Los diez relatos que integran el libro del autor estadounidense muestran un manejo sobrio de historias intrincadas, en donde el dolor asoma en los grandes acontecimientos y también en los gestos mínimos o las palabras que se eligen para romper el silencio. Así, Andrew Porter logra una paleta de personajes que encuentran sus propias estrategias para transitar el descontento con la vida que les toca.
Hay muchas maneras de ser infeliz; incluso más que de ser feliz. Sin embargo la apatía y el desdén pueden ser sentimientos tan invasivos como un condimento equivocado en la receta familiar o una frase dicha en el peor momento posible. Los cuentos de La teoría de la luz y la materia (China Editora, 2020), de Andrew Porter, reflejan esa variedad de texturas que puede tener la incomodidad con la vida desde un punto de vista sensible, agudo y punzante aunque los ambientes en los que transcurren sus relatos no hay nada claro ni definitivo más allá del desconcierto.
En esa misma línea, Mariana Enríquez destaca en la contratapa de esta edición: «Porter escribe con lucidez y precisión, aun cuando sus narradores suelen estar perdidos en la niebla de lo incierto». En esa misma línea, destaca la austeridad eficaz con la que el autor nacido en Estados Unidos en 1978 decide meterse en medio del dolor, la soledad e incluso la sensación de una compañía agridulce: «Su prosa es una luz fría que atraviesa la bruma, pero no la despeja, porque estos ritos de pasaje solo son posibles en una relativa oscuridad», señala la ganadora del Premio Herralde de Novela en 2019.
Los cuentos de La teoría de la luz y la materia (China Editora, 2020), de Andrew Porter, reflejan esa variedad de texturas que puede tener la incomodidad con la vida desde un punto de vista sensible, agudo y punzante
En los diez cuentos que integran este libro, originalmente publicado en 2008 y traducidos al español por Caterina Gostisa, se puede reponer ese estilo anglosajón en donde incluso las historias más impactantes mantienen el tono neutro de quien quiere mantener la atención del lector no por lo que se dice, sino por lo que se calla. En ese sentido, es posible encontrarse con fragmentos de una belleza simple y profunda que llegan a desgarrar, como sucede en el extenso y bello relato que da nombre a esta publicación. Cuenta la narradora: «sentía que acababa de abrir una agujero en mi vida- un agujero del tamaño y forma exacta de Colin-, y nada en la intrincada fábrica de mi futuro volvería a ser igual».
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Lo mismo sucede en «Piel», el cuento más breve y poético de La teoría de la luz y la materia, en donde incluso el éxtasis del amor y la plenitud se vive con la infelicidad de un final inminente, en donde todo lo que se construye se hace sabiendo que va a desmoronarse. Basado en el futuro que no puede ser más que desolador, el narrador relata: «Sus manos estarán húmedas, su cabello, despeinado. Estará tan seria que por un momento pensaré que me está haciendo una broma. Encenderá un cigarrillo y cerrará los ojos. Tomará mi mano y me dirá que todavía no encuentra palabras para lo que necesita decirme».
La potencia de estos relatos está en el tono sobrio que nos recuerda que la inestabilidad emocional es la verdadera estabilidad, y que mientras tanto intentamos llevar una vida que merezca la pena ser vivida con el menor dolor posible por más que se sepa que no va a ser poco.
Al recibir el Premio Nobel 2020, la también estadounidense Louise Glück comentaba al ser consultada sobre sus versos, también calificados de austeros y reducidos: «La frase encuentra una manera de hablar por sí sola. Es algo difícil de analizar una voz. Creo que me fascina la sintaxis, siempre sentí su poder y los poemas que más me conmovieron no fueron los más opulentos verbalmente». Lo mismo podría pensarse para la prosa de Porter, una sensibilidad que se centra en aquello que no puede no decirse, dejando de lado lo que puede y debe omitirse.
Leer a esta autor estadounidense es entrar en historias densas y brumosas, pero contadas con la luz necesaria para que no haya golpes bajos ni recursos efectistas. La potencia de estos relatos, por el contrario, está en el tono sobrio que nos recuerda que la inestabilidad emocional es la verdadera estabilidad, y que mientras tanto intentamos llevar una vida que merezca la pena ser vivida con el menor dolor posible por más que se sepa que no va a ser poco. Ser infeliz no es lo complicado, el desafío es serlo sin perder la sensibilidad. Después de todo, uno de los personajes de Porter lo deja en claro: «Pienso que es muy importante que todos tratemos de hacer mejor las cosas».
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