Los consumos jóvenes salvan y matan al mismo tiempo. La contradicción acompaña a una generación que lucha por el cuidado del planeta, pero consume más electricidad y energía que cualquier otra. La indiscriminada difusión por redes sociales desestima las causas más nobles, permitiendo que estas se mezclen con memes y selfies. Al mismo tiempo, la posibilidad de difusión genera alcance y concientización mundial. ¿Podremos salvar el mundo a pesar de nuestras contradicciones?
La juventud carpincha
Un plato de restaurante, un grupo de amigas jugando al fútbol, difusión por alguien desaparecido, una selfie vestida para salir, una publicación sobre los humedales y un posteo sobre la evolución del veganismo: en cualquier otro momento de la historia, esta serie indiscriminada de elementos sería confusa, pero no para nosotrxs que, bien sabemos, se puede tratar de una seguidilla en stories de Instagram (de una misma persona, en un mismo día, uno detrás del otro). Esto no es novedad para la sociedad que intenta seducir y salvar al mundo, una historia de Instagram a la vez … o todo junto en la misma publicación.
Esta indiferenciación de fotos, noticias y artículos lleva a la romantización de hechos graves y a la banalización de causas importantes. Como ejemplo de esto se puede tomar lo sucedido a comienzos del 2020, con el lockdown mundial: se difundían videos de animales saliendo a las calles, en diferentes ciudades del mundo. Una mezcla entre fascinación y medio, entre ternura y culpa, se fue gestando de a poco, a medida que el material iba llegando, reiteradas veces incluso, a los chats de whatsapp grupales, a publicaciones de facebook y a notas periodísticas.
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Aún no está claro, y ya nunca se volverá a analizar sobre eso porque así funciona el mundo de la mediatización extrema, qué era lo que sentíamos y lo que buscábamos al difundir estos videos. ¿La maravilla de la madre naturaleza por fin sintiéndose en su hábitat? ¿El terror de pensar que las calles de París nunca más volverían a ser nuestras? ¿Una posible convivencia naciente, entre animales y humanxs, gracias a la pandemia? Preguntas sin respuesta, e incluso preguntas que nunca fueron formuladas, por la sobreinformación que sólo da lugar a respuestas superficiales, representadas en “me gusta” y “compartir”.
La juventud carpincha, que comienza difundiendo sobre la destrucción del territorio y protección del ecosistema, termina compartiendo memes del cuerpo del Che Guevara editado con cara de carpincho, ¿Qué lucha puede ser seria, si se convierte en un story gracioso de Instagram? ¿Una cosa quita a la otra?
Sea cual fuere nuestra verdadera reacción tras ver a filas de patos danzando por las calles y los lagos de Venecia (¡Que sin turistas son celestes!), la conclusión concreta es una: los animales salen cuando lxs humanxs no están. Entonces, ¿Quienes son los invasores? No hay mejor momento que el presente para este planteo. Bien lo saben lxs habitantes de Nordelta, con sus piletas “contaminadas” y sus jardines destrozados por la aparición, o mejor dicho re aparición, de los carpinchos, en el territorio que alguna vez fue suyo.
Y de nuevo ahí, en donde hay un problema ecológico y, si se quiere, una lucha política y territorial, la juventud revolucionaria llega a la trinchera para, en primera fila, difundir a través de stories de Instagram. La juventud carpincha, que comienza difundiendo sobre la destrucción del territorio y protección del ecosistema, termina compartiendo memes del cuerpo del Che Guevara editado con cara de carpincho, ¿Qué lucha puede ser seria, si se convierte en un story gracioso de Instagram? ¿Una cosa quita a la otra? ¿O será este el nuevo camino para generar consciencia social?
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Todo se convierte en polvo… o en meme
Las redes sociales son la nueva forma de generar concientización. Por eso sirve, y mucho, difundir información sobre los humedales y la invasión que fue, en su momento, la construcción de Nordelta. Pero las redes son también el foco de los memes que todo lo transforman en banal y ridículo. Los consumos de la juventud son tan erráticos como un perfil de instagram. Tal vez eso se deba, justamente, a que no existen ya fuentes absolutamente confiables o es muy difícil saber buscarlas. Debido a esto, toda información adquirida proviene de algo compartido por alguien.
Para salvar al mundo también se necesita consumir información y datos confiables, antes de difundir. En una generación nacida con twitter, que obliga a explicar las noticias más fundamentales en tan solo 250 caracteres, la certeza de los datos queda en un segundo plano. Y entonces, todas las luchas parecen convertirse en polvo, o en memes, cuando llegan a nuestros celulares. Esta es la complejidad persistente en el mundo de la sobreinformación: nuevas luchas políticas, quejas y difusiones se gestan todos los días y tienen alcance internacional, por lo que se hace muy difícil tener continuidad con alguna de todas ellas.
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Esta es la complejidad persistente en el mundo de la sobreinformación: nuevas luchas políticas, quejas y difusiones se gestan todos los días y tienen alcance internacional, por lo que se hace muy difícil tener continuidad con alguna de todas ellas.
El celular es el primer lugar en ser visitado, por nuestro cerebro, a la mañana y en ese primer vistazo, con un ojo abierto y otro cerrado aún por el sueño, nos topamos con 10 causas nuevas por las cuales pelear, o a las cuales derribar, o difundir, etc, etc. Entonces, ¿Cómo elegimos por qué luchar? ¿Cómo se lucha en un mundo regido por Instagram? ¿Difundir posteos es suficiente? ¿Quedará todo plasmado en las pantallas o se llegará a concretar algo de todo lo publicado en redes?
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Una cultura de lo sano: vegetarianxs y bicicleterxs
Más allá del estado de confusión y agobio que genera esta indiscriminación de noticias, fakes news y demás, algunas cosas sí se consiguieron, debido a una juventud que busca proteger el planeta. Estadísticas de la página web del Gobierno de la Ciudad muestran la evolución del uso de bicicletas. Estas revelan que, entre 2019 y 2020, los viajes diarios en ciclovías aumentaron de 300.000 a 400.000. Y si se toma al año 2013, desde que se empezaron a realizar estos informes, el número subió de 150.000 a 400.000.
Esto manifiesta que “el boom de las bicicletas” que parecía haberse dado en pandemia, por la obligación de salidas al aire libre, es en verdad un logro que se viene gestando desde hace años. Otro triunfo de la juventud -mérito que comparte con la inflación de los precios- es la disminución notable del consumo de carne. Las estadísticas del IPCVA, Instituto de promoción de carne vacuna en Argentina, demuestran la caída en los porcentajes de kilogramos consumidos de carne vacuna por habitante.
Además de demostrar una concientización en la dieta y una cultura de lo sano cada vez más asentada (e inexistente en previas generaciones), esto es también un enorme avance en el cuidado del medioambiente.
Los números muestran que en 2017, el consumo por persona era de 57,5 kg. En lo que va del 2021, el promedio por habitante es de 43,4 kg y, el promedio final del 2020 fue de 50,0 kg de carne vacuna por persona. En la misma página del IPCVA están disponibles estos datos desde el año 1958, en el cual se consumían casi 100 kg de carne vacuna por habitante.
Además de demostrar una concientización en la dieta y una cultura de lo sano cada vez más asentada (e inexistente en previas generaciones), esto es también un enorme avance en el cuidado del medioambiente. En principio por la protección de los animales y, luego, por evitar los daños colaterales de la producción con carne vacuna. Estos incluyen selvas y bosques destruidos, y prendidos, para plantar la comida de las vacas, criadas para el matadero.
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Salvar y matar
Los consumos jóvenes matan y salvan el mundo al mismo tiempo. En consumos se debe incluir: instagram, comida vegana, tik toks, bicicletas, encuestas de twitter, datos concretos, fake news… y todo lo errático que el día a día nos puede llevar a consumir (casi tan aleatorio como un story de Instagram). Toda esa lista (que, además, se queda corta), pasa por alto un gigante consumo, dañino para el medioambiente y perjudicial para el bienestar físico y psicológico. Un consumo asimilado, que genera un alto porcentaje de contaminación ambiental: la demanda de electricidad.
Los consumos jóvenes matan y salvan el mundo al mismo tiempo. En consumos se debe incluir: instagram, comida vegana, tik toks, bicicletas, encuestas de twitter, datos concretos, fake news… y todo lo errático que el día a día nos puede llevar a consumi
Ya sea la energía utilizada para la actividad industrial o el consumo de electricidad doméstico, esta es una demanda constante y totalmente necesaria. Tanto para las grandes industrias, que mantienen la vida capitalista a flote, como para el día a día de todxs, regido por un celular y una computadora.
Es dentro de este mundo tecnológico y consumidor constante de energía, en el que todxs tenemos un dispositivo conectado a una red (todo el tiempo), en donde pudo ser posible la dinámica errática de las redes sociales. Una que instala el estilo de vida aleatorio y sobrecargado, con posteos y difusiones nuevas, publicadas en milésimas de segundos. Pero esta dinámica conlleva una gran contradicción. Las luchas son desestimadas y la información importante, opacada por posteos jugosos. Al mismo tiempo, la posibilidad de difusión genera alcance y concientización de las luchas más nobles.
La aleatoriedad dentro de las redes es tan contradictoria como el impacto que generan en nuestra sociedad, sobre todo en nuestra juventud, que vive dividida, salvando y matando. Posteando memes y noticias sobre deforestación, al mismo tiempo. Andando en bicicleta, escuchando música en auriculares, con ondas electromagnéticas arriba de la cabeza.
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