Especial terror y suspenso: cuatro películas para ver la otra cara de Hollywood

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Hollywood es la cuna de los grandes clásicos del cine. Y, dentro de estos, también hay clásicos del género terror. Lo interesante es analizar cómo muchas de estas películas, con origen en los estudios cinematográficos más importantes, se convirtieron en hitos sin cumplir con las expectativas normalmente impuestas del cine norteamericano para las masas. Estas películas escaparon a las pretensiones de la industria, aun siendo creadas dentro de esta. La otra cara de los thrillers de terror de Hollywood.



1 – La soga, de Alfred Hitchcock: secuencia de suspenso

En 1948, cuando en Europa comenzaban a gestarse las primeras semillas del Cine Moderno y en Estados Unidos todavía se imponía la narrativa clásica, Hitchcock crea un híbrido. La soga es una película de 80 minutos y lo que podría considerarse “un proyecto chico”: sucede, enteramente, en un departamento, sin exteriores y sin efectos. A pesar de tratarse de una “estética de bajo costo” la película fue estrenada por la Warner Bros Studios, que en aquél entonces (en plena época dorada para el cine de EE UU) se encontraba produciendo proyectos como Casablanca y Lo que el viento se llevó.

Con un enorme estudio detrás y un director de renombre, la película podría haber entrado en los estándares esperados por el público de aquél entonces, acostumbrado a una forma clásica de hacer cine. El maestro del suspenso creó un thriller (basado en una obra de teatro de Patrick Hamilton) que escapó a muchas imposiciones de la narrativa clásica vigente en ese entonces. La soga transcurre de principio a fin en un espacio cerrado, más específicamente, en el living del departamento. Es una de las obras más experimentales de Hitchock, el autor trabaja con una serie de planos secuencias: cada escena dura 10 minutos sin ser cortada y la película completa parece ser, en sí misma, un larguísimo plano sin cortes que recorre el ambiente centrándose en diferentes personajes.

La soga es una película de 80 minutos y lo que podría considerarse “un proyecto chico”: sucede, enteramente, en un departamento, sin exteriores y sin efectos. A pesar de tratarse de una “estética de bajo costo” la película fue estrenada por la Warner Bros Studios,

Sin embargo, lo más innovador, lo distinto, aquello que logra salirse de los condicionamientos, también se ve en la trama. Dos hombres (James Stewart y John Dall) hacen una fiesta en su departamento tras haber asesinado a un amigo en común (algo que se descubre en la primera escena). No obstante, el asesinato está lejos de ser lo central: la fiesta ocurre en el mismo living en donde cometieron el crimen y con el cadáver oculto mucho más cerca de lo que todos se imaginan.

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Los únicos que saben la ubicación del cuerpo son los dos asesinos y los espectadores, que se ven envueltos entre la tensión y el humor al saber más que la mayoría de los personajes del film. Esta complicidad con la audiencia y la capacidad de mezclar el humor con la violencia es algo típico del director. Una suerte de “risa incómoda” mezclada con los nervios que produce la situación, que se mantiene a lo largo de toda la película, remarcada por los largos planos, con movimientos de cámara lentos.

La soga fue una nueva forma de crear suspenso, con nuevas técnicas cinematográficas, mucho más experimentales que las del cine industrial de aquél entonces y con una trama ingeniosa.

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2 – Carrie, de Brian De Palma: lejos del sueño americano

En los años 70 Hollywood ya había vuelto al ruedo, luego de sufrir una crisis por la importancia que había ganado el cine europeo, con corrientes como la Nouvelle Vague y el cine de autor. Esa gran influencia no permitió que las industrias y los grandes estudios volvieran igual de imponentes que en la época dorada de Hollywood, porque ahora los directores querían una firma.

El cine de autor, arribado desde Europa, llegó a los directores norteamericanos, que a partir de ese momento, aunque buscaran sacar provecho de las financiaciones de los estudios, aspiraban también a su toque personal y sus innovaciones. Esto fue lo que hizo Brian de Palma con Carrie, su primera obra consagrada, hecha en el año 1976.

El escenario de la secundaria no parecía ser interesante para la industria cinematográfica. Y si elegía mostrarlo, era tan solo para reafirmar estereotipos y reivindicar el sueño americano que empezaba en una juventud académica.

La primera innovación del director fue utilizar a los jóvenes del secundario como protagonistas. El mundo joven y adolescente no era, para el cine anterior, un mundo interesante para mostrar. El escenario de la secundaria no parecía ser interesante para la industria cinematográfica. Y si elegía mostrarlo, era tan solo para reafirmar estereotipos y reivindicar el sueño americano que empezaba en una juventud académica. Pero De Palma agarró ese sueño y lo retorció, de la manera más siniestra, como solo él supo hacerlo.

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Los jóvenes en Carrie también muestran los estereotipos de la escuela norteamericana: la burla de las chicas populares a la chica alejada, esa chica sin amigos que quiere vengarse, los primeros amores, el baile de graduación, etc. Todo esto, teñido por la mano del director, que le da siempre un tono oscuro a sus relatos. No solo oscuro en sentido terrorífico, sino también porque Brian De Palma logra darle luz a temáticas generalmente dejadas en la oscuridad en aquella época, por ejemplo: el descubrimiento sexual adolescente y el desarrollo femenino.

Carrie es una adolescente solitaria, criada por una madre religiosa que inculcó la religión fuertemente en la vida de la joven y la mantiene controlada para que no escape a las imposiciones de Dios. Viven las dos solas en una casa, por lo que la vida de Carrie está regida por las nefastas costumbres de su mamá.

Ahí se ve también otra gran innovación de De Palma: no solamente retuerce la forma de representar a los jóvenes en la ficción, sino que también toma el tema de la religión para romperlo en mil pedazos.

Ahí se ve también otra gran innovación de De Palma: no solamente retuerce la forma de representar a los jóvenes en la ficción, sino que también toma el tema de la religión para romperlo en mil pedazos. Claro está, en esta historia, que la venganza de Carrie contra sus compañeros se ve potenciada por su vida encerrada y, en muchas ocasiones violenta, a la que la madre la expone por el mandato de la fe.

Los compañeros del colegio se burlan de ella, la freak y protagonista de esta historia de terror, que descubre con cada agresión un nuevo poder con el cual vengarse. El elemento sobrenatural centrado en los poderes de Carrie es primordial en esta terrorífica historia. Pero los otros condimentos, la forma retorcida de mostrar el sueño americano juvenil en la pantalla y la clarísima crítica que De Palma le hace a las imposiciones de la religión católica, son los que hacen de esta obra del terror algo innovador, además de ser un clásico pochoclero avalado por la industria.

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3 – El resplandor, de Stanley Kubrick: paulatino avance hacia el terror

Kubrick ya era, para el momento en que estrenó El resplandor, uno de los directores más importantes del cine. Ya había estrenado La naranja mecánica, 2001: odisea del espacio, Barry Lyndon, entre otras. Quizás lo más novedoso en esta cinta del director sea el ritmo; para ser una película de suspenso y terror los tiempos, lejos de ser vertiginosos y atrapantes por su celeridad, son lentos y demorados. En esa demora, esa paciencia con la que Kubrick muestra el hotel, los personajes, el niño recorriendo en triciclo los enormes pasillos, los campos de nieve que rodean el edificio sin dejar salida, en esas imágenes es en donde el misterio se vuelve insoportable y el suspenso se convierte en terror.

El resplandor fue estrenada en 1980, momento en el que el género terror ya tenía adjudicado otro tipo de películas: Halloween, El Exorcista, Alien, etc. Proyectos que pasaron a la historia por su violencia, el miedo que generaron en su audiencia y, normalmente, con algún componente de ciencia ficción o fantasía. Sin embargo, El resplandor se aleja de todo eso para transformarse, como siempre logró Kubrick, en una forma de rehacer el cine. O, más bien, rehacer aquél género que parecía ya instalado en Hollywood. La novela de Stephen King en manos de Stanley Kubrick pareció ser la receta perfecta para crear un hito del terror, diferente a todos los éxitos que ese género había dado.

 Porque el terror de la película, y lo que la vuelve verdaderamente una obra maestra del género, no está solamente en lo impactante visualmente, sino en aquella progresión oscura que transforma al personaje principal en un violento, alejado de la realidad, sumido en un “estado de locura”.

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Jack, interpretado por Jack Nicholson, es un escritor contratado para cuidar un viejo hotel fuera de temporada. Él se instala ahí, en el viejo y gigante edificio, con su esposa e hijo, durante todos los meses en donde no hay huéspedes. La vastedad del hotel se muestra en su totalidad, con delicadeza y lentitud, y genera una suerte de desesperación para el espectador: aquellas tres personas se encuentran varadas en la inmensidad y en completa soledad. El ritmo es lento y avanza como la locura del protagonista: silenciosa al comienzo y, de pronto, toda a la vez. Jack, el escritor, se enfrasca en páginas en blanco, pero la imposibilidad de escribir le genera un “brote psicótico”. Se da una transformación terrorífica en él, respaldada por la actuación estelar de Nicholson, que comienza paulatinamente y finaliza con un estallido de violencia.

Es en esa transformación donde parece colarse el componente fantaseoso de El resplandor. Kubrick nunca lo explica, nunca lo muestra, tan solo permite que en aquél hotel comiencen a desarrollarse situaciones y a aparecer personajes dignos de la imaginación de un loco, pero jamás se sabe si verdaderamente son tan sólo producto de la cabeza del protagonista, o parte de la realidad. Podría pensarse, al igual que De Palma en Carrie, que Kubrick toma un tema innovador o, al menos, uno que el cine prefirió no tratar: la salud mental. Porque el terror de la película, y lo que la vuelve verdaderamente una obra maestra del género, no está solamente en lo impactante visualmente, sino en aquella progresión oscura que transforma al personaje principal en un violento, alejado de la realidad, sumido en un “estado de locura”.

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4- Seven, de David Fincher: un final para nada feliz

Esta obra estrenada en el año 1995, es una producción hollywoodense con todas las letras. Estrellas protagónicas, Brad Pitt y Morgan Freeman, y una trama atrapante que mantiene a cualquier espectador atado hasta el final. Seven tiene, como le gusta a la industria y como le gusta al público, un ritmo acelerado, vertiginoso, con escenas rápidas y cortes abruptos. Aunque no por esto se debe creer que no sobresale de los estándares de la industria. La trama de la película, a pesar de ser una clásica historia de investigación y detectives, se torna compleja, algo que normalmente no se asocia al género del terror, porque este está pegado a la impresión visual.

Tampoco podría decirse que corresponde enteramente a un género thriller, lejano al horror, porque cuenta con varios impactos e imágenes impresionantes, además de una historia de asesinatos que asusta a medida que se la va desentramando. Es un híbrido que combina lo mejor de ambos géneros. Una vez más, aparece la innovación desde la temática: los siete pecados capitales son, tal como lo indica su título, el hilo conductor del film. Nuevamente, un acercamiento a la Biblia desde un nuevo ángulo.

Es un híbrido que combina lo mejor de ambos géneros. Una vez más, aparece la innovación desde la temática: los siete pecados capitales son, tal como lo indica su título, el hilo conductor del film. Nuevamente, un acercamiento a la Biblia desde un nuevo ángulo.

Los dos protagonistas detectives, Pitt y Freeman, siguen a un asesino serial de identidad desconocida, quien comete sus crímenes conforme a estos siete pecados y a los castigos que impone la Biblia para los pecadores. Es una forma de analizar estas imposiciones, al igual que lo hizo De Palma en Carrie. Pero Fincher no se queda ahí: los personajes principales se adentran en la obra literaria de varios autores, como La divina comedia de Dante, para poder resolver el caso que parece perseguirlos más a ellos, que ellos a este. Con sobriedad visual, colores fríos que no varían, prácticamente, de la gama de los grises, y un paisaje en constante clima de lluvia, Seven da vuelta una clásica historia de investigación y detectives y la vuelve una búsqueda siniestra, tras un asesino que utiliza a la Biblia como excusa y a la religión como guía para cometer crímenes atroces.

La identidad del asesino es conocida un poco antes del final del film y, la gran apuesta de Fincher fue no poner en los títulos ni anunciar la participación en el proyecto del actor que haría el papel del criminal (en ese momento muy aclamado). Por este motivo, su identidad es totalmente desconocida para la audiencia hasta que los dos detectives la revelan. Otro punto disruptivo de Seven: el final para nada feliz. Al contrario de las historias de detectives de Hollywood, en donde el bien triunfa sobre el mal y los buenos les ganan a los malos, la película de David Fincher logra torcer también esta idea pre establecida para darle a Seven, y al público, toda la oscuridad que se merecen.

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La otra cara del terror de Hollywood

A pesar de ser una máquina creadora de clásicos y regirse por una industria que le da al público lo que (se cree que) quiere, estos proyectos de suspenso y terror logran escapar de las condiciones normalmente impuestas. Aún dentro de un género taquillero, que busca y depende de la reacción del público, los proyectos analizados supieron encontrarle una nueva cara al terror, sin subestimar a su audiencia y creando con sus estrenos, nuevas formas de hacer cine y nuevas formas de generar suspenso.


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