Apuntes sobre la dulzura | Yo que crecí con Cavallo

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Al día de hoy, se sostiene que los 39 fallecidos durante el estallido social del 2001 son fruto de «enfrentamientos», esa palabra que siempre sirve de eufemismo en los medios de comunicación para disimular la represión y violencia policial. Pero un documental de Ayelén Vázquez Cabrera y la memoria de una generación que transitaba su infancia en medio del desamparo, sirven de refugio para la memoria colectiva y la apuesta por la dulzura como salida. 



El plano es el siguiente: un nene de 9 años, cerca de cumplir los 10, que ve en la televisión personas corriendo de la policía. En otro canal, otra marea humana que incluye niños y ancianos entra y sale de un supermercado agarrando todo lo que puede. Sigue el zapping: cuerpos ensangrentados tirados sobre las calles de Buenos Aires, el conurbano, otras provincias del país. Apaga la tele: el por entonces novio de una de sus hermanas mayores dice que hay que ir a la Plaza, mi familia trata de convencerlo de que es peligroso. Así el recuerdo: imágenes fragmentarias de una crisis que excede a la niñez, el 2001 en toda su potencia.  

Ahora que se cumplen 20 años del mayor desastre institucional y económico del país, con una represión atroz y fuerzas policiales totalmente desbocadas, me detengo a pensar en mi generación: ¿cómo es crecer sabiendo que se vive en un país de crisis cíclica? ¿Qué se puede proyectar después de haber tocado fondo? Nacer en los 90’s, crecer en los 2000’s: un cóctel de inestabilidad fundante, o como escribió Roberto Juarroz, llegar a conocer «mis inseguridades definitivas».

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En 39. El documental de las víctimas del 2001, dirigido por Ayelén Vázquez Cabrera, se puede ver con claridad el clima de época, la violencia institucional y la historia de cada persona detrás de la cifra.

Al día de hoy, se sostiene que los 39 fallecidos durante el estallido social del 2001 son fruto de «enfrentamientos», esa palabra que siempre sirve de eufemismo en los medios de comunicación para disimular la represión y violencia policial. Sin embargo, el horror se vivía desde antes del 19 y 20 de diciembre: en el interior, las fuerzas policiales se movían casi como células paraestatales, causando terror y disparando sin mediar palabra. En 39. El documental de las víctimas del 2001, dirigido por Ayelén Vázquez Cabrera, se puede ver con claridad el clima de época, la violencia institucional y la historia de cada persona detrás de la cifra.

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El trabajo sensible y dulce de Vázquez permite confirmar como plantear la famosa «guerra de pobres contra pobres» sirve para la amnesia colectiva. Los dos ministros de Economía que fueron la cara de la crisis, siguen entre nosotros: hoy Ricardo López Murphy es diputado nacional por el macrismo y Domingo Cavallo se pasea por los medios de comunicación dando opiniones y consejos económicos.  Pero la memoria persiste: yo crecí con Cavallo, yo crecí sin poder y yo nací con los que estaban bien, pero a la noche estaba todo mal.

El riesgo que se corre, a dos décadas del punto de inflexión de la historia moderna argentina, es que el 2001 sea recordado como una suerte de crisis que sólo afectó a la propiedad privada y a los comercios. La desesperación, el hambre, la angustia, el abandono del Estado maquillados por el punitivismo.

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Basta ver cómo en redes sociales, cuando se comparten imágenes de la represión o los nombres de los asesinados durante el estallido, aparecen comentarios como: «¿Entonces avalás el robo?». El conflicto social, la desesperación, licuadas por el espíritu neoliberal que una vez desplazado, sabe cambiar su imagen para volver con más fuerza. 

El riesgo que se corre, a dos décadas del punto de inflexión de la historia moderna argentina, es que el 2001 sea recordado como una suerte de crisis que sólo afectó a la propiedad privada y a los comercios. La desesperación, el hambre, la angustia, maquillados por el punitivismo.

La más joven de las víctimas del 2001 tenía apenas 13 años. De los 39 asesinads, apenas tres tenían una edad superior a los 35 años. Frente al horror, la dulzura del duelo, su potencia inevitable, hace que sus familiares sigan buscando justicia, reclamando el fin de la impunidad, hacerle honor a su memoria.

El documental de Ayelén Vázquez Cabrera  es una experiencia sensible para dejar atrás los lugares cómodos y apáticos que promete el siglo XXI en general. La generación que creció con Cavallo en el poder al servicio del establishment económico tiene un desafío: no repetir la historia, porque la tragedia va a seguir siendo su única forma.  Ya lo escribió la poeta uruguaya Cristina Peri Rossi:

Proyectos

Podríamos hacer un niño
y llevarlo al zoo los domingos.
Podríamos esperarlo
a la salida del colegio.
Él iría descubriendo
en la procesión de nubes
toda la prehistoria.
Podríamos cumplir con él los años.

Pero no me gustaría que al llegar a la pubertad
un fascista de mierda le pegara un tiro.

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