Dentro del amplio catálogo de la plataforma, que parece ofrecer siempre más de lo mismo, todavía quedan algunas gemas. Shirkers, un documental dirigido por Sandi Tan, es un ejemplo de lo que aún queda por ser descubierto en este tipo de sitios. ¿Cómo contar dos historias paralelamente, viajando del presente al pasado, en donde el hilo conductor es un acontecimiento verdadero que parece ficción?
Su título completo, Shirkers: la película perdida, explica con tres palabras la esencia que acompañará a la trama entera. Porque esta es, ante todo, una película sobre otra película (perdida y posteriormente encontrada). Un gran desafío llevado a cabo a la perfección: contar dos historias paralelamente, viajando del presente al pasado, en donde el hilo conductor es un acontecimiento verdadero que bien puede parecer ficción.
El relato sobre el pasado está situado a principio de los 90 en Singapur. Un grupo de amigas adolescentes, amantes de las películas, comienzan un taller de cine dirigido por Georges Cardona, un hombre mayor y el único adulto del equipo. Con ganas imparables de crear mundos, mucho más que de explorarlos, las amigas (entre ellas Sandi Tan) deciden empezar un proyecto propio. El guion de Shirkers, onírico y colorido, enamora a Georges, quien decide ponerse a la cabeza para que las chicas logren llevar a cabo su película.
Presente y pasado se unen por la figura oscura de Georges Cardona, el hombre líder del equipo de rodaje. Entre mujeres adolescentes que persiguen su deseo de hacer cine se cuela aquel personaje que parece más ficticio que real, sacado de una historia cliché sobre el abuso de poder masculino.
La historia del presente: las tres amigas, creadoras del guion, relatan la maravillosa experiencia de rodaje en una ciudad en donde la cultura punk y cinéfila, en esa época, estaba reprimida. Con sus voces en off se muestran imágenes de la filmación de Shirkers, que se presenta siempre como algo secundario, parte de un relato y sin sonido propio. ¿Qué pasó entonces con aquella película?
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Presente y pasado se unen por la figura oscura de Georges Cardona, el hombre líder del equipo de rodaje. Entre mujeres adolescentes que persiguen su deseo de hacer cine se cuela aquel personaje que parece más ficticio que real, sacado de una historia cliché sobre el abuso de poder masculino. Cardona, al igual que los peores villanos, destruye la fantasía que pudo ser Shirkers, aniquila el sueño.
Sophie, la mejor amiga de Tan, cuenta en las entrevistas filmadas en la actualidad, que tanto ella como Jasmine (la otra integrante del grupo) pudieron ver de lejos las crueles intenciones de Georges. Pero Sandi Tan, creadora principal de tanto de la película del pasado como del documental de Netflix, estaba cegada por llegar a la meta.
Sandi Tan logra, viajando de tiempo pasado a tiempo presente, generar un misterio constante: ¿A dónde está Georges ahora? ¿Cómo podemos ver algunas imágenes de aquella película filmada en los 90?
Lo que ocurre con Georges Cardona en la realidad es material típico de las ficciones más atrapantes: él huye cuando la filmación termina y con él se lleva las cintas. Con la desaparición de aquel personaje perverso, se pierde la película. Y con la película perdida, se muere la posibilidad de las tres mujeres de ser dueñas y creadoras de su propio proyecto.
Sandi Tan logra, viajando de tiempo pasado a tiempo presente, generar un misterio constante: ¿A dónde está Georges ahora? ¿Cómo podemos ver algunas imágenes de aquella película filmada en los 90? ¿Cómo recuperaron las cintas? ¿Por qué hacer este documental y no estrenar la historia de ficción que habían planeado?
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Todas las preguntas presentadas se responden a medida que avanza la película. Una posible respuesta para la última: en Shirkers ficcional no hay espacio para la historia de abuso que se esconde detrás de la creación de la película y por eso es necesario este documental. La huida del hombre mayor y la apropiación de creación ajena es un ejemplo más del poder ejercido por las figuras masculinas hacia las femeninas en el mundo laboral.
El amor al cine es el protagonista tanto en el filme de los 90 como en el actual. En la historia de ficción (de la que solo podemos ver algunos pantallazos) reina la magia, la fantasía, los colores y la representación de un pueblo habitado por personajes extravagantes. Las creadoras se ponen al hombro un proyecto que es mucho más que una película, es también una muestra de que con apertura de mente y mucho (pero mucho) trabajo, es posible cumplir el sueño de crear algo propio.
Shirkers: la película perdida es mucho más que una historia de amor al cine. Es también una película sanadora, de reivindicación. Es la posibilidad de mostrar lo que quedó de ese sueño que no pudo cumplirse y es, también, el lugar en donde se acusa y devela el misterio detrás de la perdición de las cintas.
En el documental, el amor por el cine se ve reflejado en las declaraciones de las amigas que demuestran que todavía, más de 20 años después del rodaje, el cine sigue siendo su pasión y que su película perdida las dejó (aún hasta el día de hoy) desoladas. El filme que hubiera podido ser era un honor al cine clásico, y a las historias de fantasía, y detrás estaba la historia de adolescentes persiguiendo un sueño. Shirkers: la película perdida, es un honor a aquella película que no pudo ser y abre el espacio para mostrar a esas mujeres trabajadoras. Este documental desarma las partes de la historia ficcional para armar una real, mucho más espectacular, cargada de heroínas y villanos.
Shirkers: la película perdida es mucho más que una historia de amor al cine. Es también una película sanadora, de reivindicación. Es la posibilidad de mostrar lo que quedó de ese sueño que no pudo cumplirse y es, también, el lugar en donde se acusa y devela el misterio detrás de la perdición de las cintas. El documental de Netflix logra transmitir, entonces, una historia feminista que relata la travesía de tres mujeres de Singapur, quienes durante décadas persiguieron un sueño, arrebatado por el abuso de poder de un hombre.
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