De la pandemia salimos, pero no mejores

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Aunque parezca atemporal, la imagen de Fernández, Kicillof y Larreta fue un suspiro de acuerdo del arco político para una sociedad afectada por una crisis sanitaria histórica. Pero fue tan sólo eso: la foto de una cercanía inexistente. ¿Qué cambió desde la llegada de la pandemia al país a este presente en el que todo debate cae en medio de la grieta?

Por Ignacio Martínez*



El 19 de marzo de 2020 ocurrió un suceso histórico en términos periodísticos y democráticos en Argentina. Ese día, la portada de los principales medios gráficos de todo el país fueron exactamente las mismas: “Al virus lo frenamos entre todos. Viralicemos responsabilidad. #somosresponsables”. La publicación del eslogan, hacía referencia a la campaña de concientización global por la cual la prensa decidió difundir una serie de cuidados sanitaros frente a la incipiente pandemia.

Esa misma noche, el presidente Alberto Fernández anunciaba el inicio del Aislamiento Social Preventivo Obligatorio (ASPO) para prevenir la propagación del coronavirus, y así evitar un colapso en el sistema de salud. La decisión fue tomada luego de haber recibido en la quinta presidencial de Olivos a la mayoría de los gobernadores de las provincias, incluyendo al Jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta.

A poco más de un año, medios, sociedad y políticos acordaban tácitamente un horizonte en común para “combatir” la pandemia y unir fuerzas mancomunadamente. El resto, es historia conocida por todes.

Salvando las distancias, ambos sucesos fueron bien aceptados mayoritariamente por la sociedad y la opinión pública. De hecho, la imagen de Alberto Fernández fue muy positiva, debido a que se destacó en haber tomado la decisión de iniciar una cuarentena anticipada frente al virus. A poco más de un año, medios, sociedad y políticos acordaban tácitamente un horizonte en común para “combatir” la pandemia y unir fuerzas mancomunadamente. El resto, es historia conocida por todes.

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Horacio Rodríguez Larreta, Alberto Fernández y Axel Kicillof juntos durante la primera ola de la pandemia. Foto: Télam


Aunque parezca atemporal, la imagen de Larreta, Kicillof y Fernández fue un suspiro de acuerdo del arco político para una sociedad afectada por una crisis sanitaria histórica. Pero fue tan sólo eso: la foto de una cercanía inexistente. Es que por más penoso que parezca, el dominante discurso de “grieta” -presente en el inconsciente de la población, y reproducida sistemáticamente por los medios-, se vio reforzado empíricamente por la negación imperativa de nuestros representantes políticos, quienes no han logrado consensuar un plan único en el manejo de la pandemia. Ya sea por intereses electorales, diferencias ideológicas, o ensañamientos judiciales, no pudo destacarse en estos últimos  tiempos, un ideal siquiera de acordar medidas en favor de la mayoría poblacional.

Lo que ocurre es que hay una falta de sensibilidad del discurso político en captar las realidades que se padecen en pandemia. Aquello que es innecesario e irrelevante para la ciudadanía, es la a vez un hecho innegable y oportunista de la actualidad: la politización del Coronavirus. “En política vale todo”, es una frase de hace añares, hecha de lugares comunes, y que, con tan sólo dos cercanos ejemplos, se refuerza. Un claro ejemplo es la puja por la presencialidad en las aulas.

Lo que ocurre es que hay una falta de sensibilidad del discurso político en captar las realidades que se padecen en pandemia. Aquello que es innecesario e irrelevante para la ciudadanía, es la a vez un hecho innegable y oportunista de la actualidad: la politización del Coronavirus.

Es evidente que la demagogia del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, al buscar convencer a su núcleo duro electoral, va a estar en contra de una decisión federal de suspender las clases presenciales. Certero, con su postura Rodríguez Larreta ha logrado mejorar su imagen política, en desmedro del presidente Fernández, y da el pie para que los medios hegemónicos  lo construyan como a un “valiente rebelde” que proclama por la autonomía de CABA, cual tiempos post virreinales.

El otro ejemplo es el plan de vacunación. Tildado de “fracaso”, el gobierno acordó en un comienzo la llegada de dosis de la vacuna Sputnik V, cuya efectividad es de las más altas a nivel mundial. A la fecha, Argentina está en el puesto 23 de países con mayor cantidad de vacunados, y es el primero en Latinoamérica en empezar a producir la Sputnik V. No obstante, a pesar de este acierto, la oposición planteó una militancia antivacuna que llegó a tildar de “veneno” a la vacuna rusa. No conforme, el regodeo mediático en los canales de TV y las sistemáticas opiniones en contra, han hecho del discurso antivacuna una reproducción que ha llegado a la población. Y esto hay que repetirlo las veces que sean necesarias: todo esto, aun padeciendo una pandemia.

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Viviana Canosa tomando Dióxido de cloro durante la pandemia


Así entonces, existe un desfasaje entre los líderes y la población, produciéndose una incertidumbre y falta de credibilidad en un momento que requiere todo lo contrario. Los representantes no están dando un mensaje que ayude a remediar uno de los peores pasajes de esta emergencia sanitaria que padecemos todos, unos más que otros. En este sentido, se desata una cuasi “guerra de bandos” en lugar de formar acuerdos para el cuidado de la ciudadanía, sobre todo, del sistema de salud. En efecto, hay una bajada de línea de enemistad que se reproduce discursivamente y naturaliza un conflicto de intereses personales, cual prueba de egoísmo político. Así, se hace difícil.

Si a la rosca política, la improvisación, y el discurso de odio, se le agregan la sobreabundancia mediática de información pandémica –infomedia-, el resultado es más que negativo. El rol de los principales medios periodísticos lejos ha estado de acercarse a esa utópica consigna de responsabilidad y concientización sanitaria. En su lugar, se ha dado espacio reiteradas veces a opiniones que desmedran los pocos aciertos del gobierno de turno, con un rechazo irracional y sin argumentos hacia la campaña de vacunación.

Si a la rosca política, la improvisación, y el discurso de odio, se le agregan la sobreabundancia mediática de información pandémica –infomedia-, el resultado es más que negativo. El rol de los principales medios periodísticos lejos ha estado de acercarse a esa utópica consigna de responsabilidad y concientización sanitaria.

La imagen de la periodista Viviana Canosa bebiendo dióxido de cloro (clo2) en televisión, es un icónico ejemplo de cómo se ha amedrentado hasta el absurdo los cuidados que el gobierno ha propuesto desde el comienzo de la pandemia. Sin importar las recomendaciones de la OMS, Canosa resultó ilesa de aquel episodio –al cual al poco tiempo se le sumó la noticia de un chico que falleció intoxicado por la ingesta de clo2-, pero a pesar de su irresponsabilidad, la periodista aún continúa con horas televisivas para sumar voces antivacunas y opositoras. Y como este caso, hay decenas de periodistas opositores que dan sus “miradas” en materia de salud sin haberse especializado jamás en el tema. Esto simplemente refuerza la básica idea de que todo vale en tanto sirva para formar opiniones y marcar agenda en contra del gobierno de turno. Una vez más: aún con una pandemia encima.

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Un devenir anunciado

Pies sobre la tierra. La pandemia nos excede a todos, incluyendo clase política, medios y especialistas de renombre. Nadie está por fuera de la crisis mundial, y mucho menos en un sistema capitalista desigual. Esto quiere decir que las realidades de un país golpeado como Argentina, no son las mismas que las de ciudades europeas, estadounidenses o chinas. Las oportunidades locales son escasas como las vacunas que pueden conseguirse en el corto o mediano plazo.

Es por eso que tal vez habría que darle un visto bueno a saber que ya tenemos más de diez millones de vacunas en territorio argentino, y que a futuro la Sputnik V se producirá acá. No obstante, las problemáticas de un sistema de salud corrompido por la negligencia política, hacen que sus trabajadores se vean envueltos en una lucha diaria agotadora. En suma, los desastres económicos han dejado altísimas tasas de desempleo y pobreza previa a la crisis actual.  Lamentablemente, queda tiempo por recorrer y las situaciones de cada une son las que se pueden sostener en medio de una pandemia.

Si bien no es momento de balances, tampoco es sensato señalar responsables directos del momento que atravesamos. La frase “de esta vamos a salir mejores personas”, suena inverosímil si lo que consumimos son “guerras” entre intereses individuales

Por otra parte, es cierto que las decisiones políticas pesan por antonomasia en la vida cotidiana, pero no son las únicas en este contexto. La conciencia individual de los cuidados es relativa de capacidades y del poder adquisitivo –los gastos en insumos de higiene-, pero aun con la desigualdad presente, es necesaria la responsabilidad personal para evitar sumar contagios. O cuanto menos intentarlo, de lo contrario no se hablaría con tanto punitivismo de organizadores de fiestas clandestinas, y desmerecidos vacunados.

Si bien no es momento de balances, tampoco es sensato señalar responsables directos del momento que atravesamos. La frase “de esta vamos a salir mejores personas”, suena inverosímil si lo que consumimos son “guerras” entre intereses individuales, la ignorancia sobre vacunas, o las peleas callejeras por creer que un otre es una amenaza viral. Si este es el camino, el resultado no es para nada optimista. Y habrá que hacer memoria para recordar cómo imaginábamos el presente, a tan sólo un año atrás.

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Por Ignacio Martínez* / @Nachoam91


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