En Papel para envolver verdura (Emecé, 2020), el escritor nacido en Boedo en 1965 recopila el trabajo periodístico-ensayístico de años en el mismo diario. Atento a las mixturas, a los puntos de contacto y a no dejarse encandilar por la línea de las divisiones ficticias entre lo alto y lo bajo de la cultura, Fabián Casas vuelve a mostrar que el ensayo puede ser la forma más certera de ejecución final. // Foto: Nicolás Ruíz.
Muchas veces lo que necesitamos escuchar no siempre viene de donde pensábamos. Salir a la calle y oír por accidente una conversación entre dos personas que no conocemos puede cambiar el ánimo de nuestro día de manera radical. Algo similar sucede al leer los ensayos de Fabián Casas recopilados en Papel para envolver verdura (Emecé, 2020): cuando menos se lo espera, el lector se encuentra ante un momento de epifanía en donde los melones se acomodaron por un segundo, aunque para que eso suceda otras frutas se hayan estrellado contra el suelo.
En su célebre texto How to speak poetry (Cómo decir poesía), Leonard Cohen sostiene: «No quieras ser un cantante admirado con un público leal que fue siguiendo los altibajos de tu vida hasta el día de hoy. Las bombas, los lanzallamas y toda esa mierda destruyeron mucho más que árboles y poblados. Destruyeron también el escenario. ¿Creíste que tu profesión iba a escapar de la destrucción general? Ya no hay escenario, ya no hay candilejas. Estás entre la gente. Así que sé modesto». Leer a Casas en uno de los formatos en los que mejor se desenvuelve, como es el ensayo breve, genera ese efecto de sentir que alguien nos está conversando al lado nuestro.
En los ensayos de Fabián Casas recopilados en Papel para envolver verdura (Emecé, 2020),cuando menos se lo espera el lector se encuentra ante un momento de epifanía en donde los melones se acomodaron por un segundo, aunque para que eso suceda otras frutas se hayan estrellado contra el suelo.
Justamente, en uno de los textos de este libro que reúne años de publicaciones en el diario Perfil, Casas habla sobre el músico canadiense que falleció en 2016: «Cohen nunca se muestra como alguien que se las sabe todas, mejor dicho, es alguien que no tiene problemas en mostrar que sabe muy poco. Se metió en el zen, sí, pero después de probar con todo tipo de tranquilizantes y antidepresivos». El hilo que une al músico y al escritor nacido en Boedo es ese tono que reafirma una inseguridad antes que una seguridad, la sensación de que todo está inventado y que, de alguna u otra forma, fue escondido y hay que volver encontrarlos y desmenuzarlo.
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Lo cierto es que si quisiéramos pararnos en un escenario, podríamos hacerlo. El problema es que nadie nos prestaría atención. Entonces, Casas nos dice en este libro que viene a seguir la línea de Trayendo a casa todo de nuevo –título que reunía sus ensayos hasta el 2016- que es mejor bajarse y empezar a caminar entre el resto y escuchar las interferencias entre las conversaciones ajenas, estar atento a ese collage involuntario de ideologías y sentimientos que caben en apenas 24 horas, poder emocionarse con una obra maestra y también con un película enganchada en el cable en medio de la madrugada. Incluso, nos advierte que es importante tolerar y superar los problemas de traducción que muchas veces envuelven todo en esa zona de cruce que es la experiencia.
«Vivimos pensando en la forma de quedar en la historia, pero a la historia no le importan los mortales. El atardecer te habla de algo más inmediato: de cómo vivís el presente, con todos tus sentidos. De producir y drenar la experiencia. Es decir, saber que lo que estás viviendo y que está siendo captado por tus sentidos va a morir con vos«, escribe Casas en las últimas entradas de Papel para envolver verduras, en donde se relata en formato de diario de viaje unas vacaciones con sus hijos y amigos. Si el agua ya puede empezar a cotizar en la bolsa, la experiencia puede ser lo siguiente: ¿qué tipo de vida queremos vivir? ¿Y a cuánto están dispuesto a cobrarnos lo que nosotros entregamos gratis?
Fabián Casas nos dice en este libro que viene a seguir la línea de Trayendo a casa todo de nuevo –título que reunía sus ensayos hasta el 2016- que es mejor bajarse y empezar a caminar entre el resto y escuchar las interferencias entre las conversaciones ajena
Con la potencia de un haiku, el ritmo de un cuento y la precisión de un poema, estos ensayos breves hacen recordar al bello libro El idioma materno del italomexicano Fabio Morábito, en donde la restricción en la extensión de los textos crea las condiciones necesarias para que lo estético cobre su mejor forma. Guía de consulta para lecturas, películas, discos y paisajes que pueden romper la apatía del confort, Fabián Casas prende una serie de alarmas en distintos niveles de volumen y, después de leer este libro, hay una advertencia final: atención con la zona de cruce; cuando no se mira hacia los dos costados, siempre va haber algo esperando para pasarnos por encima.
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