Alejandra Kamiya y Ana Catania: dos escritoras argentinas con una mirada atenta y cautivante que logran coquetear permanentemente con la poesía. Historias que avanzan entre metáforas, imágenes y artilugios retóricos: los puntos de contacto entre El sol mueve la sombra de las cosas quietas (Bajo La Luna, 2019) y Nada dentro salvo el vacío (Añosluz Editora, 2020).
Por Julieta Blanco*
Pueden encontrarse entre El sol mueve la sombra de las cosas quietas (Bajo La Luna, 2019) y Nada dentro salvo el vacío (Añosluz Editora, 2020) distintos cruces: el primero de ellos podría llegar a ser el guiño poético de ambos títulos. Un gran contrapunto de anclaje para los infinitos mundos que se abren en cada una de estas historias.
El sol mueve la sombra de las cosas quietas reúne trece relatos que comparten un mismo tono para después abrirse en una polifonía de voces, temáticas y escenarios. Sumergirse en la escritura de Alejandra Kamiya implica sumergirse en la belleza de lo simple. Economía discursiva y pequeños gestos podrían caracterizar a estos trece cuentos, que encuentran en su brevedad (a excepción de “Un círculo pequeño” que supera las veinte páginas) y simpleza, su mayor riqueza.
“Tiró de la cinta roja del celofán y la hizo girar alrededor del atado que se abrió, y por algún motivo vino a su mente algo que nunca había sido recuerdo, algo que había pasado de ser un hecho a desaparecer en el tiempo sin dejar nada en su lugar, como un muerto sin cuerpo”.
[Fragmento de “El último Paseo” en El sol mueve la sombra de las cosas quietas]
Nada dentro salvo el vacío reúne seis cuentos extensos interconectados entre sí por las voces de distintas mujeres y un tono melancólico que lo envuelve todo. Ana Catania construye protagonistas que parecieran estar jugando pan y queso en el borde del abismo; abrazadas al hastío, al dolor, a la pérdida. Mujeres con un hueco que debe llenarse de algún modo y que las acompaña en cada una de sus búsquedas. Mujeres deseantes, frágiles y fuertes a la vez.
“Años atrás había sido testigo de su letanía, después de la separación; la había escuchado decir que el amor no solo no salva sino que nunca es suficiente. Que puede ser un lindo cosmético, un adorno caro, una exótica máscara de carnaval, pero que salvar no. Porque al final su efecto es explosivo: lo reduce todo a escombros”.
[Fragmento de “Reposición” en Nada dentro salvo el vacío]
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En una entrevista Alejandra Kamiya señalaba que la naturaleza y la fugacidad eran temas centrales para ella. Sobre lo primero, pueden verse numerosos ejemplos en estos trece cuentos donde el viento, los árboles, la tierra son parte de la trama. En cuanto a lo segundo, la fugacidad se configura como un eje central de los relatos donde los personajes son testigos del paso del tiempo, de la vida que se escapa entre párrafo y párrafo.
“A los nueve años hice las ocho cuadras con un cachorro en un bolso, porque una perra no había encontrado mejor lugar para parir a sus hijos que el taller de mi padre. Al día siguiente hice esas ocho cuadras de nuevo, con el perrito de regreso a la casa de mi padre. Mi madre me había prohibido ponerle nombre. así que mi padre lo adoptó y lo llamó Cane, sólo Cane. A los diecinueve años, hice esas cuadras con una carretilla porque mi padre había comprado para “la casa de mi madre” el televisor a color. Por suerte esa vez no tuve que traerlo de regreso”.
[Fragmento de “Separados” en El sol mueve la sombra de las cosas quietas]
Por su parte, Ana Catania daba cuenta, en una de las entrevistas de presentación de su libro, de la conciencia de finitud y la fragilidad del ser humano, haciendo hincapié en las experiencias más desgarradoras y agudas que debemos atravesar las mujeres. Es ese su punto de partida para construir seis voces femeninas, que manejan con soltura un relato oscilante entre la luz y la oscuridad.
“Las ramas de los árboles, a un costado y a otro, se cierran sobre ellos, a medida que la ruta comienza a angostarse. De pronto aparece una sensación antigua, la misma que solía atacarla cuando era chica y, en los cumpleaños, apagaban inesperadamente las luces del garage para presentar un show de magia:el mundo se volvía un lugar vacío, ajeno,despoblado; un lugar desde cuyos bordes habría podido caerse fácilmente”.
[Fragmento de “Lobo” en Nada dentro salvo el vacío]
Dos escritoras argentinas con una mirada atenta y cautivante, coqueteando permanentemente con la poesía. Historias que avanzan entre metáforas, imágenes y artilugios retóricos. Palabras tan bien manejadas que arman melodías, de esas que se pegan y quedan rebotando dentro de uno, indefinidamente.
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