Inéditos: cuatro poemas de Javier Roldán

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«El lugar que aprendí a amar en los detalles/ porque es como esos hombres/ que cuando los ves en el todo/ te parecen medio fieros/ pero observándolos/ con el paso del tiempo/ te van enamorando/ con pequeñeces», se lee en uno de los dos poemas inéditos de Javier Roldán. Docente y tallerista, en sus poemas no tiene miedo de introducirse en cuestiones políticas, así como tampoco detenerse en la cuestión de la identidad y los derechos del colectivo LGBTTIQ+ y la identidad en los barrios periféricos a los grandes centros económicos y de poder. Además, dos poemas de su libro Satrapía (Patronus Ediciones, 2020). // Foto: Gisele Velázquez



Sobre el autor

Javier Roldán nacío en el Oeste del Gran Buenos Aires, en Merlo Gómez, en 1975. Trabaja como profesor de Lengua en colegios secundarios del conurbano y también coordina talleres de lectura. Publicó los libros de poesía  La Extraña Dama (Alto Pogo, 2015). En 2016 publicó dos plaquetas: por Subpoesía Las profecías perderán su razón de ser y por Paisanita Bendito yo soy. En 2018 publicó su segundo poemario Villa Trankila por la editorial Santos Locos. En el año 2019 creo junto a Alfredo Machado el sello editorial independiente Patronus Ediciones, en el que publicó Satrapía (2020). Además, en la misma  editorial y durante la pandemia de Covid-19 lanzó dos libros recopilatorios de cuentos y poesía con el fin de ayudar a juntar fondos a comedores escolares del conurbano bonaerense

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1.

“Munro es el lugar en el que vivo”
algunas mañanas
cuando los mates se estiran
un poco más de lo habitual
porque no tengo que salir corriendo
al colegio a dar clases
a la universidad a estudiar
algunas mañanas
Munro
entra graciosamente
por la ventana de mi departamento

Munro
es el lugar en el que vivo
y el lugar que aprendí a amar en los detalles
porque es como esos hombres
que cuando los ves en el todo
te parecen medio fieros
pero observándolos
con el paso del tiempo
te van enamorando
con pequeñeces
hasta que un día te descubrís
metejoneado del feo
y ya no hay vuelta atrás

Munro
me enamora cada vez
que el tren pasa frente
con esa potencia de macho
que todo lo arrasa
pero que como todo macho
te lleva en el furgón
si lo agarrás medio mimoso

Munro
me enamora con sus locales de ropa
locales de un esplendor
un poco fantasmal
y que le dan cierto aire
de romería venida a menos
un poco mágica
como lo son los mercados
en los pueblos
que rodean a los desiertos
en las películas

Munro
tiene un bar de nombre Lumiton
en honor
a los estudios cinematográficos
de la edad dorada del cine argentino
en los que se filmaron
Los martes orquídeas
Hay que educar a Niní
Los muchachos de antes no usaban gomina
pero en este bar de viejos
no te los encontrás
ni a Mirtha Legrand
ni a Niní Marshall
ni a Florencio Parravicini
pero sí te lo encontrás a Roberto
que es un correntino
que labura de mozo ahí
y que tiene una cara fulera fulera
pero un culo divino divino
que te hace largar un sapucay
cada vez que te deja en la mesa
mirándolo
como se va
a cumplir tu pedido

en ese bar si mirás atentamente
también está el Topito
un viejo chiquito con cara de indio
que vive borracho
y vive cayéndose
en sus borracheras
pero que es orgulloso
como todo buen indio
y no permite que lo ayudes a levantarse
y trabaja por sus vinitos diarios
entrando y sacando las sillas
y mesas del bar a la vereda

Munro
entra graciosamente por la ventana
cuando escucho la risa estruendosa
de la Monguita
una peruana que está chapa
y deambula por el barrio riéndose y hablando
con el que tenga ganas de conversar un poco
como la vez
que le decía a una rubia alta y grandota
con la que se cruzó
en la parada de colectivos
“qué linda sos
yo respeto mucho a las argentinas
porque son como vos
lindas y blancas”
o como cuando
le conversaba a la parejita adolescente
en el almacén de Lucy
“hola
los vi el otro día en la carnicería
qué linda es tu novia
tenés que cuidarla mucho
vos también sos lindo
pero tenés cara de pícaro
así que ojo eh”
yo no sé el nombre de la Monguita
y nunca hablé con ella
porque seguramente
ya me tiene junado
y temo y respeto
al oráculo
que sale de su boca

Munro
tiene en sus noches de silencio
la participación estelar del Pájaro
que es un linyera
que canta mientras camina
“yiuyiuyiuyiuyiyuyiuyiyuuuuuuuuuuuuu”
el Pájaro usa un turbante
que se arma con una camisa vieja
y yo pienso que el convoca
a los espíritus
de las estrellas cinematográficas
que trabajaron acá
en los estudios Lumiton
y se niegan a abandonar la ciudad
creo que los conjura
con ese canto
“yiuyiuyiuyiuyiyuyiuyiyuuuuuuuuuuuuu”
para que no molesten nuestros sueños
(de los que dormimos en
Munro)
con fantasías febriles
que nos perderían
en películas en blanco y negro
más sinceras
que nuestra colorinche realidad

Munro
me regala a mis vecinos paraguayos
que viven
justo frente a mi hogar
en una pieza de tamaño indefinible
mis vecinos paraguayos
que nunca se sabe cuántos son
pero son todos hombres
muy jóvenes y hermosos
albañiles hermosos
y si bien son bochincheros
y rompe bolas
en el último año nuevo
por vaya uno a saber
qué bendita circunstancia
me dieron un regalo
de plena maravilla
cuando unos pares de ellos
decidieron cambiarse de ropa ahí
en el patiecito de cemento
en donde salen a hablar todas las noches a los gritos
se cambiaron en el patiecito
y mientras
se sacaban y ponían la ropa
yo bendije en guaraní
escondido como estaba
detrás de las cortinas de mi departamento
a esta Latinoamérica
bendije
esta tierra que los parió
y dios quiera los siga pariendo

Munro
tiene como era de esperarse
un supermercado chino
que atiende una chinita joven
y curiosa
que una vez nos miraba a mi esposo y a mí
y como no cazaba muy bien
cuál era nuestro parentesco
le preguntó a Alfredo
“¿es tu papá?”
señalándome con la cabeza
y creo que pocas veces
me reí con tantas ganas
ante la consternación de mi esposo
y de la chinita
que nunca más
nos preguntó más nada

por último y para no cansarlos
¿porque vieron cómo somos los enamorados
de cansadores cuando hablamos
de nuestro amor?
les presento al peruano
que sale a la vereda cuando está muy borracho
y grita con toda la potencia
que le permite su cuerpo retacón
“¡Viva Perú carajo! ¡Viva Perú!”

y a mi me conmueve
ese viva y ese grito
porque claramente él extraña a su Perú
y a su Inka Cola
y a su suspiro limeño
y a su leche de tigre
y a sus papas a la Huancaína
y a Juaneco y su Combo
“Yo tengo una negrita que me gusta enamorar
Yo tengo una negrita le gusta basilar
Yo tengo una negrita que me gusta enamorar
Yo tengo una negrita que le gusta basilá
Yo tengo una negrita que es muy linda de verdad
Yo tengo una negrita que me gusta de verdad
Yo tengo una negrita que es muy linda de verdad
Yo tengo una negrita que me gusta de verdad
Oh, oh mi linda negra
Ven, mi niña dorada
Mira, que me desespero, oh!

Ven, ya es de madrugada”

y yo también extrañaría eso
y mucho más
y también tengo ganas de gritar
algunas veces
¡Viva Perú carajo!
cuando me siento triste
o muy alegre
pero como soy argentino
grito
¡Viva Perón!
¡Viva Perón carajo!
que es
lo que les grito ahora
que me pongo contento
porque les leo este poema.

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2. Nosferatu

Hace horas estamos chateando
y sentimos
el olor a sangre en el aire

«Parecés Drácula tratando de no asustar a su presa»
me decís

algo de eso hay
pienso
algo de eso hay.

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3. Gordo gede

Héctor es muy gordo, es «grandote»
Héctor tiene trece años
Héctor no habla de su mamá
Héctor era muy chico cuando su mamá murió
Héctor vive con su papá
Héctor tiene miedo de que llamemos desde el colegio a su papá
Héctor vuelve con marcas de golpes
días después del paso de su papá por el colegio
Héctor pelea todo el tiempo con Mario
Héctor llama «come moco» a su compañero Mario
Héctor mira todo el tiempo a Milagros

«Profe, Héctor me está mirando»
«Profe, Héctor me sacó la lengua»
«Profe, decile a este gordo gede que se calle»
«Callate gordo puto»

El otro día me acerqué al banco de Héctor
porque me llamó la atención que estuviera quieto y silencioso
Héctor alisaba una hoja, tenía el banco lleno de hojas
estaba ordenando unas hojas
Héctor estaba concentrado acomodándole
ordenándole la carpeta a Milagros

Héctor para mí es ese gesto.

(De «Satrapía”, Patronus Ediciones, 2020)

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4. Indice

Ese lugar común de padres y madres
cuando dicen que aman a todos sus hijos por igual
de que sus hijos son
como los dedos de su mano

Tercero B turno tarde
es para mí
ese dedo índice
que apunta al centro exacto
de mi corazón

(De “Satrapía”, Patronus Ediciones, 2020)

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