Una radio que resuena en una habitación para informar sobre el avance de la pandemia y las medidas de confinamiento alrededor del mundo. Una pareja que queda confinada en un lugar paradisíaco durante su luna de miel. Ese es uno de los momentos iniciales de El virus de la violencia, obra de teatro escrita y dirigida por Marina Wainer e interpretada por Romina Pinto e Iván Steinhardt, integrantes de El Vacío Fértil Compañía Teatral. Una producción que nos acerca a una realidad cotidiana y actual: el recrudecimiento de la violencia de género de forma paralela a la pandemia, y el hogar como el lugar más peligroso. (Foto: Eduardo Luis Muro)
La escena se ilumina, la obra comienza por el final: un femicidio es el punto de partida de un flashback en el que espectadores y espectadoras asistimos a una escalada de agresiones que comienzan quizás desde lo más imperceptible. El virus de la violencia, interpretada por Romina Pinto e Iván Steinhardt y escrita y dirigida por Marina Wainer representa un reflejo crudo de la realidad y del contexto que se está atravesando a escala global. Una pareja llega de luna de miel a un lugar paradisíaco a inicios del 2020. “El mejor año de mi vida”, dice ella. La habitación se oscurece y resuena la radio con fragmentos de noticias en distintos idiomas: la pandemia avanza al igual que el confinamiento y la cuarentena en todas partes del mundo. Encerrados, alejados de sus seres queridos, con dificultades económicas que comienzan a aparecer a medida asoman los días, la escena va transformándose.
Pero la habilidad de Weiner y de Pinto y Steinhardt reside también en algo importante y esencial para la obra: un espiral que no se sabe exactamente cuándo empieza, en donde es difícil identificar el punto de partida en el momento preciso en el que sucede.
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La violencia aumenta de forma paralela a la expansión y las consecuencias del virus de Covid-19. El maltrato comienza a crecer, aparece con algunos gestos y acciones que van construyendo y sosteniendo una red de micro agresiones hasta llegar a la crudeza del final. Podría decirse que la violencia se va mostrando de forma escalonada: un grito, un insulto, el control, los celos, el aislamiento de los seres queridos, la falta de toda forma de comunicación que él obstaculiza. Pero la habilidad de Wainer y de Pinto y Steinhardt reside también en algo importante y esencial para la obra: un espiral que no se sabe exactamente cuándo empieza, en donde es difícil identificar el punto de partida en el momento preciso en el que sucede. ¿Cuándo empezó todo esto? Quizás esa sea algunas de las preguntas que surjan de ver la obra, en el momento en que ya todo parece haber sido construido como un laberinto sin salida.
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Eso es lo que Wainer buscó trabajar desde un inicio: la graduación de la violencia, aquello que avanza como una gota que parece común, inocente, pero que empieza a corroerlo todo, implacable. Aquellas cosas que se naturalizan y justifican, que no se escuchan o se pasan por alto porque están demasiado arraigadas en la sociedad y la cultura. Esto también la interpeló al comenzar la pandemia y las circunstancias atravesadas en el aislamiento social preventivo y obligatorio en todas partes del mundo. Se comprobó una vez más aquello que los movimientos feministas vienen denunciando hace años: el lugar más peligroso es el hogar y es allí donde están ancladas violencias y desigualdades, donde se produce el confinamiento con el agresor. Como la propia Wainer menciona en una entrevista: “el espacio como cárcel”.
Eso es lo que Wainer buscó trabajar desde un inicio: la graduación de la violencia, aquello que avanza como una gota que parece común, inocente, pero que empieza a corroerlo todo, implacable. Aquellas cosas que se naturalizan y justifican, que no se escuchan o se pasan por alto porque están demasiado arraigadas en la sociedad y la cultura.
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Como explican al final de la obra, tanto para Pinto como Steinhardt este es un tema clave que sobre el que trabajar. Ambos sintieron la urgencia de narrar una historia que reflejara el recrudecimiento de la violencia y los efectos de la pandemia en las problemáticas de género. Mientras cuentan se paran frente a una cartelera donde pegaron, escritos a mano, los nombres de las mujeres asesinadas en el último tiempo. Con la compañía teatral que conforman, el Vacío Fértil, tejieron puentes con organizaciones como Mujeres de la Matria Latinoamericana (MuMaLá), el Observatorio Lucía Pérez y la Casa del Encuentro, como una forma de seguir construyendo herramientas para la visibilización de esta temática. De acuerdo al informe anual de MuMaLá en 2020 se registran 329 femicidios, de los cuales en un 40% la víctima convivía con el victimario.
«Tenemos que hacer algo», dicen luego de la obra. Una ficción que, de forma contundente, muestra la cotidianeidad de miles de personas y la gravedad de la situación en el contexto de pandemia. Un clima de tensión que se va creando para enefrentarnos con la realidad y para visibilizar la contracara de aquello que se naturaliza: cómo las situaciones más violentas pueden comenzar más cerca de lo que imaginamos y más rápido de lo que a veces se pueda llegar a distinguir.
FICHA TÉCNICO ARTÍSTICA
Autoría: Marina Wainer
Actúan: Romina Pinto – Iván Steinhardt
Dirección: Marina Wainer
Duración: 60 minutos
Clasificaciones: Teatro, Presencial, Adultos
PATIO DE ACTORES – Lerma 568
Las funciones actualmente pueden verse vía streaming – Sábados 20.30 hs.
Web: publico.alternativateatral.com/