Lo que cambia con el nuevo contenido, impulsado por la instalación definitiva del feminismo en la sociedad, es cómo se plantea la mirada espectadora y, sobre todo, el momento de consumir contenidos eróticos. Se podría pensar como una oferta concientizada y es así como se llamó varias veces a la obra de Erika Lust. ¿Qué lugar tiene la seducción en una sociedad capitalista? El lugar de Only fans y el porno feminista.
Un nuevo porno… O ¿Una nueva forma de mirar porno?
Bajo la máscara del deseo se esconde una de las industrias más millonarias del mercado: la pornográfica. Con promesas de placer y la posibilidad de materializar los fetiches más personales, en una duración de pocos minutos, los videos porno construyeron un imperio. Pero este reino ideal, que nace en los 50 con Marilyn Monroe en la portada de la primera Playboy, empieza a desgastarse con el furor de las redes sociales, el material que estas ofrecen y, más que nada, con un nuevo tipo de obra pornográfica, que busca construir espectadores distintos.
El porno actual (¿Milennial? ¿Centennial? ¿Inclusivo? ¿Feminista?), aún amorfo e indefinido, no tiene el objetivo de mostrar mayor diversidad: se sabe que en las páginas eróticas hay una sobreoferta de todos los tipos de cuerpos, videos y fotos, hechos casi a medida para todos los gustos y caprichos. Todas las categorías ya existen en el imperio que Hugh Hefner nos dejó. La verdadera tierra prometida.
Ya no es más, o al menos se apunta a que no sea, una acción escondida, una descarga. El nuevo porno tiene un espacio de verdad, no creado únicamente para resolver antojos ni cumplir deseos lejanos, sino para mostrar algo real.
Lo que cambia con el nuevo contenido, impulsado por la instalación definitiva del feminismo en la sociedad, es cómo se plantea la mirada espectadora y, sobre todo, el momento de consumir porno. Ya no es más, o al menos se apunta a que no sea, una acción escondida, una descarga. El nuevo porno tiene un espacio de verdad, no creado únicamente para resolver antojos ni cumplir deseos lejanos, sino para mostrar algo real. Se podría pensar como una oferta concientizada y es así como se llamó varias veces a la obra de Erika Lust: un porno consciente.
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Lust es una directora de contenido erótico con su propia productora, Lust Cinema, y cuatro plataformas de streaming pagas (entre 70 y 100 dólares por año y la posibilidad de un “video de prueba” gratis). La creadora se enfoca en hacer películas porno feministas. Feminista no solamente por retratar el placer y el orgasmo de las mujeres, sino porque se libera del patriarcado de los videos X clásicos. Un patriarcado que se oculta tras la forma del deseo: no hay un verdadero encuentro sexual, un dar y recibir real, sino plena, total, constante (y rápida) satisfacción. Para la industria pornográfica clásica, el acto muere en el (siempre conseguido y casi siempre masculino) orgasmo.
¿Podrá excitar un porno cercano a la realidad? ¿Los videos X clásicos triunfaron porque eran una fantasía inalcanzable? Pero entonces, ¿Quién construyó nuestra fantasía?
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La obra de Lust, que nace en 2005 con un corto gratis en Blogspot (The good girl), no solo busca traer una visión feminista, sino construir una nueva forma de mirar porno. Un consumo con tiempo y dedicación, de videos que además del sexo, muestran besos, caricias y encuentros que no se esfuman en el orgasmo, en donde el diálogo existe e importa. En definitiva, un contenido que se asemeja al sexo real.
Para una sociedad (mal) acostumbrada a cumplir sus deseos eróticos en videos efímeros: ¿Podrá excitar un porno cercano a la realidad? ¿Los videos X clásicos triunfaron porque eran una fantasía inalcanzable? Pero entonces, ¿Quién construyó nuestra fantasía?
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El beboteo capitalista
Como lo real se metió en el porno, el porno se metió en lo real. Lo que antes eran fotos de Penthouse o Playboy comercializadas a altos precios, ahora son storys de Instagram al precio de reacciones y “me gusta”. El inicio de Instagram está plagado de fotos eróticas, o nudes, que se exponen gratis a todo el mundo. Y esto es la semilla de una emergente industria universal, instantánea y multitudinaria y … ¿Pornográfica? Todes ven todo de todes.
Ya no hay que entrar a una página y hurgar en categorías caprichosas para encontrar los tesoros más preciados. Solo basta con abrir una red social y, sin mucha búsqueda, toparse, casi de casualidad (si se deja de lado al algoritmo que todo lo sabe) con el video o la foto exacta para llegar al placer.
para empezar a moldear esta nueva industria, esta nueva forma de pornografía, para darle una entidad más rentable, aparece Only Fans: la nueva plataforma de contenido pornográfico.
Entonces, ¿Por qué permitir que esto sea gratis? Los perfiles más codiciados de Instagram, con miles de seguidores, suben un contenido de alta calidad, gratuito. Y ahí, para empezar a moldear esta nueva industria, esta nueva forma de pornografía, para darle una entidad más rentable, aparece Only Fans: la nueva plataforma de contenido pornográfico.
El nude vergonzoso más insinuante que explícito, el beboteo tímido, el video erótico sin mostrar la cara para ocultar la identidad, ahora son rentables. Para quien desea generar un ingreso a través de su contenido, este es un servicio de lujo. Pero, ¿Es libertad o es capitalismo? Subir fotos eróticas puede ser un hobby, una forma de mostrarse, pero si se puede hacer por plata, se convierte en un trabajo y, entonces, ¿Por qué no hacerlo? Esta nueva forma de trabajo sexual, que no oprime a sus trabajadores, ¿Es el capitalismo deformando el placer del erotismo o es la prueba de que algunas cosas es mejor no regalarlas?
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«Lo hago porque quiero, porque me divierte y porque gano buen dinero»
Eso responde @anadevin sobre su trabajo en Only Fans. “Es un nuevo consumo de pornografía. Estás pagando contenido de alguien que querés ver y que te gusta. Y esa persona no está obligada a nada.” En el factor de la libertad de los trabajadores, que parece ser algo natural, un derecho básico, es en donde reside uno de los mayores beneficios de este nuevo servicio.
Belixario (usuario con el que figura en Only Fans), es otro trabajador de la plataforma, que expresa: “es una red social en la que uno genera un público (ya sea pago o gratuito) y dentro de cada perfil cadx cual es su propix jefx, por su puesto. Unx tiene el poder de decidir que quiere vender y cómo (…) No es más que un Instagram sin censura, donde se paga por ello. La gente regala nudes, yo las cobro, amor…”.
Los creadores de contenido de Only Fans no están sometidos a las terribles condiciones que existen en otras formas de trabajo sexual. Desde sus casas pueden generar contenido rentable aunque, no siempre, llegue a reemplazar el valor y la seguridad de un ingreso estable.
Los creadores de contenido de Only Fans no están sometidos a las terribles condiciones que pueden existir en otras formas de trabajo sexual. Desde sus casas pueden generar contenido rentable aunque, no siempre, llegue a reemplazar el valor y la seguridad de un ingreso estable. En ese sentido, @anadevin explica que, en su caso, sus ganancias no sustituyen un sueldo porque no puede dedicarse diariamente “es una buena cantidad de dinero que me ayuda con otros trabajos (…) yo tengo una hija, trabajo en un estudio de tatuajes y hago una obra los fines de semana. Only Fans es un trabajo diario, que si no le das pelota te bajan los suscriptores y la gente no te compra.”
En cuanto al contenido que circula en la plataforma, alejado de las categorías establecidas y la oferta indiscriminada de las páginas porno clásicas, Belixario expresa: “hago contenido personalizado para quienes me lo piden, me parece lo más divertido. Aparte, es lo que mejor se paga, porque es personalizado y especial para esa persona. Según lo que te pidan vos le pones el precio.”
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Hay entonces un diálogo, una posibilidad de personalizar el deseo y de no dejarse invadir por lo que internet impone. Una nueva forma de porno que no se construye desde arriba, desde un lugar desconocido, mostrando videos machistas que se trasladan a la realidad. Por el contrario, el contenido de Only Fans se construye desde abajo, del deseo personal del cliente o de lo que el trabajador quiere mostrar de sí mismx.
“Es un trabajo digno” expresa @anadevin, “hay mucha gente que piensa que este trabajo no es digno… pero es algo ancestral, medieval casi, la idea de que a la puta hay que matarla a piedrazos. Y todo el mundo consume pornografía: mujeres, hombres, gente no binarie, trans, sacerdotes, abuelxs… todes. Entonces es absurdo que se siga juzgando.”
“Me pasó que de alguna manera un video porno mío llegó a manos de mi abuela, o sea, fuertísimo. ¡Pero ya está! Me la banco, si es lo que hago, lo que me gusta, me voy a encargar de que no vuelva a suceder lo anterior».
Y debido a este juicio, también construido desde arriba, de la sociedad patriarcal que define y critica el deseo sexual, es que todavía existen ciertos peligros para estos trabajadores. “Lo único que le puede hacer ruido a la gente es «¿Y si se viraliza?» Ojalá se viralice y obtuviese mucho rating”, responde Belixario cuando piensa en los riesgos de tener una cuenta de Only Fans.
En la misma línea, agrega: “me pasó que de alguna manera un video porno mío llegó a manos de mi abuela, o sea, fuertísimo. ¡Pero ya está! Me la banco, si es lo que hago, lo que me gusta, me voy a encargar de que no vuelva a suceder lo anterior. También es un cachetazo para las viejas generaciones que no entienden nada cuando ven que las nuevas lo tienen tan naturalizado y aceitado *guiño *guiño”.
@anadevin también opina que, de alguna forma, ya cruzó la barrera del miedo a la viralización: “No me molesta que mi contenido se viralice hoy y si se viraliza mañana y me da pudor bueno, es un trabajo más como todos los trabajos que hice. Y muchos otros me dan mucha más vergüenza que hacer esto.”
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El deseo hablado
Dentro de esta burbuja naciente y amorfa, que desmonta la sobreoferta del porno clásico, surgen nuevas preguntas, mucho más complicadas de abordar que la clásica “¿Qué categoría quiero ver hoy?”. Al acercar la ficción erótica a un encuentro factible, tanto los pedidos personalizados en plataformas, como los encuentros sexuales reales se abren a modificaciones: qué se desea y cómo se desea, cómo hacer para que le otre sepa lo que se quiere, cuándo, cuánto. Las nuevas formas de consumir, de masturbarse, de buscar el placer y el erotismo en soledad, traen nuevas preguntas a la hora de compartir.
Hace muy poco, con un furor que llegó desde Últimos Cartuchos (el programa de Vorterix conducido por Migue Granados y Martín Garabal), se nos presentó Cecilia Ce (@lic.celiace). Psicóloga, sexóloga y muy buena comunicadora, la licenciada hacía columnas aisladas como invitada en el programa de radio, en las que hablaba de fantasías, relaciones abiertas, problemas de duración, erección, lubricación y mucho más (disponibles en el canal de YouTube de Últimos Cartuchos). Además de información concreta, otorgada desde un lugar profesional y con experiencia, Cecilia Ce trajo algo mucho más valioso: la consciencia de que hablar, antes, durante, después y siempre, sobre sexo y deseo, aumenta el placer.
El tabú, que también acompaña la forma clásica de mirar porno rápido y a escondidas, existe también (y quizás más) a la hora de comunicarse con una pareja sexual, con amigues, con une misme.
El tabú, que también acompaña la forma clásica de mirar porno rápido y a escondidas, existe también (y quizás más) a la hora de comunicarse con una pareja sexual, con amigues, con une misme. Aquella fantasía capitalista, la tierra prometida plagada de ofertas irreales, el erotismo de lo oculto y la falta total de responsabilidad afectiva construyeron muros que impidieron a la sociedad hablar del placer. Ese silencio es, también, el que moldea una aspiración inalcanzable y, por lo tanto, que priva al mundo de encuentros sexuales disfrutables.
Parece ser que esta sociedad, centennial, tecnológica, hiper expuesta y demandante, puede ser muy poderosa si es consciente de su propia sobreoferta. Negocio o no, por placer, por trabajo o por ambas, para pocos o para todo el planeta, las nuevas opciones pornográficas nacen desde un deseo construido por el diálogo y la comunicación constante. Desde un impulso real que se traslada a la ficción y no una ficción que muestra algo irrepetible. Así que bienvenido el porno feminista, el beboteo gratis, el beboteo pago, Only Fans y este nuevo universo de posibilidades para explorar: un mundo de sensaciones.
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