Dos historias familiares que se definen en el juego entre lo oculto y lo explícito: Una familia bajo la nieve (Blatt & Ríos, 2021), la primera novela de Monica Zwaig, y Confesión (Anagrama, 2020), de Martín Kohan. La última dictadura cívico militar se retoma bajo relatos fragmentarios, incisivos y honestos para trasportar al lector a un pasado más presente que nunca.
Una familia bajo la nieve (Blatt & Ríos, 2021) la primera novela de Monica Zwaig, relata la historia de Harmonica, una joven nacida en Francia que busca reconstruir su historia familiar armada con retazos. En 1976, sus padres, exiliados de la dictadura cívico militar argentina, llegan con dos hijos a los suburbios de la capital francesa con el anhelo de empezar de cero. Un nuevo comienzo confeccionado a fuerza de olvido.
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Por años, la protagonista habita una historia a medias. Intuye que los cimientos de esa familia se construyeron sobre grandes silencios. Hasta que en la universidad, el azar la lleva a interiorizarse sobre los juicios de lesa humanidad en Argentina. Lo que ella no sabe es que aquello que llegó a su vida por casualidad es una pieza clave de su propio enigma.
“Nosotros nos críamos ahí, entre los monoblocks de los suburbios de Francia llenos de árabes y negros. Yo, de hecho, pensaba que éramos árabes. Pero no. Mi padre y mi madre son argentinos. Soy la primera de la familia que nació en Francia. (…)Cuando nació la más chiquita seis años después, mis padres compraron una casa hermosa en el medio de la nada, pero a solo diez cuadras de los monoblocks. Seguíamos siendo árabes de los suburbios, pero en una casa”.
Confesión (Anagrama, 2020) de Martín Kohan desgrana una historia familiar en tres hitos de su vida. El primer capítulo, “Mercedes”, narra la historia de Mirta Lopez-niña a través de sus confesiones parroquiales y sus deseos por un joven vecino llamado: Jorge Rafael Videla. El segundo, “Aeroparque”, cuenta los preparativos de un grupo de jóvenes revolucionarios para realizar un atentado contra un Videla adulto, en plena dictadura.
Por último, “Plaza Mayor”, retrata a Mirta Lopez, en un asilo de ancianos, quien le confiesa a su nieto un secreto sobre la historia de su padre. Un secreto que, cuando puede recordarlo, pareciera pesarle más que su propio cuerpo.
“…Mirta López, mi abuela, la que sería mucho después mi abuela, camisa blanca y pollera azul y una vincha elástica, también azul, sujetando y ordenando su pelo dijo así: he pecado, y a continuación: o creo que he pecado. Los verbos conjugados de esa manera, en pretérito perfecto, forma adecuada para la confesión y para todas las declaraciones solemnes (para las promesas el futuro: no volveré a hacerlo; para los pecados el pretérito perfecto: he mentido)”.
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Ambas novelas reconstruyen dos historias familiares que se definen en el juego entre lo oculto y lo dicho. En Una familia bajo la nieve, la protagonista es la narradora de la historia. Si bien en un comienzo su voz toma un tono aniñado acorde a la infancia que recrea, puede desentrañarse, a partir de algunos indicios del texto, que estamos frente a una narradora adulta, que ha dejado Francia e intenta recomponer su historia desde el punto de partida donde la perdió: Argentina.
“Nunca se mencionaba la palabra Argentina, salvo para hablar del dulce de leche que traían los abuelos cuando nos venían a visitar. Mis padres habían logrado borrar nuestros orígenes de la superficie. En lo profundo estaban esperando ahí para salir y brotar como las raíces de los árboles debajo de la tierra”.
En Confesión, la narración en tercera persona toma distintos puntos de vista, pero es el nieto de Mirta López, quien nos acompaña en la mayor parte del relato. Las confesiones van llegando interrumpidas y el lector debe ir recopilando, junto al protagonista, los fragmentos de la historia de los López-Saldaña. En la primera parte de la novela, “Mercedes”, se intercalan relatos del Río de la Plata, de un mundo subterráneo de la Ciudad de Buenos Aires, una realidad sumergida que en cualquier momento pareciera estar preparada para emerger y ebullir.
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“Nadie piensa en ese subsuelo. Nadie se fija. Hay que ver qué es lo que pasa arriba cuando lo sumergido emerge, cuando la ciudad clandestina socava a la visible, cuando el curso reprimido retorna hacia lo que reprime”.
Con escrituras directas e incisivas, ambas novelas visibilizan las repercusiones en dos familias del último golpe de estado. Dos familias que desde la figura del exilio reconfiguran sus historias. Historias de identidades fragmentarias, subterráneas, que perduran latentes para desafiar al olvido.