Las representaciones de la comunidad trans en el cine clásico fueron grandes responsables del triunfo de los estereotipos. Los personajes transexuales variaron entre asesinos seriales, víctimas de violaciones y asesinatos, pacientes de enfermedades terminales debidas a su tratamiento hormonal y, en el mejor de los casos, mujeres transgénero que hicieron historia, pero representadas por actores hombres cis heterosexuales ¿Por qué la industria reafirma clichés en vez de derrumbarlos?
Grandes villanos de los éxitos cinematográficos, desde la década de los 60 hasta la de los 90, fueron transexuales. El hito del terror estrenado en 1960 y dirigido por Alfred Hitchcock, Psicosis, tiene como asesino serial al dueño de un motel de ruta que para llevar a cabo sus asesinatos se viste de mujer. Lo mismo sucede con el thriller estrenado en 1980 y creado por Brian De Palma, Vestida para matar, en donde el criminal es un respetado doctor psiquiatra, de día, y una mujer asesina, de noche. La historia se repite con la aclamada El silencio de los inocentes, estrenada en 1991 y dirigida por Jonathan Demme, en donde el asesino de mujeres llamado Buffalo Bill se ocupa de despellejar a sus víctimas femeninas para usar sus pieles, confirmando una lectura erradísima del concepto transvestirse.
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En los tres proyectos, el mensaje que parece estar implícito (o, más bien, ignorado por la sociedad de aquellos tiempos) es que la verdadera perversión de los criminales tiene su raíz en la identidad trans. Hay un estereotipo intrincado en Hollywood que relaciona la transexualidad con un disfraz necesario que los asesinos seriales se ponen para salir a la caza. Lo que Clark Kent es a Superman, Norman Bates es a la asesina en la que se transforma a la noche en Psicosis. No es una identidad real y permanente, no está admitido el verdadero deseo de cambio de género, es una simple excusa para poder salir a asesinar ocultando su identidad.
Hay un estereotipo intrincado en Hollywood que relaciona la transexualidad con un disfraz necesario que los asesinos seriales se ponen para salir a la caza.
Tal es el nivel de perversión adjudicado a aquél deseo de construcción de una nueva identidad que en El silencio de los inocentes, Hannibal Lecter se presenta casi como el héroe de la historia ayudando a la detective, encarnada por Jodie Foster, a descubrir al criminal transexual asesino de mujeres. Tanto Lecter como Buffalo Bill son asesinos seriales, pero el criminal caníbal está construido desde una narrativa que lo hace más amigable al público que el criminal transexual.
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Para los tres filmes, y para el cine clásico en general, el ser asesino y trans no están separados, es un conjunto que va de la mano y que es la receta a seguir para cualquier thriller psicológico exitoso. En las décadas pasadas se insistía, ya sea por cánones de época o por el éxito que esto garantizaba, en crear representaciones de la comunidad trans en forma de asesinos seriales. Es un nuevo tipo de discriminación intrínseca que nace con la industria y que se traslada a la audiencia fanática, para quedar inmerso en esta.
Esta mirada, que queda plasmada en la sociedad, no hace solamente a la discriminación hacia la comunidad, sino que planta un miedo inmenso a aquellos que aspiran a un cambio de género. Nick Adams relata en el documental de Netflix (estrenado en 2020) Disclosure: “cuando intentamos descubrir nuestra identidad, tenemos a los medios. Nos pasa como al 80 % de estadounidenses que dicen que no conocen a una persona trans. Nosotros tampoco conocemos a nadie trans y los medios de comunicación nos ayudan a averiguarlo”. Construir una identidad con la necesidad de recurrir a los medios es un camino difícil, pero si los medios se ocupan de mostrar únicamente estereotipos, la dificultad se duplica.
Construir una identidad con la necesidad de recurrir a los medios es un camino difícil, pero si los medios se ocupan de mostrar únicamente estereotipos, la dificultad se duplica.
Si se tiene en cuenta que los proyectos mencionados fueron estrenados hace 30 años o más, se podría esperar una evolución en las formas de representar, pero Hollywood siempre encuentra nuevos estereotipos que construir y maneras de excluir minorías. Películas exitosas de los últimos años como La chica danesa y El club de los desahuciados ponen en pantalla a mujeres transgénero, encarnadas por hombres cis heterosexuales.
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La chica danesa, dirigida por Tom Hooper y estrenada en 2015, cuenta la historia de la primera mujer trans que se realizó una vaginoplastia: Lili Elbe. La actuación de Eddie Redmayne, más allá de ser una gran performance, es el fiel reflejo de la exclusión ¿Por qué una película basada en la historia real de una mujer trans, cuando hay cantidad de actrices transexuales, tiene que ser protagonizada por un hombre cis? La visibilidad de la comunidad y la intensión de redención sigue sin ser suficiente, si a la hora de mostrar a las minorías se elije a los sectores privilegiados para representarlas.
El club de los desahuciados, estrenada en 2013 y dirigida por Jean-Marc Vallée, es otro ejemplo de un personaje transgénero encarnado por un actor cis, Jared Leto. Otro proyecto que intenta mostrar el sufrimiento y la discriminación, pero en vez de permitir que la comunidad se interprete a ella misma, utiliza a personas externas para hacerlo. Si una parte de la sociedad no tiene el derecho a representarse a ella misma, cualquier visión de esta va a estar influenciada por aquellos seleccionados para representarla.
¿Por qué una película basada en la historia real de una mujer trans, cuando hay cantidad de actrices transexuales, tiene que ser protagonizada por un hombre cis?
En El club de los desahuciados, además, el personaje de Rayon aparece como la salvadora del protagonista, un hombre blanco cis heterosexual. Llega casi como una heroína a traer alegría y diversidad a la vida de aquél personaje principal y, por supuesto, una vez que él está curado de todos sus prejuicios, Rayon muere enferma y por un exceso de drogas. Este es otro estereotipo enquistado en la industria cinematográfica: el personaje trans es aquel insalvable, depresivo y consumido por las sustancias, expuesto a todo tipo de peligros y que, normalmente, termina muerto. Laverne Cox expresa en Disclosure: “Oía a la gente decir `pero se basa en una historia real`. Pero ¿Por qué cuentan esta clase de historia una y otra vez?”.
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La industria insiste, si no es como asesinos seriales o enfermos mentales, en colocar al personaje transexual como víctima de una violencia constante que dificulta, aún más, el momento para cualquiera que esté pasando por un proceso de transición e intente verse reflejado en la pantalla.
La muerte asegurada para mujeres u hombres transgénero de las ficciones no se debe solo a la violencia a la que están expuestos o a su asegurada caída en las drogas, sino también, al tratamiento hormonal que realizan para poder completar la transición: “Hollywood ha mostrado al trans como víctima y, en general, se utilizan las mismas figuras. Una es la persona que matan por ser trangénero o, en el drama médico, el paciente que tiene un problema con las hormonas.” Expresa Nick Adams en Disclosure.
Ya sea por una ridiculización que hace que el público se ría de los personajes transexuales o por eternas víctimas de violencia, drogas y problemas mentales, la comunidad encuentra el mismo nivel de discriminación dentro de la pantalla como fuera de ella.
La comunidad trans es excluida y discriminada por gran parte de la sociedad, por lo que se ve obligada a encontrar un reflejo en las ficciones alejadas de la realidad. Y cuando mira, se ve representada por gente ajena a sí misma o de formas indeseables para cualquiera. Ya sea por una ridiculización que hace que el público se ría de los personajes transexuales o por eternas víctimas de violencia, drogas y problemas mentales, la comunidad encuentra el mismo nivel de discriminación dentro de la pantalla como fuera de ella.
A pesar de contar con nuevos proyectos que se asemejan más a una representación acertada en la ficción, como Euphoria o Sense8, no se puede asumir que la lucha de la comunidad llegó a su fin. La representación positiva, a pesar de ser un logro, es solamente un medio para alcanzar el verdadero triunfo: condiciones positivas reales para las personas trans.
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