A 45 años del inicio de la dictadura cívico militar en Argentina, proceso que agudizó y sistematizó el terrorismo de Estado que comenzó con la creación de la Triple A en el gobierno de Isabel Martínez de Perón, la importancia de mirar el pasado con perspectiva al futuro. En estos versos de poetas desaparecidos que encaran el siempre complejo equilibrio entre lo estético y lo político, las claves para entender una época de convicciones de forma sensible y crítica.
El paso del tiempo es inevitable, pero olvidar no. Ese es el debate en el que empieza a introducirse la sociedad argentina: ¿qué lugar va a ocupar el genocidio perpetuado por la última dictadura que tuvo sus componentes militares, civiles y eclesiásticos? ¿Hasta dónde se va a cumplir la triada que encolumna a gran parte de la población: Memoria, Verdad y Justicia?
Una herida abierta que, como ya decía Julio Cortázar en 1981, nos obliga a traer al presente lo que se quiere llevar al tibio territorio de lo pasado: “Hay que mantener en un obstinado presente, con toda su sangre y su ignominia, algo que ya se está queriendo hacer entrar en el cómodo país del olvido; hay que seguir considerando como vivos a los que acaso ya no lo están pero que tenemos la obligación de reclamar, uno por uno, hasta que la respuesta muestre finalmente la verdad que hoy se pretende escamotear”, escribió al respecto el autor de Rayuela en 1981.
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En esa dirección, y en tiempos en donde la incertidumbre respecto al futuro está a la orden del día tanto por motivos sanitarios como políticos en todo el mundo, saber de dónde se viene es fundamental para no repetir los errores del pasado. Ni los horrores. Recordar siempre su pone un riesgo, pero un riesgo que vale la pena correr, una señal de que no estamos muertos en vida. O como escribe la psicóloga francesa Anne Dufourmantelle en su exquisito libro Elogio del riesgo (Nocturna Editora, 2019): «Tal vez arriesgar la vida sea, para empezar, no morir. Morir en vida, bajo todas las formas de renuncia, de la depresión blanca, del sacrificio. Arriesgar la vida, en los momentos clave de nuestra existencia es un acto que nos rebasa a partir de un saber aún desconocido por nosotros, como una profecía íntima: el momento de una conversión».
«Hay que mantener en un obstinado presente, con toda su sangre y su ignominia, algo que ya se está queriendo hacer entrar en el cómodo país del olvido; hay que seguir considerando como vivos a los que acaso ya no lo están pero que tenemos la obligación de reclamar, uno por uno, hasta que la respuesta muestre finalmente la verdad que hoy se pretende escamotear” – Julio Cortázar
A 45 años del comienzo de la etapa más oscura de la historia moderna en Argentina, e inmersa en un contexto similar en toda la región, recuperar las voces de los poetas desaparecidos por el terrorismo de Estado implica el riesgo de traer al presente lo que se quiso callar. Desobedecer el imperativo del olvido, a la prepotencia del terror, pensar en un presente continuo, que nos excede hacia atrás y hacia adelante, y que al mismo tiempo nos abraza.
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1- Ana María Ponce
Conocida por sus amigos como Loli, Ana María Ponce fue secuestrada el 18 de julio de 1977, trasladada a la ESMA y el último registro de ella es de 1978. Los poemas que se conservaron de ella fueron escritos durante la época de su cautiverio ilegal. La primera edición de estos poemas fue publicada en 2004 y contaron con un prólogo escrito nada más y nada menos por el entonces presidente Néstor Kirchner, en donde escribía: “Privada de sus amores, arrinconada por la irracionalidad y la barbarie, empujada sin piedad hacia su muerte, Ana María Ponce se dio espacio para trascender esos años de plomo y llegar hasta aquí, tan sólida como entonces, tan presente, ejercitando nuestra memoria colectiva para que nadie más en esta Patria deba soportar tanto padecimiento.”
Ana María «Loli» Ponce nació en San Luis en 1952. Militaba en la Juventud Peronista y en Montoneros. En su detención ilegal escribió una serie de poemas que la sobreviviente Graciela Daleo logró sacar del centro clandestino. Son los únicos escritos suyos que aún se conservan. En 2011, se reeditaron estos poemas en la Colección Memora en Movimiento; Voces, imágenes y testimonios, a cargo de la Jefatura de Gabinete de Ministros y Presidencia de la nación bajo el gobierno de Cristina Kirchner.
Que no me mientan, detrás de mi,
espera el fin.
Que no me mientan,
detrás de mi, están los recuerdos,
la simple alegría de vivir libre
Detrás de mi,
quedo un mundo
que ya no me pertenece
me miro los pies.
Están atados.
Me miro las manos,
están atadas,
me miro el cuerpo,
esta guardado entre paredes,
me miro el alma,
Esta presa
Me miro simplemente
me miro
y a veces no me reconozco …
Entonces vuelvo a mirarme,
los pies, y están atados;
las manos,
y están atadas;
el cuerpo,
y esta preso;
pero el alma,
ay, el alma,
no puede quedarse así,
la dejo ir, correr,
buscar lo que aun queda de mi misma
hacer un mundo con retazos,
y entonces río,
porque aun puedo sentirme viva.
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2 – Paco Urondo
Francisco Paco Urondo en sus versos podía reflejar tanto la búsqueda estética como su compromiso contra la injusticia, uno de los mayores males del presente que también se reinventa. Sobre Paco Urondo se podrían decir muchas cosas, pero qué mejor que dejar que Juan Gelman, hable de él: « hubo abismos entre experiencia y poesía para Urondo. «Empuñé un arma porque busco la palabra justa», dijo alguna vez. Corregía mucho sus poemas, pero supo que el único modo verdadero que un poeta tiene de corregir su obra es corregirse a sí mismo, buscar los caminos que van del misterio de la lengua al misterio de la gente», destacó Gelman en 1999 en una reedición de la obra de Urondo.
Francisco “Paco” Urondo nació en Santa Fe, en 1930. El 17 de junio de 1976 fue asesinado en una encerrona de fuerzas conjuntas de la policía y el ejército y su cuerpo continuó desaparecido y enterrado como NN hasta 1983. Fue periodista, funcionario de la Universidad de Buenos Aires y militante montonero. Escribió varios libros de poesía y se puede encontrar su obra poética reunida en una edición a cargo de Adriana Hidalgo Editora. Sin lugar a dudas, fue uno de los poetas más importantes de su generación, en donde todo el tiempo se refuerza el “querer vivir”, pero no de cualquier manera, sino en un mundo más digno o, como subrayó Judith Butler en tiempos de pandemia, una vida vivible para todos. Este poema fue escrito cuando estaba detenido en la cárcel de Villa Devoto, donde realizó el reportaje a los sobrevivientes de Trelew:
La verdad es la única realidad
Del otro lado de la reja está la realidad, de
este lado de la reja también está
la realidad; la única irreal
es la reja; la libertad es real aunque no se sabe
bien
si pertenece al mundo de los vivos, al
mundo de los muertos, al mundo de las
fantasías o al mundo de la vigilia, al de la
explotación o de la producción.
Los sueños, sueños son; los recuerdos, aquel
cuerpo, ese vaso de vino, el amor y
las flaquezas del amor, por supuesto, forman
parte de la realidad; un disparo en
la noche, en la frente de estos hermanos, de estos
hijos, aquellos
gritos irreales de dolor real de los torturados en
el angelus eterno y siniestro en una brigada de
policía
cualquiera
son parte de la memoria, no suponen
necesariamente el presente, pero pertenecen a
la realidad. La única aparente
es la reja cuadriculando el cielo, el canto
perdido de un preso, ladrón o combatiente, la voz
fusilada, resucitada al tercer día en un vuelo
inmenso cubriendo la Patagonia
porque las
masacres, las redenciones, pertenecen a la realidad,
como
la esperanza rescatada de la pólvora, de la inocencia
estival: son la realidad, como el coraje y la
convalecencia
del miedo, ese aire que se resiste a volver
después del peligro
como los designios de todo un pueblo que
marcha hacia la victoria
o hacia la muerte, que tropieza, que aprende a
defenderse, a rescatar lo suyo, su
realidad.
Aunque parezca a veces una mentira, la única
mentira no es siquiera la traición, es
simplemente una reja que no pertenece a la
realidad.
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3 – Joaquín Areta
La obra de Joquín Areta, rescatada y puesta en escena por Néstor Kirchner a partir del acto de elegir leer uno de sus poemas en un acto cuando era presidente, muestra la potencia de la convicción política del poeta desaparecido en cada uno de sus versos, el equilibrio entre una búsqueda estética y el contenido ideológico con el que cargan sus versos. Ese poema forma parte de “Palabra viva”, una recopilación de textos de autores asesinados durante la dictadura cívico militar. El libro fue realizado por la Sociedad de Escritores y Escritoras de la Argentina (SEA) e incluye nombres como Rodolfo Walsh, Haroldo Conti y Paco Urondo, obras de Raymundo Gleyzer, Héctor Oesterheld y otros escritores y escritoras poco conocidos por aquel entonces que también fueron víctimas del terrorismo de Estado, como es el caso de Areta. En total, los escritores incluidos en ese libro son 116.
Sobre Joaquín Areta, escribe su compañera Adela Segarra, en la edición de la ya mencionada Colección Memora en Movimiento; Voces, imágenes y testimonios : «Tenía 22 años, una mujer, un hijo, escribía poesías y documentos políticos. Leía mucho. Era muy memorioso. Escuchaba a Zitarrosa y a Chico Buarque, era fanático de Estudiantes de La Plata. Trabajaba en una fábrica, era operario. Vivía en una pequeña casa de un barrio obrero. Joaquín tuvo indicios de su muerte, la soñó, se le acercó, la distrajo. Tuvo miedo, tuvo compromiso, amó profundamente a su hijo. Cuando pensaba en lo incierto de su destino tenía la certeza, la obstinada convicción de que su lucha no era individual, que era del pueblo y que iba a trascender».
Joaquín Areta nació el 15 de agosto de 1955 en Monte Caseros, Corrientes; A los 16 años inicia su militancia en el Movimiento de Acción Secundaria (MAS), agrupación de base de la Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). Luego de la fusión de FAR y Montoneros Joaquín comienza a integrar la conducción de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES). En 1973 empieza la carrera de Medicina y en 1974 forma pareja con Adela Segarra. Con ella pasa a la clandestinidad en 1976 sin interrumpir su militancia en Montoneros. En diciembre de 1976 muere en combate su hermano Iñaki. En 1977 nace su hijo Jorge Ignacio. El 29 de junio de 1978 es detenido- desaparecido junto a Jorge Segarra y Julio Álvarez (Bache) en Capital Federal.
Quisiera que me recuerden
Quisiera que me recuerden
Quisiera que me recuerden sin llorar
ni lamentarme
quisiera que me recuerden por haber hecho caminos
por haber marcado un rumbo
porque emocioné su alma
porque se sintieron queridos, protegidos y ayudados
porque interpreté sus ansias
porque canalicé su amor.
Quisiera que me recuerden junto a la risa de los felices
la seguridad de los justos
el sufrimiento de los humildes.
Quisiera que me recuerden con piedad por mis errores
con comprensión por mis debilidades
con cariño por mis virtudes,
si no es así, prefiero el olvido,
que será el más duro castigo por no cumplir mi deber de hombre.
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4 – Agustina María Muñiz Paz
Agustina María Muñiz Paz nació el 30 de julio de 1949. Fue estudiante de Música y Letras. Su secuestro tuvo lugar en su domicilio el 20 de abril de 1976 en CABA. No se pudieron recuperar testimonios de su paso por algún centro clandestino de detención y continúa desaparecida desde entonces. En una carta a su madre, escribió: «Me fui de casa porque quiero aprender a luchar con mis propias fuerzas. Es imprescindible que aprenda, mamá. De todas maneras, no es definitivo, creo que hay que dar tiempo a la decisión».
El siguiente poema también forma parte de Palabra viva, el libro fue realizado por la Sociedad de Escritores y Escritoras de la Argentina (SEA):
Cuentas rotas
bebamos
bajo el sol,
sobre nuestros errores,
bebamos el sueño de un amor,
que pasará con la vida,
que morirá con la muerte, que mirará la gran llanura,
esperando, esperando,
la redención de los hombres.
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5 – Alejandro Almeida
Alejandro Martín Almeida militaba en el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y trabajaba como cadete en el sector publicidad de la agencia Télam. Su madre, Taty Almeida -referente de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora-, no sabía de la veta poética de Alejandro y se encontró los 24 poemas que tenía en las últimas páginas de su agenda, al día siguiente de su desaparición el 17 de junio de 1975, con tan solo 20 años.
Alejandro no me contaba absolutamente nada de su militancia. Un 17 de junio de 1975 llegó de la calle y me dijo que al otro día no iba a ir a trabajar, ya que tenia un parcial, esas fueron las últimas palabras que escuché de él, recordaba Taty Almeida en 2010 sobre la última vez que lo vio. Al otro día fui a buscar sus pertenencias a la habitación y no encontré mucho, solo había una agenda, en donde en sus últimas 24 hojas eran poemas de él. Este poema forma parte del trabajo de edición y recopilación Alejandro por siempre…amor.
Si la muerte me sorprende lejos de tu vientre,
porque para vos los tres seguimos en él,
si me sorprende lejos de tus caricias
que tanto me hacen falta,
si la muerte me abrazara fuerte
como recompensa por haber querido la libertad,
y tus abrazos entonces sólo envuelven recuerdos,
llantos y consejos que no quise seguir,
quisiera decirte mamá que parte de lo que fui
lo vas a encontrar en mis compañeros.
La cita de control, la última, se la llevaron ellos,
los caídos, nuestros caídos,
mi control, nuestro control está en el cielo,
y nos está esperando.
Si la muerte me sorprende
de esta forma tan amarga, pero honesta,
si no me da tiempo a un último grito
desesperado y sincero,
dejaré el aliento el último aliento,
para decir te quiero.
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