En un momento bisagra de la historia moderna, en donde se espera por la vacunación masiva contra el Covid-19 y la llegada de la supuesta «nueva normalidad», seis libros de poesía que sirven para pensar el futuro. De la mano de Hernán, Eugenia Pérez Tomas, Sofía Gómez Pisa, Celina Feuerstein, Gabriela Larralde y Laura Carnovale, un collage diverso de voces y miradas del mundo.
1. El árbol que es todos los árboles (Cae de maduro, 2020), de Hernán
Dueño de una mirada aguda y una voz sensible, Hernán (49) acaba de publicar en el flamante sello Cae de maduro una serie de poemas en los que se puede encontrar la pregunta sobre uno mismo, al mismo tiempo que la relación con el entorno -que incluye desde paisajes hasta los vínculos afectivos- y el trabajo con el lenguaje como arma para abrir nuevas capas de sentido. En ese sentido, puede leerse en El árbol que es todos los árboles: «El ojo se para/ sobre el objeto/ y ya es subjeto«; o también: «Bienvenido al enemigo/ que vive conmigo/ acá«.
Continuando con el trabajo de la precisión, la musicalidad y el ritmo que se puede observar en Veo Veo, título que recopila su obra hasta el año 2014, el también integrante del grupo poético Verbonautas durante la segunda mitad de los 90 profundiza el método de la sustracción para llegar al carozo en cada uno de sus poemas. Incorporando el haiku entre las formas elegidas y con versos por lo general breves, este libro -el 14 en su bibliografía- confirma una de los voces más particulares de la poesía argentina contemporánea. Un poema del libro:
Sacarte de mí
darme vuelta como un guante
y seguir
del derecho
sacar de mí ojos
manos boca
sacar de mí tu risa
sacar esas palabras
que solo nosotros entendemos
entendíamos.
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2. Los buenos deseos (Elefante, 2020), de Eugenia Pérez Tomas
«Es difícil la vida animal», se lee en uno de los primeros poemas de este libro editado en Argentina y Chile por la editorial Elefante. Eugenia Pérez Tomas (35) logra en Los buenos deseos, su primer título dentro del género poético, transpolar los climas y sensaciones que caracterizan a su producción teatral y a la novela Frutas tardías (Paisanita, 2019). El desconcierto ante el constante estímulo mental y sentimental de las personas, que al mismo tiempo lidian con la pulsión de ser un mamífero más en un mundo cada vez más complejo.
En esa dirección, la poeta Laura Wittner destaca en la contratapa: «Hay que desarrollar una observación muy delicada y saber quedarse para que cada detalle se despliegue en el mundo que es: un árbol, un río, las pestañas (…). Qué mejor desde para todo esto que nos rodea que mirarlo de cerca y dejarlo traspasarnos». Esa observación tan precisa logra un hilo narrativo a lo largo del poemario, pero que no descuida el trasfondo inquietante que caracteriza a todo poema. Uno del libro:
Deseos
Jugamos con pestañas
las pegamos en los pulgares
creemos que hay una relación entre las fuerzas de las yemas
y la posibilidad de ganar.
Elijo que quede pegada
a tu forma
y no caiga como un pétalo
sin suelo.
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3. La culpa ya no es de tus padres (Elemento disruptivo, 2020), de Sofía Gómez Pisa
¿La madurez es un título que se consigue o que se encuentra? ¿Puede comprarse? ¿Qué puede esperar un joven de un mundo que no termina de adoptar una forma definitiva? Esas y otras preguntas aparecen de manera implícita en el poemario La culpa ya no es de tus padres, en donde a través de textos breves Sofía Gómez Pisa (30) logra retratar el descontento y la incomodidad. En ese sentido, puede leerse: «las apps se actualizan/ más rápido que mi generación».
Al mismo tiempo, cada poema condensa un subtexto aún más inquietante, en donde lo dicho dialoga constantemente con lo que se deja entrever. Con referencias actuales que no ocupan el centro del poema, sino que funcionan como nexos de un trasfondo, la autora de Ella la muerte o dios encuentra en este segundo libro una voz más punzante para seguir hablando de los temas que la obsesionan: la vida familiar, el crecimiento y el amor con fecha de expiración. Un poema del libro:
Sin título
me gusta cuando
lo roto,
se renueva, se pega
se cose
no existe sabiduría
que no encarne
algún grado de imperfección.
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4. La trama materna (Caleta Olivia, 2020), de Gabriela Larralde
«Ser madre no es fácil, hay que entenderlo todo de nuevo», dice Clara Muschietti en la contratapa de este libro, algo que bien podría pensarse a nivel global en 2020. En este poemario de Gabriela Larralde (35) se retrata la experiencia de la maternidad primeriza y el extrañamiento en un momento, paradójicamente, tan íntimo. ¿Qué queda de esa persona que éramos antes de ser padres? ¿Una vida nueva implica el fin de una vida previa?
Con una intimidad que no se regodea en sí misma, sino que sirve para transmitir el núcleo de una experiencia y volverla universalizable, los versos de la autora de Lo que el agua promete (2016) logran una intensidad particular, la cual va convenciendo al lector a lo largo de sus páginas. Así, no solo se revisa a la maternidad, sino al romance en una pareja y la relación con todos los otros vínculos que integran una vida: amigos, familia e incluso uno mismo. Puede leerse: «A veces creo que olvidé los modos/ de hacer chistes sin lastimarnos/ ahora todos tienen un destello oscuro/ que nadie podría notar». Un poema del libro:
Sin título
Por momentos me obsesiono
¿tendré olor a vómito?
no importa si estoy en casa
si salí
no quiero ese olor
no quiero tenerlo
pero sobre todo no quiero no poder detectarlo
qué mujer para quién
puedo ser sin olfato
qué mujer para mí
puedo ser hoy.
Ahí está, no, no está
recorro con mi nariz
remeras, brazos, dedos,
uñas, hombros.
No olvidar los hombros
pienso ¿o pienso hombres?
Desde afuera si alguien
me viera, podría ver
a la mujer más loca
o a la más sexy de todas.
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5. De qué se trata el otoño en mi ventana (Modesto Rimba, 2020), de Celina Feuerstein
En este segundo poemario, la autora de La casa vacía (Caleta Olivia, 2018) profundiza una voz desgarradora que no teme a poner la atención en esas sensaciones que muchas veces se quieren ocultar en el ritmo frenético de la vida cotidiana. Una poesía construida a partir de la falta, de una melancolía que sirve para edificar y no para destruir. En esa dirección, Celina Feuerstein (61) propone captar los momentos, desmenuzarlos y volverlos a armar para encontrar nuevos detalles gracias al plano amplio del paso del tiempo.
En esa dirección, señala en la contratapa la poeta Sonia Scarabelli:»Vida celebrada en el misterio de su ser siempre con otros; hasta con su dolor, hasta con su ausencia». Con poemas que coquetean con el corte narrativo, hay una respiración poética propia que termina de enlazar al lector al ritmo y a la potencia de las imágenes elegidas como en los siguientes versos: «y ¡ay!/ la vida costaba costaba/ acechaban los peligros/ que traía el viento/ a los ojos voraces de rojos brillantes/ de sandías y flores/ costaba la alegría/ agarrada al tronco de un árbol». Un poema del libro:
Sin título
La foto nos muestra sonriendo
tu brazo rodea mi espalda y yo inclino la cabeza
apoyada en tu hombre
¿qué mas?
atrás el puerto como un marco
barquitos de colores preparando el juego
de la batalla naval
¿qué mas?
el sol del otro lado
los anteojos oscuros
la luz dibujando el agua
¿qué más? ¿qué más? ¿qué más?
es Mar del Plata le dicen
la ciudad feliz
es otoño es abril un día cualquiera
para sonreír en el puerto
click
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6. La que no soy (Griselda García Editora, 2020), de Laura Carnovale
Un libro más que interesante e inesperadamente actual en este año tan excepcional: en La que no soy, Laura Carnovale (47) examina a través de poemas precisos y preciosistas la eterna dualidad del ser humano. ¿Quién es uno y quién es el otro que también es uno? ¿Cómo nombrar a ese alterego que nos acompaña y nos atormenta constantemente? ¿El espejo devuelve la imagen de quién? El primer poema del libro ya prepara para el clima general de lo que sigue: «Dos caras no/ dos de mí/ que se cruzan en el cuerpo/ sin tocarse».
A través de una historia íntima y reflexiva que se va contando a través de textos breves, la poeta pampeana puede poner en palabras algo que es común pero que no siempre se puede poner en palabras: «Vivir como dos:/ la que soy/ ¿la que no?«. En ese sentido, se pueden rastrear algunas influencias de Irene Gruss -con quien realizó una capacitación de poesía del Fondo Nacional de las Artes en 2013- en el trabajo con las palabras, en cierto ascetismo para que el núcleo duro de la experiencia a transmitir no se pierda en los ornamentos del lenguaje. Un poema del libro:
¿Antes hubo otra?
La que quise ser escapa de la cocina.
Sentada en la mesa
sirvo.
—
Ni tan buena
ni tan mala
tan gris como puedo
la nube que mancha la tarde
también trae agua limpia.
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