Apuntes sobre la dulzura | Fito Páez y lo que no se puede olvidar

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Segunda entrega de esta columna semanal en la que se reflexiona sobre el sentimiento que potencia lo invisible. ¿Por qué miles de personas compartieron lo que escucharon en Spotify durante el año? ¿Qué lugar ocupa la música en nuestras vidas? ¿Qué pasa cuando los gustos se mantienen fijos por una década? Fito Páez y una lección involuntaria. 



Los algoritmos ordenan la información y pareciera que también a los sentimientos, empujando a los usuarios a rememorar lo que antes se olvidaba sin más. Así, por ejemplo, nos enteramos gracias a Spotify que nuestra aura musical es «felicidad» y melancolía». O que hubo una canción que escuchamos sin parar durante una parte del año y que después nunca volvimos a apretar play sobre su nombre. Todo eso apareció frente a nuestros ojos, en un viaje rápido al pasado sin los cinturones abrochados. 

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En los últimos años, principalmente en muchas legislaciones europeas, se empezó a discutir «El derecho al olvido». ¿Qué significa eso en tiempos de internet y una memoria infinita? Esta nueva necesidad, propia del siglo XXI, permite a los usuarios pedirle a los grandes gestores de datos personales su eliminación permanente, sobre todo «cuando la información ya no sea necesaria para los fines específicos para los que se otorgó«.  ¿Podemos borrar los rastros de la enorme huella digital que dejamos sin darnos cuenta como ladrones amateurs?

En los últimos años, principalmente en muchas legislaciones europeas, se empezó a discutir «El derecho al olvido». ¿Qué significa eso en tiempos de internet y una memoria infinita? ¿Podemos borrar los rastros de la enorme huella digital que dejamos sin darnos cuenta como ladrones amateurs?

Pasando a mi propio registro musical, totalmente subjetivo ya que gran parte de la música que escucho no es por esa plataforma digital, encuentro que las primeras tres bandas son las mismas que hace por lo menos 15 años: Fito Páez, Babasónicos y Charly García. Insisto, el orden es aleatorio y caprichoso, pero hay una idea de la constancia que me llamó la atención. Y es el propio Fito el que cantó la siguiente frase que penetró en todos los actos y fiestas melancólicas: «Hay recuerdos que no voy a borrar, personas que no voy a olvidar». 

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Fito Paez Spotify

El resumen anual de Spotify: Fito Páez presente a pesar de las décadas de distancia.


En los últimos meses, el nombre de Fito Páez volvió a estar en boca de todos, si bien nunca termina de desaparecer del todo, por dos motivos. Primero fue por su doble homenaje a Charly García en su cumpleaños número 70: formando parte de su banda en el Centro Cultural Kirchner, sin ningún problema de protagonismo, y después haciendo un homenaje en el Teatro Colón en donde, otra vez, eligió correrse del centro para celebrar a un artista clave para él. Sobre la influencia, esa presencia vergonzosa para muchxs, Fito dijo hace décadas: «Supuestamente es algo traumático la influencia y yo creo que no es así. Al contrario me da orgullo cuando me dicen ‘Mirá, me parece que estás influenciado por Charly o por Luis (Alberto Spinetta)'». 

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En esa convicción se puede encontrar, en términos de Anne Dufourmantelle, la potencia de la dulzura, ese acto que de la nada crea una nueva realidad, una emoción colectiva. Y si hay cosas que no se pueden olvidar, más allá de la insistencia de los algoritmos por recordarnos hechos del pasado, la influencia es algo que realmente es imposible borrar de nuestros registros, incluso aunque afirmemos lo contrario. Fito Páez, en su gesto de poner bajo la luz del reflector algo esencial para él, hace lugar a una memoria activa y no a una memoria pasiva que depende de recordatorios impuestos. 

Fito dijo hace décadas: «Supuestamente es algo traumático la influencia y yo creo que no es así. Al contrario me da orgullo cuando me dicen ‘Mirá, me parece que estás influenciado por Charly o por Luis (Alberto Spinetta)'». 

La segunda cuestión por la que Fito estuvo en boca de todos de nuevo, fue por ganar el Premio a la Excelencia en los Grammys Latinos. Hace años que Páez se corrió de los lugares cómodos y, en vez de ser un performer de su pasado, sigue sacando discos a un ritmo sorprendente. Pueden gustar o no, pueden estar lejos de sus álbumes icónicos, pero hay una dulzura en la búsqueda y en la creencia de que lo mejor está por venir. Y esa obstinación es otra de las cosas que no se pueden olvidar.

Para cerrar, un flashback de hace tres décadas: en 1992, en la película El viaje, de Pino Solanas, un muy joven Fito Páez nos da una lección que parece venir desde el futuro y no desde el pasado: «Muchachos, me voy. Me voy a Buenos Aires, me voy a tocar, me voy a hacer la mía. Cuando no hacés lo que vos querés, terminás haciendo lo que quieren tus viejos o cualquiera. Yo elegí la música, elegí tocar (…) No tengo un mango, pero ¿sabés qué tengo? Tiempo. Para escribir canciones o lo que sea no hace falta guita, hace falta tiempo». 

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