Este año se cumplen dos décadas de una publicación que marcó un hito en el ámbito de las novelas gráficas, y que aún hoy, continúa teniendo amplio alcance internacional: Persépolis. Escrita por la dibujante y cineasta Marjane Satrapi, relata, desde su propia perspectiva, la vida en Irán a partir de la Revolución Islámica en 1979. Pasando por la infancia hasta llegar a la adultez, Satrapi nos conduce por la historia cultural y política de su país, pero además, por un camino en el que busca forjar su identidad.
¿Qué es lo que define a un clásico? ¿Qué elementos contiene un libro para conservar durante generaciones la fuerza que le permite tener un lugar de renombre? La respuesta puede ser amplia y, a veces, difícil de sintetizar. Ese es el caso de Persépolis, la novela gráfica de la iraní Marjane Satrapi, que cumplió veinte años de su primera publicación y se mantiene igual de vigente desde su primer impulso, en el año 2000. Editada originalmente en cuatro tomos por el sello francés independiente L’Association, esta obra, que narra la Revolución Islámica desde la perspectiva de una mujer desde su infancia hasta su vida adulta, tuvo un éxito inmediato, que le valió múltiples premios a nivel internacional. Este año, al cumplir dos décadas, fue reeditada en Argentina por Reservoir Books, de Penguim Random House, con la traducción de Carlos Mayor, en un único volumen que cuida todos los detalles de una obra única.
Persépolis, nombre de la antigua capital del primer Imperio Persa, cuenta en primera persona la historia de la propia Satrapi, nacida en Irán, en la ciudad de Rasht, pero criada en Teherán. El relato comienza en 1979, con la caída del régimen autoritario y monárquico del Sah Mohammad Reza Pahleví, aferrado al poder durante cincuenta años.
Persépolis, nombre de la antigua capital del primer Imperio Persa, cuenta en primera persona la historia de la propia Satrapi, nacida en Irán, en la ciudad de Rasht, pero criada en Teherán. El relato comienza en 1979, con la caída del régimen autoritario y monárquico del Sah Mohammad Reza Pahleví, aferrado al poder durante cincuenta años. Contaba con el apoyo de Estados Unidos e Inglaterra, quienes incluso impulsaron un golpe de Estado en contra de su primer ministro, Mohammad Mosaddeq, que proponía la nacionalización del petróleo para sacarlo del control de una compañía inglesa. El descontento popular culminó con la Revolución Islámica, liderada por el Ruhollah Musavi Jomeiní, que ocupaba uno de los más altos cargos del clero.
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Lo que comenzó para muchos como un destello de esperanza derivó luego en otro régimen represivo y religioso con el surgimiento de grupos paramilitares, el asesinato de miles de opositores políticos y una guerra con Irak, que duraría ocho años. Satrapi vive su infancia y preadolescencia en este contexto, atravesado por políticas restrictivas, donde dejarse a la vista el flequillo fuera del velo, comprar maquillaje y discos de punk en el mercado negro o las fiestas y reuniones sociales son un acto de resistencia donde se ponían en juego detenciones, latigazos y hasta la propia vida. Criada en el seno de una familia progresista de clase media, Satrapi es rebelde, contestaria, cuestiona el conservadurismo y las tradiciones religiosas.
Satrapi vive su infancia y preadolescencia en este contexto, atravesado por políticas restrictivas, donde dejarse a la vista el flequillo fuera del velo, comprar maquillaje y discos de punk en el mercado negro o las fiestas y reuniones sociales eran un acto de resistencia donde se ponían en juego detenciones, latigazos y hasta la propia vida.
Temerosos de su libertad y mientras los misiles de la guerra destruyen la ciudad y a familias enteras, sus padres deciden enviarla a Austria a sus 14 años. Marji, como la llaman sus conocidos, viviría en Europa hasta sus 18, en un nuevo capítulo de su vida donde se retratan sus transformaciones físicas, sus búsquedas intelectuales, su sexualidad y la formación de su identidad mientras busca integrarse a la cultura occidental. Satrapi narra así, a través de las viñetas, el exilio, el extrañamiento constante y el encuentro con mundos diferentes, totalmente ajenos a la vida y realidad iraníes. Construye vínculos, experimenta el desamor, la angustia, dudas y un debate interno que la divide entre la nostalgia de sus afectos y sus libertades individuales y sociales que no conseguiría una vez de vuelta en su país natal.
Marjane finalmente regresa y debe readaptarse no solo al velo, sino también a las calles desoladas por la guerra, a los murales de los mártires que le daban “la impresión de pasear por un cementerio” y a la noticia de la masacre de presos políticos. Despreciada por sus amigas, dividida entre Occidente y Oriente, se siente una extraña sin un lugar de pertenencia ni identidad hasta que se inscribe en la carrera de Bellas Artes de la Universidad de Teherán, donde obtiene luego un máster en Comunicación Visual. En esta última parte, Satrapi no solo narra ese impacto que le provoca la vuelta a Irán, sino también su lugar como adulta en una sociedad en la que el rol de la mujer se define exclusivamente a partir del hombre, donde el divorcio solo se produce con el consentimiento de este último y donde caminar en la calle junto a un varón con el que no se está casada es un crimen. Marjane permanece en Irán hasta 1994, año en el que decide irse a Francia, esta vez definitivamente.
Como mencionó la propia Satrapi en una entrevista para Pantheon Books, editorial que publicó Persépolis en Estados Unidos, el impulso de la novela surgió al no sentir representada su experiencia en las noticias sobre Irán de la televisión occidental. Cuando se publicó, el orden geopolítico se reorientaba, faltarían solo un par de años para que George Bush categorizara al país como uno de los tres vértices de su denominado “Eje del Mal” y también para que Estados Unidos iniciara la guerra contra Irak que duraría hasta 2011. En este escenario, el libro de Satrapi aportó una mirada distinta sobre los países del Medio Oriente, sobre la idea de la globalización y también sobre los procesos históricos de Irán fuera de una mirada etnocentrista.
El relato en primera persona, la aparente inocencia, el humor, la cotidianeidad, partiendo en cada capítulo de elementos sencillos que juegan un papel central en la narración de hechos políticos y sociales, aportan en su conjunto una mirada fresca moviliza la trama.
El relato en primera persona, la aparente inocencia, el humor, la cotidianeidad, partiendo en cada capítulo de elementos sencillos que juegan un papel central en la narración de hechos políticos y sociales, aportan en su conjunto una mirada fresca que moviliza la trama. Los reconocimientos internacionales no solo fueron para la historieta, sino también para su adaptación animada al cine, de la mano de la propia Satrapi y del dibujante Vincent Paronnaud. Este fue el inicio de la autora en el mundo audiovisual, al que se dedicó por completo luego de publicar otras dos novelas gráficas: Bordados y Pollo con Ciruelas. Hoy lleva dirigidas cinco películas, la más reciente Radioctive, producción biográfica basada en la vida de Marie Curie y protagonizada por Rosamund Pike, se estrenó hace tan solo unos meses.
Persépolis, por su parte, continúa girando por el mundo, permitiendo encontrar en cada relectura un potencia que sigue vigente veinte años después. Un hito dentro de las novelas gráficas por su valor cultural, que reflexiona sobre temas universales. La identidad, la migración, el exilio, el rol de las mujeres y las infancias en ámbitos represivos y de guerra son solo algunos de los tantos que se desprenden de cada una de sus viñetas, en los que Satrapi despliega su técnica para asistir a transformaciones personales y globales, donde lo autobiográfico y lo histórico se entremezclan en un resultado único.
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