Madura: cinco poemas de Mariana Finochietto

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La dulzura más bien es un sentimiento agridulce y eso puede verse en los poemas de Mariana Finochietto, en donde a partir del redescubrimiento del propio cuerpo, también se pueden notar los cambios imperceptibles del mundo. En Madura (Sudestada, 2021), nada está dicho de forma final, sino que es un constante devenir de preguntas e hipótesis que abren a un nuevo camino, como se lee en el primer poema: «me convierto en otra:/ siempre en otra». 



Sobre la autora

Mariana Finochietto nació en General Belgrano, provincia de Buenos Aires, en 1971. Actualmente vive en City Bell. Publicó Cuadernos de la breve ceguera (La Magdalena, 2014), Jardines, en coautoría con Raúl Feroglio (El Mensú, 2015), La hija del pescador (La Magdalena, 2016), Piedras de colores (Proyecto Hybris, 2018), El orden del agua (GPU Ediciones, 2019) y Madura (Sudestada, 2021) . Coordina Microversos, talleres de exploración literaria.

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1 – Estirpe

Hay mujeres
que llevan
entre los dedos la fragilidad,
como gemas del aire.
Aves raras,
de dedicada belleza,
cuando sonríen,
la risa las penetra
como si le bastara ir hacia adentro
para comprender la felicidad,
Se mueven
en este territorio blanco
entre la madurez y la ingenuidad,
porque nacieron viejas
y van, como en sueños,
hacia la inocencia,
Son de la estirpe que no baja los ojos;
las que heredarán la tierra.

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2 – La luz sobre nosotros

¿Ves mi cuerpo envejecer?
Lento y tan dulce,
me convierto en otra:
siempre en otra.
Como esas flores tristes del florero
que se apagan de a poco,
me vuelvo un manojito
mustio y ceniciento,
todo mi cuerpo sabe
que comienza la muerte.
Y sin embargo qué,
seguimos vivos.
Y mi cuerpo
reconoce
los signos del deseo
con la precisión de la sabiduría:
aquí está mi piel,
aquí la tuya
y de pronto soy tu piel
y vos la mía.
Envejecemos.
¿Y qué?
Todavía
iluminamos las estrellas

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3 – Monstruo

Mi corazón
nunca aprendió de sutilezas.
Siempre fue un bello monstruo apasionado,
demasiado vivo,
demasiado intenso,
desmesuradamente solo frente al maundo.
Es bello aún,
tatuado de cicatrices,
como un viejo soldado de mil guerras.
Lo sostengo en mis manos.
Ya no quema.
Pero late,
emocionado,
porque se sabe ofrenda.

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Mariana Finochietto

Madura (Sudestada, 2021), de Mariana Finochietto


4 – La ley de las tormentas

El tendedero
de mi patio dio tres vueltas
antes de estrellarse contra el pasto,
vencido
por la le de las tormentas.
Es curioso
como algunas cosas
pueden desgarrarse de su materia
y parecernos
otras cosas,
pensé,
cuando arrojé los restos del alambre roto
al cesto de basura,
y sólo era
un esqueleto metálico y rendido para siempre,
después de ser apenas pájaro una tarde.

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5 – Un árbol en el bosque

A cierta edad,
la presbicia
llega para ver al mundo
en su perfecta dimensión;
bosques y bosques
de verdes confusiones
y algún arbolito
– único, indispensable-
que es preciso tocar para saberlo cierto.

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