Figura central de la nueva poesía africana, los versos de Gabriel Mwènè Okoundji de transmiten una sensación de búsqueda hacia ese origen primario de toda experiencia y sensibilidad. Un buceo por las aguas de las memorias compartidas y personales que dejan al lector en medio de la oscuridad íntima, sin escafandra. Con traducción de Leandro Calle, Evaristo Editorial acaba de publicar su Poesía Reunida.
Sobre el autor
Gabriel Mwènè Okoundji nació en 1962 en Okondo-Ewo, República del Congo. Publicó numerosos libros, muchos de ellos fueron traducidos al inglés, al español, al finés, al occitano y al italiano. Por su obra poética recibió varias distinciones y premios, entre los que se encuentra el «Grand Prix Littéraire d´Afrique Noire» (2010). En 2014 el documentalista Luc Gétreau realizó un documental sobre su vida y su obra. Con traducción de Leandro Calle, en Argentina se puede conseguir Poesía Reunida (Evaristo Editorial, 2021).
1 – Plegaria a los ancestros
I
Despierten, luciérnagas de mi infancia
valoré mal las turbulencias de mi magro destino
no crean esta locura que cubre mi rostro y mis pies
no es de ella, ni de su matriz que yo he nacido
Perdónenme todas esas infieles esperas
no tengo patria donde grabar mis alegrías
y mi razón, día tras día se encierra lentamente
en la arena de la incoherencia de mis rutas
II
Ancestros, el sol descendió en la colina de la palabra de ustedes
de mis dos manos y del eco de mi voz, les ruego
les ruego con todas las lágrimas en nombre de Alima
díganme la etnia del valle en donde se cosecha la sabiduría
Estrellas, ustedes que abrigan a mis ancestros en el segundo horizonte
levanten mi voz, levanten el hambre de mi mirada
y que crezca en mí la entera esperanza de una visión
mas allá de los vapores del cielo, del del frío y del viento de los océanos
III
¡Memoria, oh memoria! ¡cómo envejeció el tiempo en mis arrugas!
de un cielo a otro, mis recuerdos se cubren de vejez
está oscuro, la noche como un río que fluye ha ganado al día
y las tinieblas llevan en sus olas los sueños de mi juventud
Éramos cinco y cinco, hijos e hijos, hombres entre los hombres
Nicolás cantaba, y la alegría subía para ennoblecer el color del sol
éramos el viento de la mañana que bate sus alas en el horizonte
¡memoria, oh memoria! ¡desde ahora está abolido aquello que fue el hombre!
IV
Mujeres con el vientre maltrecho, ustedes madres, ustedes tías, Ampli y Ndzama,
mírenme, vuestro hijo cae con los pies desnudos, enceguecido por el crepúsculo
mis ojos observan el olvido frente al vacío de los cielos mudos de errancia
denle a mi canto los favores de una danza con el aliento de mi niñez
Ustedes, abuelas, hembras escarnecidas, mujeres honorables, díganme
¿dónde están esos niños soñadores del lejano paraío de Okondo
aquellos que danzaban con el trance de las risas ofreciendo sus
voces a los ancestros?
díganme, mi cerebro sin gloria pide la luz de sus palabras
V
Majestuosa tierra de Mpana con barcos cargados de color
tierra nacida de la herida profunda de un corazón traicionado
tierra de cenizas, territorio de relámpagos inmensos
¿qué es lo que han hecho del aliento Tégué de tus maestros del fetiche?
Tierra de desgracia, la miseria del hombre es ciega
los Mwènè anuncian el destino en los más oculto de las almas
el destino todo silencioso está a la sombra de los ruidos de la noche
pero he aquí que la sabana ha perdido el rostro de la pantera
VI
Noche de alerta, noche de desgracia, cielo sombrío, cielo cubierto
todo se va, todo perece en la inquietud: ¡Ayéssa acaba de morir!
ningún grito, ningún ruido, y sobre su nombre, ¡un remordimiento eterno!
ancestros, los invoco, ¿en dónde está el camino del viviente en esta vida?
Ayéssa yo te nombro porque tu nombre es el símbolo de la sabiduría
la flor de tus sueños se dirigen hacia el silencio, Ngayama te llama
Obouronto y Lendzama te buscan con el espíritu que no busca
y el silencio del cosmos en tu tumba crece como una hierba de soledad
VII
Ellas llegaron de Baya, de Yaba, de Dzouama, de Ayandza, de Tsongo
esas plañideras que ofrecían sus lágrimas a toda la región de Mpana
a la espera de que un día la voz reunida del número de sus hijos enterrados
volviera a visitar a todos aquellos del pueblo de Okondo que fueron perfectamente amados
Vendrá la lluvia, caerá sobre nuestras heridas e inundará la plegaria de nuestro llanto
la luna en el cielo danzará en nuestro nombre , en la ola de una esperanza efímera
nuestros corazones rotos entre los corazones extraviados danzarán en el fuego de la vida
nuestros corazones danzarán en el ardor de la tristeza en los caminos del dolor.
VIII
Ancestros-raíces en la franja inmensa del lejano Yaba-Mbéti
su mirada es horizonte de luz perpetua que revela la existencia
su sabiduría es sin descanso por la memoria de mamá Épouki
abran con honor su espacio a las espaldas solitarias de Kélonangako
Sean indulgentes, iluminen el sendero, ahí es donde la penumbra permanece
sus palabras, en este día, nombran el canto de la espera que lleva a la espera
no exijan juramento a favor del enigma por sus hijos
ancestros, hagan que, desde ahora, la noche sea transparente en la hora de las tinieblas.
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2 – Murmullo I
Todo lo que se prometió
entre dos palabras
todo lo que se dijo
y se volvió a decir
en la fidelidad del vocablo
fue dicho.
¿Era necesario?
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3 – Belleza de los errores
pura belleza de los errores
esta voz agregada a la palabra
esta sumisión a los caprichos
de una palabra abortada vocablo tras vocablo
mes tras mes
en el vacío
de una ola que se embriaga
de desprecio
grano de simiente que no termina más
de nacer a la muerte
danza de sordos
para el canto de un mudo
¿de quién la falta?
-El error glorifica
lo imposible. La evidencia se encuentra
en el sumario de la historia.
La historia comienza
por una duda que no tiene más
promesa
sin agua dulce, un brazo seco del río
¡qué vida! ¡qué vida!
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