 y 1973 ayudó a interrumpir el embarazo a más de 10 mil mujeres. Para ese momento las estadísticas de muertes por abortos clandestinos e inseguros eran alarmantes. 

El aborto era un tema que se encargaron de poner en agenda en sus propias marchas, con la creación de la Unión de Liberación de las Mujeres y no pasó mucho tiempo hasta que conformaron la organización que, entre 1968 y 1973 ayudó a interrumpir el embarazo a más de 10 mil mujeres.

“¿Embarazada? Llamá a Jane”, decían los carteles que empezaron a pegar en paredes y tableros de anuncios alrededor de Chicago. Necesitaban un nombre falso, que no se usara demasiado y que no levantara sospechas, uno que permitiera fundar un anonimato colectivo. Cuando atendían el teléfono volcaban los datos en una ficha y repartían los casos entre el grupo para designar asesoras que pudieran ayudar a cada mujer. La locación nunca era fija: departamentos de amigas y familiares que iban rotando para nunca permanecer en un mismo lugar. Una de ellas manejaba un auto todo el día y llevaba a las jóvenes de un lugar a otro. Después de un tiempo, el hombre que habían contratado para realizar los abortos les enseñó a practicarlos y entonces supieron que habían logrado dar un paso más y apropiarse de un saber que hasta ese momento los médicos varones monopolizaban, junto al poder de decidir.  

Este grupo de mujeres eran conscientes de que corrían riesgo permanente, pero también que las redes eran poderosas y podían proporcionar la ayuda necesaria en esos espacios en los que el Estado se negaba a hacerlo. Cuando en 1973 el fallo Roe vs Wade convirtió al aborto en un derecho constitucional, el trabajo de «las Janes» dejó de ser necesario. Pero los ataques contra la interrupción del embarazo por supuesto continuaron hasta llegar al retroceso que se materializó hace pocos meses. Aunque pasaron más de cincuenta años The Janes cobra más actualidad que nunca. Como dijo Simone de Beauvoir basta una crisis política para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados y es allí donde la genealogía de lucha nunca debe perderse.


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