En Los Teresos (Blatt & Ríos, 2021), Fabián Casas vuelve a demostrar que el problema no es insistir sobre una obsesión literaria, sino que lo importante es encontrar siempre un enfoque novedoso para hacerlo. En esta obra de teatro que se lee como una novela muy breve o un poema muy largo, se tratan dos de los grandes temas de la actualidad: el exceso de nostalgia y la falta de comunicación. (Foto: Soledad Amarilla / Ministerio de Cultura de la Nación).
Una de las características principales de la «Antipoesía» -esa corriente que fundó Nicanor Parra a mediados de la década de los 50 en Chile y que con el paso del tiempo se extendió por toda la poesía hispanoamericana- era su obsesión por retratar uno de los problemas principales de una sociedad capitalista e industrializada: la falta de comunicación. Cerca de siete décadas después, Los Teresos (Blatt & Ríos, 2021) de Fabián Casas sigue dando vueltas sobre esa constante de la vida contemporánea: hablar solos con el pasado más que con los demás en el presente.
A partir de una obra de teatro breve -género en el que a había incursionado en 2018 con Luis Ernesto llega vivo, también por Blatt & Ríos-, Casas vuelve a demostrar su habilidad para moverse entre registros y llevándose siempre consigo lo mejor de cada uno. En el caso de Los Teresos, nos encontramos con una obra que bien puede ser leída como una nouvelle o como un poema extenso, de esos que no son sencillos de compartir en redes sociales pero que sí se pueden transmitir en vivo como una verdadera experiencia literaria.
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A partir de una obra de teatro breve , Casas vuelve a demostrar su habilidad para moverse entre registros y llevándose siempre consigo lo mejor de cada uno.
«Nosotros tenemos la respiración de la angustia, que es hasta acá (le muestra) y después está la respiración de la liberación, que es hasta acá. De a poco te acostumbrás», le dice la vendedora inmobiliaria al interesado en comprar la propiedad en la que transcurre toda la obra. A partir de personajes que parecen hablar solos todo el tiempo, la obra se mueve dentro de ese terreno incómodo y lleno de ripio que es la falta de comunicación: una persona que tiene un GPS constante en la cabeza quiere comprar una casa a una familia que pasó ahí sus mejores años pero que ya no soporta vivir del pasado. La vendedora inmobiliaria, mientras tanto, no puede procesar el presente en el que vive y solo puede pensar por objetivos.
En cierto punto todos están en la búsqueda de esa tierra prometida que es una casa que «tiene la particularidad que se agranda y se achica a tu antojo, cuando la recorrés. Si estás de buen talante, expansivo, la casa es inmensa, y si estás tímido o apachurrado, la casa se achica y te acobija». Algunos no pueden con su recuerdo, otros no pueden con su ausencia. En el medio, situaciones que pueden no tener sentido desconectadas entre sí, pero que en el guion de una vida cumplen un rol esencial.
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Otro de los ejes centrales de Los Teresos es la lucha contra la nostalgia. La familia Tereso, aquellos que quieren vender la casa, no pueden dejar de recordar la época en la que vivieron los años de mayor potencia e intensidad. El presente es una mala copia de ese brillo, por lo que es mejor dejar atrás y quedarse con los buenos tiempos. Después de todo, Teresa Tereso lo deja bien en claro hacia el final de la obra: «Este jardín fue una parte de nuestras vidas y espero que también de la tuya. Como todo jardín, necesita de cuidado y amor».
El encargado de cuidar ese jardín, de volver a traerlo al presente, es Alexander Linshepir, una persona que fuma porro sistemáticamente para callar la voz de GPS que le indica todo el tiempo qué tiene que hacer para no alejarse de sus objetivos y cumplirlos de la manera más eficiente. Como escribió Rebecca Solnit en Una guía sobre el arte de perderse (Fiordo, 2020), vivimos en una sociedad que no tolera la pérdida. «La pregunta, entonces, es cómo perderse. No perderte nunca es no vivir, no saber cómo perderte acaba contigo, y en algún lugar de la tierra incógnita que hay en el medio se extiende una vida de descubrimientos«, se lee en el libro de Solnit y bien podría aplicar para los personajes de Los Teresos que buscan a tientas puntos de referencia en un terreno que se mueve todo el tiempo.
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El presente es una mala copia de ese brillo, por lo que es mejor dejar atrás y quedarse con los buenos tiempos. Después de todo, Teresa Tereso lo deja bien en claro hacia el final de la obra: «Este jardín fue una parte de nuestras vidas y espero que también de la tuya. Como todo jardín, necesita de cuidado y amor»
Este nuevo libro de Fabián Casas es, en definitiva, un nuevo acercamiento a las obsesiones literarias de uno de los autores más representativos de la literatura argentina contemporánea. La lucha contra la nostalgia del pasado, el desafío por no convertinos en autómatas que solo saben cumplir objetivos como apps que optimizan rendimientos y la necesidad de plantear una vida que valga la pena ser vivida, recorren los poemas, cuentos, novelas, ensayos y también las obras de teatro de un autor que conoce el viaje del salmón: moverse contra corriente muchas veces es la única manera de llegar a salvo a casa y hablar -realmente- con los demás.
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