La desigualdad de género persiste en todos los sectores laborales. Pero ¿por dónde empieza esa disparidad? El poco acceso a la educación y la discriminación en ámbitos de investigación, de trabajo y en mercados ilegales, hacia mujeres, personas trans y travestis son algunos de los hechos que siguen agrandando la brecha. ¿De dónde se parte y hacia dónde se avanza?
La enorme injustica vigente en el ámbito laboral tiene su raíz en las brechas que existen para acceder a la educación. Estas, a su vez, están más presentes en los países pobres. La economía es un factor determinante: en las naciones con menos recursos hay una menor oferta educativa; sin embargo lo más influyente en la desigualdad de este ámbito son los mandatos culturales provenientes de una ideología machista que, aún en la actualidad, promueve que las mujeres se queden en sus casas y no puedan completar carreras universitarias.
La demanda por la igualdad educativa creció a medida que el movimiento feminista se hizo más fuerte, pero aún queda mucho por lograr. En principio, promover la Educación Sexual Integral (ESI) en todas las escuelas y que esta no solamente enseñe sobre reproducción y prevención, sino que también concientice sobre la violencia ejercida hacia las mujeres y personas de la comunidad LGTBQI +.
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Otro objetivo pendiente, dentro de la búsqueda de nivelación en la educación, sería achicar la brecha dentro de este ámbito: la disparidad en el nivel terciario. En países de América Latina, solo el 5% de las mujeres termina estos estudios y en países del Norte de África y Asia Oriental, el 0% (1). Esta segmentación educativa marca una grieta que crece y es solo el principio de los enormes obstáculos a los que las mujeres se enfrentan en áreas académicas y laborales. Tomando a la ciencia, el balance de género del CONICET (año 2016) demuestra que tan solo el 25% de mujeres llega a cargos de investigadores superiores.
Achicar la brecha dentro de este ámbito: la disparidad en el nivel terciario. En países de América Latina, solo el 5% de las mujeres termina estos estudios y en países del Norte de África y Asia Oriental, el 0%
La diferencia en estos números puede tener su base, justamente, en la poca cantidad de egresadas femeninas de carreras universitarias, en comparación con la masculina. Esto genera que las mujeres que tuvieron acceso a una educación justa e igualitaria entren en un ámbito cargado de estereotipos en el cual son minoría. La lucha académica para poder trabajar con condiciones equivalentes en investigación científica es también una lucha social y política.
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La verdadera dificultad para erradicar las barreras mencionadas es que no existe una norma que las determine, son desigualdades inmersas en el inconsciente de la sociedad, que crea y re01nueva estereotipos y prejuicios. Para seguir analizando el mismo camino, se debe profundizar en las injusticias del campo profesional: en Argentina, solo el 9% de los puestos CEO son ocupados por mujeres (2) y la brecha salarial nacional, en 2020, rondaba el 27%.(3) Estas cifras prueban, en conclusión, que el reducido porcentaje femenino que accede a puestos laborales se encuentra con una enorme disparidad en su remuneración.
Esta enorme diferencia en el ámbito profesional no es binaria: las personas trans sufren las mismas, o mayores injusticias: el 70% de esta parte de la población, en Argentina, no tuvo acceso a una entrevista de trabajo luego de asumir su identidad de género.(4)
Las injusticias en este mercado superan la precarización laboral, dado que las mujeres, travestis y personas trans se ven expuestas a políticas estatales, que llegan a ser injustas y violentas, descargadas casi exclusivamente, sobre ellxs.
Al tener en cuenta las dificultades educativas y los obstáculos en la vida profesional, las mujeres y trans muchas veces terminan en algún tipo de mercado ilegal. El narcotráfico es, igual que los ámbitos empresarial, político y científico, un trabajo en donde las figuras masculinas tienen el poder. Las injusticias en este mercado superan la precarización laboral, dado que las mujeres, travestis y personas trans se ven expuestas a políticas estatales, que llegan a ser injustas y violentas, descargadas casi exclusivamente, sobre ellxs.
Estadísticas demuestran que el 45% del total de personas apresadas por delitos de drogas no terminó el primario y el 80% no completó estudios secundarios.(5) Teniendo en cuenta la brecha existente en la educación, se puede concluir que la mayor cantidad de personas, dentro de esos porcentajes, son mujeres. Esta mayoría puede ser comprobada en números tomados de países de América Latina, por ejemplo, en Brasil la población encarcelada por narcotráfico es de un 27% en su totalidad, con un ascenso al 60% en mujeres.(6)
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Un trabajo en donde sí existe una mayoría de mujeres, travestis y personas trans es el trabajo sexual, pero este no tiene reconocimiento por parte del Estado. Argentina se rige bajo un sistema abolicionista, lo que significa que acepta la existencia de la prostitución, pero no la reconoce como un trabajo formal, por lo que no cuenta con los derechos que involucran al resto de lxs trabajadorxs.(7)
Esta criminalización y clandestinidad de la prostitución posibilita la explotación, la trata y la violencia: la Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina (AMMAR) expuso en 2015 cifras, demostrando que el 76% de las denuncias de trabajadoras sexuales están vinculadas a violencia ejercida por la policía.
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Existen estadísticas del Centro de Documentación y Situación Trans de América Latina y el Caribe (CeDOSTalc) que evidencian que el 85% de las personas trans femeninas desarrollan la prostitución como único medio para obtener ingresos
Más allá de la necesidad de condiciones dignas para aquellxs que eligen esa labor, existen estadísticas del Centro de Documentación y Situación Trans de América Latina y el Caribe (CeDOSTalc) que evidencian que el 85% de las personas trans femeninas desarrollan la prostitución como único medio para obtener ingresos.(8) Esto también prueba la discriminación existente que muchas veces empuja a esa parte de la sociedad a un ambiente laboral no deseado que, por responsabilidad del Estado, es uno hostil y violento.
En conclusión, ya sea en el ámbito educativo o laboral (cualquiera sea la índole de este último) la desigualdad permanece vigente. Derrotar la disparidad en la educación y el trabajo es una tarea más de la lucha política por la igualdad de género.
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1: Global education monitoring report gender review, Unesco 2018.
5: (http://cels.org.ar/drogas/capitulo3.html ).
6: https://www.tiempoar.com.ar/nota/las-mujeres-presas-por-drogas-una-problematica-silenciada ).
7: https://www.ammar.org.ar/IMG/pdf/estudio_discriminacion.pdf ).
8: https://aset.org.ar/2019/ponencias/21_Castro.pdf