Una novela en donde el dolor, el deseo, la intimidad y el devenir trágico de una sociedad fluyen como el río al que se le da la espalda y los arroyos que tapa el cemento de la Ciudad de Buenos Aires. La dictadura cívico militar como el escenario de una ficción que incomoda y vuelve a poner en escena que hay una herida no cerrada no solo como país, sino también en el centro de miles de familias.
«Cuando uno empieza a preguntar, se da cuenta de que el otro tiene historias para contar, que los desbordan», señala Diana Bellessi en El jardín secreto, documental sobre su obra y figura. Esa sentencia bien podría adaptarse a la nueva novela de Martín Kohan, en donde el pasado emerge en el presente no con la potencia de un temporal, sino con una lluvia que primero tuvo su aviso en una humedad creciente, en largas horas de bajo presión. En este caso, además, se entremezcla un relato íntimo familiar junto a una de los capítulos más crueles de la historia reciente en Argentina: la última dictadura cívico militar.
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A partir de tres historias que en realidad son la misma gracias a la encadenación temporal y la sutileza con la que Kohan plantea el desarrollo de Confesión (Anagrama, 2020), el lector se adentra en una historia de silencios, pasiones y traiciones involuntarias: un resumen que bien podría encajar para toda vida. El dolor es un trasfondo que se respira a lo largo de toda la novela que, a diferencia de lo que sucede de manera cada en la Ciudad de Buenos Aires, no le da la espalda al Río de La Plata, sino que más bien lo mira de frente para entender cómo fluyen los sentimientos y la experiencia personal.
El lector se adentra en una historia de silencios, pasiones y traiciones involuntarias: un resumen que bien podría encajar para toda vida. El dolor como un trasfondo que se respira a lo largo de toda la novela
Protagonista involuntario, luego intencional, Jorge Rafael Videla aparece al principio como un joven reservado, silencioso y rutinario que despierta los deseos de una joven -Mirta López- que no tiene más recursos que confesar ante el cura de la iglesia las pasiones acalladas por una sociedad pacata en 1941 en Mercedes, provincia de Buenos Aires. Décadas después, ese joven católico formado en las escuelas militares ya es un dictador y también es el blanco de un fallido atentado que podría haber cambiando la historia de un país y también la de miles de familias. Tal es el caso de la formada por esa misma joven ahora nonagenaria, que en medio de una partida de truco con su nieto vuelve a ejercer una confesión, pero en este caso mucho más profunda y dolorosa.
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Ahora bien, lejos de quedarse cautivo dentro del escenario de la dictadura cívico militar, Confesión es un relato sobre la convivencia del horror del terrorismo de Estado con la vida cotidiana, con los miedos y conservadurismos de una madre devota, de un padre testigo más que protagonista del destino familiar. Hay un célebre poema de Irene Gruss, «Mientras tanto», que va en la misma dirección: «Yo estuve lavando ropa/ mientras mucha gente/ desapareció/ no porque sí/ se escondió/ sufrió/ hubo golpes/ y/ ahora no están/ no porque sí/ y mientras pasaban/ sirenas y disparos, ruido seco/ yo estuve lavando ropa,/ acunando,/ cantaba,/ y la persiana a oscuras». La vida cotidiana, el amor doméstico, entrecruzada con los delitos de lesa humanidad.
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El resultado final es una novela fluida y perturbadora, que no se aprovecha de los golpes bajos ni los lugares más transitados respecto al golpe militar y los desaparecidos, sino que se mete de lleno en ese concepto que todavía incomoda al ser pronunciada: complicidad civil.
El narrador de la primera y tercera parte es el nieto de Mirta López, que en el primer caso reconstruye la historia de su abuela adolescente enamorada de un futuro dictador. En la tercera parte, a medida que el juego de cartas se va desarrollando dentro del clima pausado y nostálgico de un geriátrico, ese mismo nieto ya no reconstruye, sino que interroga a su abuela sobre lo que ocurrió con el padre, es decir el hijo de López. Mientras que en el partido de truco las mentiras se van sucediendo, una verdad incómoda crece y le gana incluso a la falta de memoria de la protagonista de 90 años.
El resultado final es una novela fluida y perturbadora, que no se aprovecha de los golpes bajos ni los lugares más transitados respecto al golpe militar y los desaparecidos, sino que se mete de lleno en ese concepto que todavía incomoda al ser pronunciada: complicidad civil. Una mujer conservadora, entre ingenua e hiperconsciente de la realidad, que confiesa su deseo y también su dolor, se mezcla con su vida chata y rutinaria dentro de uno de los capítulos más decisivos de la historia argentina del siglo XX. Martín Kohan, a partir de su hábil manejo de la ficción, es el encargado de contarlo y estremecer al lector.
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