«Solo ves los resúmenes de los partidos/ en los programas deportivos./ Tu próxima fuga es inminente.», se lee en uno de los poemas de César Mundaca. De respiración urbana e imágenes claras, los versos del autor nacido en Lima en 1988 se entrecruzan con la política y los mundos íntimos, encontrando vértices en donde lo estético pueda envolver cualquier forma.
Sobre el autor
César Mundaca nació en Lima, Perú, en 1988. Es abogado de profesión y egresado del Taller de Escritura Creativa de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) y del Taller Escribir y Emocionar del Fondo de Cultura Económica (FCE).Colaboró para la Revista Pasacalles (Colombia) y el portal literario La Libreta de Irma (México). Actualmente, escribe para la Revista Culturamas (España).
(Te puede interesar: Mella: cinco poemas de Priscilla Callajes)
1. Propuestas electorales
La castaña de rancio abolengo
quiere un Estado pequeño
para un pueblo martirizado
por la miseria,
por la injusticia,
por la criminalidad,
por los golpistas,
que patrocinó su suegro
bailoteando para un dictador japonés
La castaña de rancio abolengo
quiere la restauración
del Senado,
por ser, según ella y sus mentores,
una asamblea inteligentísima.
Entonces, ¿la Cámara de Diputados es sumamente bruta?
¿Es un zoológico, un chiquero?
Estado pequeño, ¿pero con una cámara más?
¿Quién te entiende, castañita?
Simpáticas propuestas
para un pueblo maltrecho, desmemoriado
que nunca,
nunca,
supo
a quien elegir.
(Te puede interesar: Manejo integral de residuos: cinco poemas de Nicolás Meneses)
2. Último sábado de enero
Han pasado ocho años.
Ocho años de aquel carnaval cumpleañero
que reventó tu pacífico hogar chalaco.
Los gritos tremebundos, las risas desaforadas,
el alcohol que corría de mano en mano, la bailanta asegurada,
el sexo en la bañera, el insólito vaso de orina
y el gesto comprensivo de tu vecina
son estampas que descansan
en la memoria de todos los invitados.
Fuiste la estrella más vigorosa.
Te coronaron,
te agasajaron,
te abrazaron,
te besuquearon,
tanto,
tanto,
tanto,
como si hubieras regresado ilesa
de un feroz conflicto armado
en ceja de selva.
Hoy, último sábado de enero, nos reunimos
frente a una pantalla,
horizontal o vertical,
limpia o mohosa,
tan unidos,
como ayer.
(Te puede interesar: Inéditos: cinco poemas de Tuti Curani)
3. Tránsfuga
La vergüenza te resbala.
Te burlas de nuestras pasiones.
Te muestras sarcástico de cara
al sentimiento de la hinchada.
Te pozas sobre un equipo
para luego recalar en otro.
Eres el tránsfuga de la familia.
De niño, hinchaste por el equipo
de la cervecera más grande del país.
Lloraste tanto con sus triunfos resonantes.
Y cuando el plantel cayó en desgracia,
brincaste, como una rana arbórea,
hacia el rojo cusqueño,
el rojo imperial.
Cuando el rojo imperial bajó a segunda,
no perdiste el tiempo.
Te subiste al coche
de la oncena misilera.
Prolífica en títulos,
en gestas históricas,
en ídolos de hierro.
Sin embargo, no vas al estadio para
verlo ganar, gustar y golear.
No, no, no. Prefieres refugiarte en la razón
y evitas perderte en el fervor porteño.
Solo ves los resúmenes de los partidos
en los programas deportivos.
Tu próxima fuga es inminente.
Para ocultar tus traiciones, sueles decir:
“Mira, hermano, yo soy hincha del buen fútbol”.
¡Caradura!
¡Bájate de mi tribuna, carajo!
No quiero ni pensar
como serás
en el amor.
(Te puede interesar: Leonard Cohen y Sergio Bizzio: la poesía no es un slogan)