En esta novela, Claire Keegan vuelve a demostrar su talento para construir pequeñas historias con un trasfondo mucho mayor, el cual deja al lector atrapado desde las primeras páginas hasta el final. Con una voz austera pero que no descuida la precisión y la preciosura en las descripciones, Cosas pequeñas como esas introduce al mismo tiempo la historia reciente de Irlanda y sus secretos más oscuros.
Las tragedias y la gran mayoría de los momentos que marcan a una generación pasan en simultáneo a la vida común de millones de personas que se encargan de mantener cada uno de los elementos que conforman una rutina. Similar al célebre poema de la gran autora argentina Irene Gruss, en el que una mujer lava ropa mientras «mucha gente/ desapareció/ no/ porque sí/ se escondió/ sufrió/ hubo golpes/ y/ ahora no están/ no porque sí», en Cosas pequeñas como esas la historia oscura de Irlanda se escribe mientras Bill Furlong, el protagonista, trata de mantener equilibrada su vida cotidiana.
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«¿Cómo serían las cosas, se preguntó, si se dieran el tiempo de pensar y de hacer un alto? ¿Sus vidas serían diferentes o muy parecidas, o simplemente perderían el control sobre sí mismos?», se pregunta Furlong en las primeras páginas, anticipando el quiebre fundamental de esta nueva novela de Claire Keegan: qué pasa cuando un hombre ordinario levanta la vista y se entromete en asuntos que no son los suyos, qué pasa cuando se rompe el orden establecido de la chatura, cuando el amor recibido de niño cobra otra forma en la adultez.
El quiebre fundamental de esta novela: qué pasa cuando un hombre ordinario levanta la vista y se entromete en asuntos que no son los suyos, qué pasa cuando se rompe el orden establecido de la chatura.
Manteniendo el mismo tono austero que caracteriza a su obra en particular y a parte de la narrativa anglosajona contemporánea en general, la autora de la celebrada Tres luces (Eterna Cadencia, 2010) construye desde las primeras páginas un ambiente neblinoso y denso alrededor del protagonista. Ubicada en la víspera navideña de 1985, la historia de Cosas pequeñas como esas traza un diálogo constante entre lo íntimo y lo social, estableciendo los nudos de mayor tensión en los pequeños detalles, ese lugar en donde siempre puede encontrarse el infierno. La traducción de Jorge Fondebrider, a su vez, genera una lectura fluida y certera.
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Por un lado, Furlong es un trabajador que desde la salida hasta la puesta del sol vende carbón y madera que sube su demanda en pleno invierno. Su historia estuvo marcada por el amor de una mujer que lo adoptó como si fuera un hijo al mismo tiempo que empleaba a su madre, sin nunca saber quién fue su padre. Por el otro lado, hasta que ambas historias se tensan entre sí, descubre que en el convento en donde realiza una entrega hay un grupo de adolescentes y niñas en pésimas condiciones realizando tareas de limpieza.
“Si nos ocupamos solo de lo que tenemos aquí y nos mantenemos del lado correcto y no aflojamos, ninguno de nosotros tendrá que soportar jamás lo que les pasa a esas chicas. Las pusieron allí porque no tenían ni un alma en este mundo que las cuidara. Lo único que hicieron sus familias fue dejar que se convirtieran en salvajes y luego, cuando se metieron en problemas, les dieron la espalda”, le dice Eileen a su esposo Furlong para evitar cualquier tipo de problema. En la misma dirección, sentencia: “Si quieres triunfar en la vida, hay cosas que debes ignorar para poder seguir adelante”. El temor a perder una vida apacible y predecible de un hogar con cinco hijas, llama al silencio a la mujer, mientras que abre el fuego de la inquietud en Furlong, que secretamente y sin darse cuenta empieza a emprender el camino del héroe.
El temor a perder una vida apacible y predecible de un hogar con cinco hijas, llama al silencio a la mujer, mientras que abre el fuego de la inquietud en Furlong.
El hallazgo de Furlong es nada más y nada menos que el de las Lavanderías de la Magdalena, también conocidos como Asilos de la Magdalena, administrados por la iglesia católica y el Estado irlandés de manera conjunta y que se mantuvieron activos hasta 1996. Se estima que la cifra de mujeres que fueron retenidas ilegalmente se encuentre entre las 10.000 y 30.000, y fue recién en 2013 que el Estado irlandés pidió perdón por lo ocurrido. Si bien Keegan se encargó de aclarar en una reciente conferencia de prensa organizada por Eterna Cadencia que ella escribió ficción y que no conoce detalles sobre esa historia, Cosas pequeñas como esas logra inquietar y perturbar desde lo sutil, como toda tragedia lo hace a largo plazo.
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