«Activismos tecnopolíticos», de Marcela Fuentes: la transformación de la movilización popular

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¿En qué se relacionan el levantamiento zapatista de mediados de los noventa y los cacerolazos ante la crisis económica argentina del 2001? ¿O las movilizaciones estudiantiles en Chile y la expansión de los feminismos? En Activismos tecnopolíticos. Constelaciones de performance (Eterna Cadencia, 2020), estos son algunos de los escenarios con los que Marcela Fuentes da cuenta del avance y la influencia de la digitalización como una herramienta que enriquece los movimientos populares en la denuncia de las opresiones y en la búsqueda de transformaciones sociales.



La conectividad y las redes atraviesan sociedades en constante transformación, influyen de manera cambiante en las posibilidades de relacionarnos y de desenvolvernos en el espacio público a nivel global. ¿Cómo afecta esto a las protestas tradicionales, a los pueblos movilizados contra el avance del neoliberalismo? Activismos tecnopolíticos. Constelaciones de performance (Eterna Cadencia, 2020), de Marcela Fuentes, analiza el vínculo entre acciones de denuncia política y el ámbito digital, dando lugar a nuevas formas de activismos y corporalidades, donde las manifestaciones callejeras y los movimientos contestatarios en las plataformas virtuales se entrecruzan. Recorriendo diferentes acciones colectivas que se desarrollaron en Latinoamérica en los últimos años, la autora busca mostrar cómo el activismo digital no es algo separado de aquel que supone una presencia física, sino que, por el contrario, lo enriquece, generando nuevos espacios y temporalidades.

Fuentes se detiene así en distintos escenarios: el levantamiento zapatista de mediados de los ’90 contra el NAFTAacuerdo de comercio internacional que afectó a comunidades campesinas e indígenas; las manifestaciones durante la crisis económica argentina del 2001; las protestas estudiantiles chilenas de 2011 contra la privatización de la educación; las movilizaciones por los 43 estudiantes víctimas de desaparición forzada en Ayotzinapa, México, en 2014; y el surgimiento del colectivo Ni Una Menos en Argentina y sus implicancias para la región. En cada caso, la performance, la web – en especial en los ’90 y primera década del 2000 –  y las redes sociales se combinaron para dar lugar a nuevas tácticas, que Fuentes considera cruciales para la transformación social, en tanto herramientas que intentan construir poder contrahegmónico al enfrentarse al capitalismo y la explotación. En este proceso, el concepto de “constelaciones” es aquel que da cuenta de las articulaciones entre lo físico y lo virtual, vinculándose a distintas escalas internacionales en busca de justicia social.

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Fuentes explica también cómo lo digital permite replicar y retroalimentar, de una u otra forma, las acciones colectivas a través de los mismos canales que sirven para consolidar el poder de los conglomerados internacionales. Así sucedió, por ejemplo, en el caso del apoyo al movimiento zapatista y las denominadas “sentadas virtuales”, en las que activistas de todo el mundo se “reunían” en el sitio web del gobierno mexicano gracias a una técnica de hackeo facilitada por el colectivo estadounidense Electronic Disturbance Theater, que interrumpía el flujo de datos. Años después, en Argentina, la crisis del 2001 no solo trajo múltiples movilizaciones de las que surgió el cacerolazo como símbolo, sino también el cruce de respuestas a través de Internet que denunciaron a nivel internacional los efectos de las políticas económicas neoliberales. Uno de los ejemplos que Fuentes analiza es el de “Argentina.ppt”, una presentación de Power Point difundida por mail en enero de 2002 que explicaba la crisis siguiendo el estilo de una receta de cocina. Un paso importante en el activismo que implicó la transmisión de información a un público disperso.

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Activismos tecnopolíticos

«Activismos tecnopolíticos. Constelaciones de performance» (Eterna Cadencia, 2020) de Marcela Fuentes


Por otra parte, y ya en el auge de las redes sociales, la autora se detiene también en el uso del hashtag como recursos para generar organización y acción colectiva que instalan temáticas en la agenda pero que además movilizan afectos. En palabras de Fuentes “transforman las redes sociales en espacios de discusión, posicionamiento y visibilización”. Es el caso de las movilizaciones por los estudiantes normalistas desaparecidos en México, momento en el que se difundieron frases como #TodosSomosAyotzinapa o #FueElEstado. Ya en el último capítulo este análisis es también parte central en el desarrollo del movimiento Ni Una Menos: la tecnopolítica es un elemento clave para los feminismos en la actualidad. Lo digital permite la expansión de las demandas y consignas más allá de las fronteras locales. Sin ir más lejos, la aprobación de la legalización del aborto en Argentina el pasado 30 de diciembre es puntapié para reabrir discusiones en otros países latinoamericanos como es el caso de Chile, que comenzó a discutir la despenalización hasta la semana 14.

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En el libro Fuentes no solo habla sobre la marea verde y el pañuelazo como constelaciones de performances que forman parte de estos activismos y que se expanden gracias a la redes, sino también de todo el movimiento que cobró un impulso a partir de la primera marcha por Ni Una Menos en 2015, su correlación con movimientos internacionales como el #MeToo y los múltiples eventos que se sumaron a la cronología feminista en el país: el Paro Nacional de octubre de 2016 luego del femicidio de Lucía Pérez o el Primer Paro Internacional en marzo de 2017. Tal como explica la autora: «Al entralazar acciones dentro y fuera de las redes sociales, NUM, colectivas y aliadas construyen gestos y dramaturgias constelativas feministas para reparar/reponer los modos comunitarios de socialidad».

El potencial de las redes sociales para visibilizar luchas, para interpelar al Estado y para denunciar aquello que es tergiversado y oculto por los grandes poderes es algo que se ha vuelto mucho más evidente en los últimos años. Pero no es un fenómeno aislado, sino que es resultado de herramientas de activismo anteriores que han ido evolucionando y que se continúan entrelazando con la presencia física en el espacio público. Por eso el libro de Fuentes aporta un panorama más que enriquecedor: permite profundizar allí donde muchas críticas desestiman el potencial de lo digital en la militancia.


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