El 7 de julio se celebró en Argentina, como cada año, el “Día Nacional de la Conservación del Suelo” y La Primera Piedra conversó con el colectivo ambientalista Tinta Verde para advertir sobre las problemáticas que existen en Argentina vinculadas a la degradación y conservación de los suelos. «Todas las consecuencias de este modelo las estamos viviendo a través de las grandes sequías, inundaciones e incendios», manifestó Florencia Yanniello, una de sus fundadoras.
Por Julieta Escat
La sociedad se encuentra ante un momento clave en relación al medioambiente y fechas como El “Día Nacional de la Conservación del Suelo” buscan visibilizar aún más la situación crítica ecológica. Esta conmemoración tuvo su origen en un decreto del Poder Ejecutivo Nacional que data del año 1963, y surgió como un homenaje hacia Hugh Hammond Bennett, un agrimensor e investigador estadounidense que publicó numerosos estudios sobre la erosión de los suelos.
Entre los trabajos de Bennet, figuraba el artículo “Erosión del suelo: una amenaza nacional” (1928), difundido por el Departamento de Agricultura de Estados Unidos. Además, gracias a sus investigaciones, se creó en 1933 el “Servicio de Conservación de Suelos” como parte del Departamento del Interior de Estados Unidos, lo que posibilitó el debate sobre los procedimientos agrícolas que se estaban realizando hasta ese momento y que ocasionaban un gran daño sobre la superficie terrestre.
Es interesante que exista alguna efeméride cada tanto relacionada a lo ambiental porque obliga a que la agenda de los medios masivos tenga lugar para hablar de estos temas, aunque es una responsabilidad de los medios de comunicación y de los gobiernos tener esto en agenda todo el tiempo, porque es gravísimo lo que está pasando.
Florencia Yanniello es Doctora en Comunicación y fundadora del colectivo ambientalista Tinta Verde, actualmente conformado también por los periodistas Daiana Melón y Benjamín Rocca y por la abogada Verónica Urbina, que es especialista en Derecho Ambiental. En conversación con La Primera Piedra, Yanniello contó cómo se desarrolló el espacio con el correr de los años, y puso en evidencia una serie de controversias sobre el medioambiente que merecen ser debatidas ampliamente en Argentina.
«Lamentablemente lo que mueve es el poder y el dinero de grandes empresas multinacionales y locales. Los gobiernos nacionales y provinciales tampoco tienen la decisión política de endurecer las legislaciones y controlar más. Se pueden hacer pequeñas acciones que terminan siendo parches o paliativos, pero si no hay un debate real y concreto en cuanto a una transición energética y una transición de ese modelo de desarrollo agrícola e industrial, no van a haber cambios. «, manifestó una de las referentes de Tinta Verde a esta revista.
(Te puede interesar: Tres documentales ambientalistas que hay que ver sí o sí)
— ¿Cuándo, cómo y por qué surgió Tinta Verde?
— Surgió en 2008 como una agencia de noticias ambientales, en su momento. Lo fundamos con un grupo de estudiantes de Periodismo de la Universidad de La Plata, con el diagnóstico de que faltaban medios de comunicación especializados en el tema ambiental y, en principio, armamos un blog y una agenda de coberturas regionales, de a poco también abarcando La Plata, provincia de Buenos Aires y algunas problemáticas más a nivel nacional, y armamos un boletín, un newsletter, que enviábamos una vez por mes. En ese momento éramos unas diez personas, con los años fuimos creciendo como espacio y nos empezamos a vincular con otros medios alternativos, comunitarios y populares como el nuestro. Ya algunas de nosotras —en ese momento éramos todas mujeres— veníamos de algunas experiencias de militancia ambiental en distintos lugares, de haber formado parte de asambleas o de organizaciones vecinales en las localidades donde vivíamos. Entonces veníamos con esa inquietud y esos primeros años estuvieron más centrados en la problemática local de La Plata y alrededores, nos relacionamos con organizaciones ecologistas de la región y empezamos a ser una herramienta de difusión de estos temas.
Como periodistas, tomamos la idea y el legado de Rodolfo Walsh, que dice que los periodistas tenemos que tener la capacidad de dar testimonio en momentos difíciles
— ¿Cuándo sintieron que se fortaleció el proyecto?
— El grupo empezó a crecer y a hacerse conocido en La Plata, empezamos a sentirnos parte de muchas de las luchas de las agrupaciones ecologistas, y entonces el rol estrictamente periodístico fue mutando y empezamos a tener participación activa también en esas causas, como acompañar a vecinos y vecinas que estaban reclamando por un basural a cielo abierto o de sumarnos a alguna movida por el agua en algún barrio. A finales de 2009 nos sumamos a la Unión de Asambleas de Comunidades (UAC), espacio asambleario que reúne a muchos colectivos ecologistas de distintos lugares de Argentina, y participamos de la Comisión de Prensa de la UAC hasta el día de hoy, y ese fue un paso para conformarnos no sólo como medio de comunicación sino también como organización. Además, formamos parte de la Red Nacional de Acción Ecologista (RENACE).
— Publicaron el libro “Testimoniar las resistencias” (La Caracola, 2015), ¿de qué trata?
— Sí, en 2015 cumplimos siete años y editamos ese libro, que es una compilación de todos nuestros artículos y crónicas de esos años, y tiene notas vinculadas a problemáticas ambientales regionales del Gran La Plata, de Buenos Aires y algunas relacionadas con cuestiones nacionales, como el modelo de desarrollo, la minería, agrotóxicos, grandes emprendimientos hidroeléctricos, y también las redes de resistencias de las organizaciones y asambleas ecologistas. Le pusimos “Testimoniar las resistencias” porque, como periodistas, tomamos la idea y el legado de Rodolfo Walsh, que dice que los periodistas tenemos que tener la capacidad de dar testimonio en momentos difíciles, así que nos pareció que estaba bueno poder hacer esa compilación y testimoniar las resistencias de la comunidades que viven en lugares afectados por estos conflictos ambientales tan tremendos y que le ponen el cuerpo. En 2018, cuando cumplimos diez años, hicimos una pequeña edición artesanal de las crónicas y artículos que quedaron por fuera de ese primer libro, y ahora estamos en el proyecto de hacer una publicación actualizada de los dos libros juntos.
(Te puede interesar: 20 frases de Rodolfo Walsh: dar testimonio en momentos difíciles)
— El 7 de julio fue el “Día Nacional de la Conservación del Suelo”: ¿Qué problemáticas cree Tinta Verde que existen hoy en día vinculadas a la degradación de la tierra? ¿Qué dicen al respecto los expertos con los que Tinta Verde tiene contacto?
— La opinión que tengo sobre esto es que, por un lado, es interesante que exista alguna efeméride cada tanto relacionada a lo ambiental porque obliga a que la agenda de los medios masivos tenga lugar para hablar de estos temas, aunque es una responsabilidad de los medios de comunicación y de los gobiernos tener esto en agenda todo el tiempo, porque es gravísimo lo que está pasando. El modelo de desarrollo extractivo está avanzando en América Latina, y tiene sus cuestiones locales en Argentina, y lo importante es ver que todos los rostros del extractivismo tienen una matriz común, que es un modelo de desarrollo basado en la extracción masiva de materias primas y en una mirada del territorio como “zona de sacrificio”, una mirada absolutamente centralista, con una fuerte impronta de decisiones en Buenos Aires sobre lo que pasa en el resto de los territorios y las provincias con respecto a qué zona es sacrificable para ciertos usos.
— ¿Qué problemáticas ven con mayor urgencia?
— Las problemáticas que en Tinta Verde nos parecen más importantes vinculadas al suelo son la enorme expansión de la frontera agrícola y el uso de agrotóxicos a mansalva a gran escala, sobre todo en la zona centro, zona de Buenos Aires, La Pampa, el Litoral. Usamos la palabra “agrotóxicos” retomando la idea de las propias organizaciones y comunidades afectadas, de los “pueblos fumigados” como se llaman, para ponerle palabras a lo que, desde un ámbito técnico, se le dice “agroquímicos”, que son sustancias muy complejas para la salud de la población y de la Tierra, así que creemos que esta es la problemática más importante vinculada a los suelos. Y también, obviamente, la deforestación, sobre todo en las provincias del noreste. Aquí en la Patagonia tenemos un problema no solamente de deforestación, sino también de monocultivos de pino, por ejemplo. Muchas de las causas de los grandes incendios que estamos teniendo, como los que pasaron en marzo en la Comarca Andina del Paralelo 42, tienen que ver con el monocultivo de pino, que es un árbol exótico que genera una resina que no deja crecer otra flora por debajo, y que además es súper abrasador e inflamable cuando empiezan los incendios, así que estamos en esta zona también con esa preocupación, porque siempre que hay un monocultivo no se está dejando proliferar la biodiversidad natural de cada región, y eso siempre altera el funcionamiento de los territorios y la fauna.
Hay algunos pequeños impulsos por generar “agroecología” desde el Estado, más allá de los proyectos interesantísimos que hay de manera comunitaria, pero se sigue planteando una convivencia entre esos dos modelos, y la realidad es que es imposible que ambos convivan.
— ¿Qué consecuencias está dejando esta situación?
— Todas las consecuencias de este modelo las estamos viviendo a través de las grandes sequías, inundaciones e incendios. Me parece que estos son los grandes temas vinculados al suelo. El modelo de producción agrícola basado en el monocultivo de soja y en el uso abusivo de agrotóxicos está pasando en nuestro país hace mucho tiempo y no hay una proyección de que esto cambie. Hay algunos pequeños impulsos por generar “agroecología” desde el Estado, más allá de los proyectos interesantísimos que hay de manera comunitaria, pero se sigue planteando una convivencia entre esos dos modelos, y la realidad es que es imposible que ambos convivan. Lo sabemos por muchos técnicos, técnicas y científicos amigos: es imposible tener una huerta o una producción a gran escala agroecológica si en el campo vecino están fumigando con glifosato. Tiene que haber un cambio significativo y profundo. Nosotros tenemos contacto con el equipo que dirige el doctor Walter Pengue, que es un ingeniero agrónomo de la Universidad Nacional de General Sarmiento, que está trabajando en erosión, en desmontes y en las afectaciones del suelo por el uso de agroquímicos. El equipo también tiene trabajos interesantes del Centro de Investigaciones del Medio Ambiente de la Universidad de La Plata. La cátedra de Salud Socioambiental de la Universidad Nacional de Rosario también está muy comprometida con este tema, y todos nos dicen que el modelo de producción agrícola que tenemos es inviable para cualquier tipo de vida.
(Te puede interesar: Agrotóxicos en Argentina: 3 documentales que hay que ver)
— ¿Creés que la arquitectura sustentable —que se preocupa por conservar las condiciones originales de los suelos al momento de construir casas y edificios— debe difundirse más para paliar la degradación de la superficie terrestre?
— Nosotros tenemos el foco puesto en las cuestiones más a gran escala. Obviamente, está buenísimo lo de la arquitectura sustentable y todo lo que apunte a mejorar los impactos de las construcciones, e inclusive las cuestiones energéticas de las casas, está bueno empezar a pensar otras formas de calefaccionar. Toda esa corriente de la arquitectura me parece súper interesante, pero creo que lo más importante con respecto a la cuestión de los suelos es que se está construyendo sobre humedales, sobre zonas que son justamente reservorios de biodiversidad o de agua. Los humedales muchas veces se rellenan para hacer barrios, para hacer construcciones o emprendimientos inmobiliarios, y esas zonas son las que regulan el agua en un montón de ámbitos, y también por eso después pasa que cuando llueve muchísimo se inundan otras regiones, otros barrios, porque el humedal no está regulando el agua como debería. Pero más allá de la construcción, detectamos que los problemas más importantes son esos otros que te contaba. No tanto la discusión en torno a la construcción, que es real y en las grandes ciudades es un problema, pero digamos que si miramos el país, más allá de las concentraciones de las ciudades, las grandes extensiones de monocultivos y de la producción agrícola son lo más groso que está pasando en relación al uso del suelo.
Nos interesa acercar eso desde un lenguaje que las personas que no tienen información o un estudio sobre el tema o la capacidad de lectura de un informe técnico puedan entender. Y sobre todo, nos interesa que estén presentes las voces de las personas afectadas por este modelo de agricultura que estamos viviendo en Argentina.
— ¿Qué actividades ha hecho —o hace hoy en día— Tinta Verde para difundir esas problemáticas ambientales que recién mencionabas?
— Con Tinta Verde desde hace trece años venimos instalando, desde todos los medios posibles, todas las temáticas relacionadas al extractivismo y a la contaminación, no solamente la cuestión de los suelos. Venimos organizando actividades para difundir las consecuencias del uso de agrotóxicos y hemos generado charlas en distintos lugares con especialistas. Una de nuestras compañeras, Daiana Melón, tiene publicado su libro que se llama “La patria sojera”, en donde aborda todas estas cuestiones. También tenemos una gran cantidad de artículos difundidos que tratamos de hacer circular por ámbitos en donde estos temas no llegan. Trabajamos durante muchos años dando talleres de Educación Ambiental en varias escuelas primarias de La Plata, para discutir estas cuestiones con niños y niñas. Inclusive generamos un espacio de huerta y un taller para pensar la producción de alimentos de otra manera. Además, nos sumamos a todas las iniciativas que hay para frenar el avance del trigo transgénico y de este modelo de producción agrícola, que creo que es lo principal en cuanto a lo que hoy podemos pensar para la conservación del suelo. Nos articulamos con muchas organizaciones e institutos de investigación, siempre que podemos los acompañamos y difundimos los informes, actividades e iniciativas populares que salen de esos espacios. Esas son las cuestiones que nos interesa contar y también acercar eso desde un lenguaje que las personas que no tienen información o un estudio sobre el tema o la capacidad de lectura de un informe técnico puedan entender. Y sobre todo, nos interesa que estén presentes las voces de las personas afectadas por este modelo de agricultura que estamos viviendo en Argentina.
(Te puede interesar: Medioambiente: hacia una cosmovisión no occidental de la biodiversidad)
— Después de todos estos años de actividad ecologista… ¿Creés que las poblaciones están tomando más conciencia sobre el daño que el vertido de basura no-biodegradable, la deforestación y la actividad extractiva provocan en los suelos?
— Por un lado, veo más conciencia que hace unos años, más que cuando empezamos con Tinta Verde en 2008. En ese momento no había mucha inquietud ni proliferación de gente interesada por estos temas, nada más que un grupo de organizaciones o grupos de investigación de un par de universidades. La masificación de estos temas, por un lado, tiene que ver con un movimiento juvenil que está muy comprometido y preocupado por el futuro de nuestro planeta. Un movimiento, quizás, muy ligado al cambio climático, que también es una problemática súper importante pero más intangible para abordar, es más difícil concientizar sobre el cambio climático porque muchas veces a la gente le cuesta entender cuáles son las consecuencias concretas y locales del calentamiento global. Después veo que, en los últimos cinco o siete años de masificación del movimiento feminista, aparecieron sectores que, desde el ecofeminismo, empezaron a ver un punto de unidad entre el movimiento ambiental y el feminista. Creo que eso le dio un impulso a la difusión de los temas ambientales, así como también la presión de las asambleas y de las organizaciones que hace más de treinta años vienen instalando estas cuestiones para visibilizar en la agenda pública todo esto que está pasando. Investigadores e investigadoras también vienen desde hace muchas décadas insistiendo con estos temas. Pero a mí me parece importante no perder de vista que es mucho más que la separación de residuos y la responsabilidad individual, hay que poner esto en las coordenadas de un modelo de desarrollo extractivista a nivel nacional, de megaminería, de agrotóxicos, de grandes emprendimientos vinculados a los monocultivos y al fracking, de construcciones sobre humedales.
Me parece importante no perder de vista que es mucho más que la separación de residuos y la responsabilidad individual, hay que poner esto en las coordenadas de un modelo de desarrollo extractivista a nivel nacional, de megaminería, de agrotóxicos, de grandes emprendimientos vinculados a los monocultivos y al fracking, de construcciones sobre humedales.
—¿Qué es lo que habría que profundizar?
— Son problemáticas comunes a muchas provincias y me parece importante escuchar a las poblaciones, porque muchas veces se decide desde Buenos Aires si se va a implementar o no un determinado emprendimiento o si se va a explotar o no un yacimiento, y las personas que viven ahí no son consultadas ni escuchadas, y son quienes van a sufrir después las consecuencias. Así que creo que hay más conciencia, pero falta muchísimo, porque veo algunos avances desde lo discursivo en el gobierno, pero poco avance en lo concreto. Por un lado, se promueve una ley de Educación Ambiental y algunos proyectos de agroecología y, por el otro, se sigue fomentando la megaminería a gran escala en toda la cordillera y un modelo de agricultura con agrotóxicos. Entonces ahí hay algo para seguir indagando, difundiendo y luchando.
— ¿Por qué creés que tiene lugar esa contradicción entre la intención discursiva de paliar los desastres ecológicos y las medidas concretas que terminan dañando igual a los ecosistemas? ¿Puede relacionarse con que no estamos listos para cambiar nuestras formas de vida?
— Yo creo que hay dos cuestiones. Por un lado, la intención de ciudadanos y ciudadanas de poder hacer un cambio de vida radical, que realmente tenga algún impacto, por ejemplo, dejar de usar hidrocarburos para movilizarse o pasar a tener una conducta alimentaria que contemple el consumo de frutas y verduras solamente de estación. Si nos ponemos a pensar en cambios de vida radicales, puede ser que haya una dificultad para cambiar los hábitos. Pero también yo creo que hay una cuestión que es mucho más intensa y difícil de cambiar que es que no dejamos de vivir dentro de un país y de un modelo de desarrollo capitalista y extractivista. Y mientras el crecimiento y la economía del país estén motorizados por la extracción de minerales a gran escala, los hidrocarburos, la exportación de soja y trigo, no van a cambiar las cosas. Tiene que haber un cambio de políticas públicas, lamentablemente lo que mueve es el poder y el dinero de grandes empresas multinacionales y locales. Los gobiernos nacionales y provinciales tampoco tienen la decisión política de endurecer las legislaciones y controlar más. Se pueden hacer pequeñas acciones que terminan siendo parches o paliativos, pero si no hay un debate real y concreto en cuanto a una transición energética y una transición de ese modelo de desarrollo agrícola e industrial, no van a haber cambios. Eso es lo que consideramos desde Tinta Verde.
(Te puede interesar: “La vida del agua”: ¿somos conscientes de los recursos hídricos que hay en la Tierra?)