Del cuento maravilloso a la nouvelle de terror: BEYA DURMIENTE (DJ Beya) propone un viaje poético-performático que acerca los ecos de una mujer en situación de trata, con actuación de Carla Crespo y dirección de Victoria Roland. Obra basada en la nouvelle Le viste la cara a Dios, de Gabriela Cabezón Cámara.
por Milena Rivas
Primero fue el cuento de hadas: una mujer duerme sobre el lecho hasta que el beso de su príncipe azul la desvele. Luego vino una de tantas reescrituras: a partir del encargo de una editorial independiente, Gabriela Cabezón Cámara hace de la afamada princesa una joven en situación de trata y publica su nouvelle bajo el nombre de “Le viste la cara a Dios”.
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Ya no en la torre más recóndita del castillo, aquella que acaricia las nubes, sino en la podredumbre de un prostíbulo de Lanús. Beya —el cambio de consonante que preserva el sonido reconocible de su nombre nos ubica en la lectura tétrica que hace Cabezón Cámara— también yace. Pero de la parsimonia con que latía el corazón adormecido de la princesa allá lejos y hace tiempo ya no queda nada: a la manera de un autómata, la protagonista es secuestrada, violada y drogada.
La propuesta teatral desafía la potencia inherente al texto de Cabezón Cámara, haciendo de cada beat un espejo de los golpes que recibe Beya.
Una encandilante adaptación escénica de “Le viste la cara a Dios”, dirigida por Victoria Roland e interpretada por Carla Crespo, se encuentra ahora en cartel en el Espacio Xirgu UNTREF. La propuesta teatral desafía la potencia inherente al texto de Cabezón Cámara, haciendo de cada beat un espejo de los golpes que recibe Beya. Incluso antes de entrar a la sala, se perfila un cuerpo sonoro impactante compuesto por un set de música electrónica y una voz femenina que repite “this is my church”.
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Actriz y aquí también DJ, Carla Crespo oficia la misa que nos convoca. A la manera de un sacerdote, manifiesta a la asamblea reunida una presencia en ausencia. Ni público ni protagonista, el cuerpo y la palabra de la actriz son una arena posible para Beya, acaso la única. La pieza se propone, tal como afirma Roland, restituir esa voz, permitirle presentar batalla frente a quienes la prostituyen durante horas interminables y la drogan con cocaína para evitar que se quede dormida y encuentre alguna forma de sosiego en el estado de narcosis.
BEYA DURMIENTE (DJ Beya) se apoya en la nouvelle de Cabezón Cámara para modelar un ensayo sobre la perspectiva, aquella relación tan problemática entre lo que es visto y el punto de vista
BEYA DURMIENTE (DJ Beya) se apoya en la nouvelle de Cabezón Cámara para modelar un ensayo sobre la perspectiva, aquella relación tan problemática entre lo que es visto y el punto de vista: la performer alquila su cuerpo a esa expresividad clausurada por tanto tiempo y sin embargo actúa de testigo. Ejecuta con precisión los gestos mentirosos de afecto y sumisión que tiende a su violador como garantía de reducción de las horas diarias en que era prostituida, también el ritmo irregular de sus parpadeos y el vaivén del pecho donde cuelga la medallita de San Jorge.
Pero el dolor de Beya no le pertenece, de manera tal que no puede más que desdoblarse, ubicarse en un lugar imposible, volverse ella misma refugio hasta que alguien más escuche sus rezos.
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