Este fin de semana, Disney estrenó en Argentina Cruella, la película que cuenta el origen de la famosa villana que quiere robarse a los 101 dálmatas para hacer un abrigo de piel. Intentando encontrarle al personaje un ángulo más humano y conciliador, la película es recibida como «feminista» por centrarse en la historia de una mujer fuerte que lucha por lo que quiere y se lleva el mundo por delante, pero cae en los mismos estereotipos de locura y soledad que la industria del cine repite hace décadas. ¿Es posible un cambio de fondo en la forma en la se percibe la fortaleza de los personajes femeninos?
La industria cultural y el cine de Hollywood consolidaron muchos de los lugares comunes que dan sentido al mundo como lo conocemos: no crearon el amor romántico o la mística meritócrata de que todo es posible si lo deseas lo suficiente, pero sí les dieron un lugar de privilegio en los relatos que nos formaron como seres sociales en un mundo mediatizado. Las películas y sus personajes marcaron los límites de lo posible: más allá de esa línea imaginaria se rompe lo verosímil y se entra en el terreno de la fantasía. Entre todos esos lineamientos y estereotipos se encuentra uno que, sobre todo en los últimos años, ha cobrado especial relevancia: el de la mujer fuerte y exitosa, pero solitaria y eternamente rota por dentro.
La industria del cine parece haber escuchado los reclamos que exigían más presencia y protagonismo de personajes femeninos en la pantalla y eso llevó a que durante el último año se estrenaran títulos que presentan a mujeres poderosas en el centro de la escena. Ese cambio podría ser una luz de esperanza hacia el futuro de la industria. El problema es que muchas veces la respuesta a esa demanda se lleva a cabo reciclando ciertos lugares comunes del pasado y maquillándolos de un empoderamiento generalmente vacío de contenido.
Este fin de semana, Disney estrenó Cruella, una película que narra el origen de la famosa villana que sueña con robarse a los 101 dálmatas para convertirlos en un tapado de piel. Esta nueva historia acompaña a Cruella De Vil (o Estella, la persona detrás del personaje) en su infancia incomprendida, su juventud inestable y su sueño de triunfar como diseñadora de modas. Antes de convertirse en Cruella, Estella es una chica sencilla, compañera y con hambre de gloria que gracias a su talento logra un lugar al lado de la Baronesa, una famosa diseñadora que tiene el mundo a sus pies.
La Baronesa es el primer personaje que reproduce el estereotipo de la mujer exitosa en Hollywood: es despiadada, maltrata a sus empleadas y empleados, es admirada y temida por igual. No tiene familia ni amigos y está únicamente rodeada por un séquito de hombres débiles (su asistente, su abogado, su mayordomo) a los que manipula como títeres. Parece que la mujer poderosa jamás tendrá vínculos afectivos, como si hubiera tenido que renunciar a ellos en algún lugar de su camino al éxito profesional.
Sin mencionar detalles específicos de la trama, hay un momento de quiebre en el personaje de Estella que se consolida como el nacimiento de Cruella De Vil: el momento en el que la chica soñadora se convierte en villana. En el universo del cine, empoderarse es sinónimo de volverse malvada (y, por lo tanto, loca). Cruella decide tomar las riendas de su propia vida y llevarse al mundo por delante, pero en el camino comienza súbitamente a maltratar a sus amigos, convirtiéndolos en sus lacayos únicamente para cumplir su sed de venganza.
La película busca hacer sentir al espectador la adrenalina del empoderamiento instantáneo: de una escena a la otra, la chica sencilla y amable de repente se viste de negro, se calza unas botas extravagantes y sale al mundo sin que le importe nada más. Pero mientras se despliega una ambientación increíble de Londres en los años ’70, su actitud no tiene nada de la impronta punk o feminista que quieren darle: Cruella no quiere ir contra el sistema ni formar parte de un movimiento de transformación colectiva. La mueve la ira, la locura y la soledad de una mujer lastimada que oculta su dolor en la maldad de sus acciones.
Este año, otras dos películas muy comentadas que apelaron a esa adrenalina de la mujer fuerte y despiadada fueron Promising Young Woman (Hermosa venganza, según su título en Argentina) y I Care A Lot (Descuida, yo te cuido). Ambas protagonistas son cancheras y se llevan el mundo por delante, intentando transmitir ese concepto lleno de brillantina que es el girl power, pero que está lejos de ser un mensaje feminista. Ya hemos visto suficientes estereotipos de mujeres poderosas, solas en el mundo y medio locas, como si fueran el exacto opuesto a la ama de casa amorosa que deja todo por su familia. Es hora de que las protagonistas femeninas se empoderen en grupo, apoyadas en círculos afectivos y que promuevan un cambio de era que trascienda los límites de sus conflictos individuales. Ahí sí, aplaudiremos de pie.