Apuntes sobre la dulzura | El fin de las vacaciones, el fin de la ficción

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Después de un viaje, el año se presenta como una calle cuesta arriba: todas las obligaciones y problemas vuelven. La coreografía se repite todo el tiempo, pero siempre, por un momento, se cae en el pensamiento mágico de una vida más apacible. La ilusión de cada verano vs la certeza del fin. 



Una amiga dice que todo lo que tiene lugar entre los días antes de las fiestas y el fin del verano es una ficción. Como si por un momento todos nos hubiéramos puesto de acuerdo en actuar y ver qué es lo que puede llegar a pasar si damos lugar a otro libreto. Una suerte de Truman Show estival. Sin embargo, esa ficción muchas veces tiene un final abrupto – como si cancelaran la serie de golpe- después de volver de un viaje.

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Regresar a casa después de semanas en otro destino es un sentimiento agridulce. Como todos los sentimientos, en realidad: por un lado, la calidez de hogar que se construyó con el paso del tiempo; por el otro, el asesino en serie de la rutina escondido detrás de la cortina pero con los zapatos embarrados a la vista. Esta sensación, ahora que vuelvo de dos semanas en Ushuaia, un lugar que nada tiene que ver con el verano en la ciudad, se acrecenta aún más.

El verano es una suerte de Truman Show estival. Sin embargo, esa ficción muchas veces tiene un final abrupto, como si cancelaran la serie de golpe, después de volver de un viaje.

Todo coincidió, además, con una relectura de El guardián entre el centeno de J. D. Salinger. Algunos quizás conozcan el libro como El cazador oculto, otros por ser el libro que estaba leyendo Mark David Chapman el día que asesinó a John Lennon en Nueva York. La prensa amarillista dio lugar a hipótesis descabelladas por ese factor, las cuales se pueden leer fácilmente en notas en internet que suelen tener el título del libro o el nombre de Salinger mal escritos.

Como si fuera poco, el intento de asesinato de un presidente de Estados Unidos (Ronald Reagan) y un femicidio (Robert John Bardó asesinó a la actriz Rebecca Lucile Schaeffer) también tenían a ese libro de protagonista involuntario mientras Salinger ya estaba en su total ostracismo. Pero no es de eso de lo que quería hablar, sino de esta cita que aparece en los primeros capítulos: «No importa que la sensación sea triste o hasta desagradable, pero cuando me voy de un sitio me gusta darme cuenta de que me marcho. Si no luego da más pena todavía». 

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El fin de las vacaciones

El guardián entre el centro, de J. D. Salinger, el libro que me acompañó durante el fin de las vacaciones.


La melancolía siempre fue parte del combo del verano para mí. Casi tres décadas viajando al mismo lugar (Pinamar) y a la misma casa, que a su vez cuenta con más de 60 años de historia familiar, hacían de cada viaje un cóctel sentimental, una línea temporal que siempre termina en las valijas metidas a presión en el baúl del auto. Concluir las vacaciones es saber con total certeza que el destierro es doble: del lugar en cuestión y del descanso.

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Mientras que Holden Caulfield, el protagonista de El guardián entre el centeno, le mostró a la sociedad estadounidense lo que no se veía dentro del «American way of life» en 1951, cada verano somos los responsables de darnos una muestra gratis de otra vida posible. Como en un buen sueño, nos despertamos en la mejor parte. Y después, lo que ya conocemos: estar en medio del asfalto de la ciudad, con un bronceado que desentona, con un ánimo que lentamente vuelve a su estado de reposo como un electrodoméstico inteligente.

Después del verano, lo que ya conocemos: estar en medio del asfalto de la ciudad, con un bronceado que desentona, con un ánimo que lentamente vuelve a su estado de reposo como un electrodoméstico inteligente.

Hay una canción del compositor uruguayo Franny Glass (Gonzalo Deniz) que se llama, justamente, «El fin del verano», y dice: «Entramos a presión entre los bolsos, mis hermanos. Los perros se acomodan, los bizcochos nos pasamos. La radio en la ruta, escuchamos carnaval. Atardeciendo, ya volviendo, es triste. Pero el verano no estuvo tan mal». Curiosamente, Franny Glass es un  nombre extraído de otro personaje de J. D. Salinger y se trata de una inconformista por naturaleza que busca encontrar la verdadera belleza y descartar la hipocresía. 

Algo de ese afán tiene el sentimiento de estar de vacaciones lejos de nuestra ciudad, de nuestro día a día y los asuntos que llenan el excel de la jornada. Sé que falta febrero, sé que el verano todavía no terminó y que incluso aún faltan los días de carnaval. Pero creo que es mejor estar bien preparados, como el nombre de ese bello poema de Mary Oliver que termina sentenciando: «La forma en que alguien vuelve, pero solo en un sueño». 

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