«No sé qué te digo,/ algunas cosas no las conozco,/ quisiera,/ pero algunas cosas nunca,/ o sí», se lee en uno de los versos de la poeta nacida en Bahía Blanca. Con un estilo en donde la intimidad rompe los grandes silencios, Natalia Romero logra que la cotidianidad de los objetos, los paisajes y las acciones se entremezclan en toda relación humana para intentar comprender algo indecible: qué sucede con el afecto.
Sobre la autora
Natalia Romero nació en Bahía Blanca. Publicó Nací en verano (2014l), El otro lado de las cosas, La poesía como restauración de una voz en la obra de Diana Bellessi (2017), Puede que la muerte mienta, (2018), ABC, Mi primera cocina, (2018), El principio luminoso, (2019). Coordina El otro lado de las cosas, talleres de escritura, co-coordina, El silencio de las madres, encuentros entre literatura y maternidades.
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1 – Todas las cosas
Esta mañana preparé el mate
con la ventana abierta del patio
a pesar del frío,
y me quedé, ahí, en pijama, la tela verde finita con botones,
la tela suave, y sentí algo,
es incómodo el frío
pero vieras cómo lo sentí, cómo se me abrió el pecho
para después volcar el agua
sobre la yerba y la miel,
el agua caliente y ese humito,
no sé qué te digo,
algunas cosas no las conozco,
quisiera,
pero algunas cosas nunca,
o sí,
como la escarcha de la helada sobre el pasto
y la manteca derretida en la tostada
y la lluvia en el cielo de la noche,
o sí,
el dorado único del cielo en el mar
las olas saladas
el poderío del agua salada, flotamos,
estamos flotando
el agua nos sostiene,
¿no te parece increíble?
y aún más,
después del agua ahí abajo hay tierra
y la tierra no deja de ser el borde de todas las cosas
y el cielo que no conocemos, su color indescifrable
y este cielo
sí, azul
violeta, rosa,
la lluvia en la cara
el viento helado
el sur y el norte,
las montañas que vimos,
todas las montañas que vimos,
y la fe
intacta
un escudo, un corazón,
en el punto más alto de una vida,
la fe
nunca rota,
nosotras sí,
nosotras desarmadas,
tiradas en el piso
pidiendo cura,
¿qué hay que curar?
la muerte no existe, decís
pero este cuerpo que tenemos
adónde va,
qué es lo que vemos,
si las estrellas siguen ahí,
alumbran desde el tiempo inmemorable,
los pinos
los álamos
los ombúes
las tipas
los tilos
las camelias
las magnolias
el manzano
el damasco,
y qué más,
sino nosotras, bien vivas
de cara al sol,
acá, vientre lleno de paz,
orilla con marca de sal
río sin fin, agua que cruza el paisaje
y brilla
y nosotras,
que nos dejamos morir
porque sí, creemos,
la muerte es una cosa cierta
y nos dejamos morir,
y la luz es más que el agua
sale de la tierra y vuela
la luz es del cuerpo y del cielo,
un animal que es todos los animales,
la luz un dragón
un unicornio, un pájaro,
el tordo que recién pasó de visita,
y el dolor,
el dolor es un hueco oscuro
que cruje
cruje
cruje
y después, te lo prometo,
las flores,
las chispas del fuego
las hojas del banano
la lluvia otra vez, siempre la lluvia
la tormenta, el rayo
el techo de chapa
el verano que vuelve,
¿viste que el verano siempre vuelve?
nunca nos abandona
este sol enorme, sol mesías
luz madre, luz padre,
la piel roja,
un día, te lo prometo,
la piel que desaparece lo sabe,
vamos a estar en ese lugar
que no tiene centro,
donde el cuerpo toca todo,
qué lindo tocarlo todo,
qué belleza,
las hojas tersas del malvón,
la estrella de mar,
las escamas del pez, plateadas
hexagonales, crudas,
la madera, el tronco de los árboles,
los yuyos, las nubes
y la chispa,
otra vez la chispa.
Vamos a tocar todas las cosas.
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2- Qué habíamos hecho
Qué habíamos hecho
Al mediodía, en el patio
sentados en las reposeras,
la cara contra el sol, los ojos achinados,
el cigarrillo, la soda,
el cielo celeste
demasiado limpio,
– qué habíamos hecho para estar así de tristes
nos quedamos tirados,
la espalda sobre el pasto
las rodillas arriba, las piernas formando una montaña
que sigue apuntando al sol,
creo que le pedimos que nos encienda,
después pensé,
no quiero convertirme en una mujer
que no conozco,
¿y eso qué significa?
me toco la nuca despejada
después del corte de pelo
te queda tan lindo, decís,
tus ojos como dos bolas amarillas
giran, son planetas
entre el pasto y el cielo,
y nosotros pensando
en nosotros,
vos para mí, yo para vos
¿es eso el amor?
vos sos el único
yo soy la única,
pero esa chica, vos viste qué hermosa,
sí, y qué hermosa la vida
los besos
y ser esa belleza
no perdernos de esa luz nunca,
y el sol sigue irradiando
él baja la cabeza, está casi agachado
como si quisiera oler el pasto
o pedir perdón,
y se queda ahí un rato, sin hablar,
debe tener los ojos cerrados
debe estar guardando el poder amarillo,
cuando levanta la cabeza, llora
y es un lago
le veo adentro el latido
le veo todo lo que entra en un mundo y nunca lleva nombre,
entonces, otra vez el sol, el pasto
las margaritas,
-y qué habíamos hecho para estar tan tristes
pero es una tristeza noble,
es válida,
es válido quedarnos vacíos,
es una cuestión física,
como querer atrapar un átomo
querer la fuerza de una estrella.
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3 – Poema para mí
Poema para mí
Esto que escribo
se parece al poema
que quiero leer
para recordar
que no hay muerte en las cosas
pero miento,
después de la poda el jazmín
se volvió más fuerte
yo lo vi
le vi las hojas negras
el tallo corto
apagado
y después lo vi volver,
mamá,
qué se yo, si eso importa o no ahora,
un día, cuando nazca de mí una vida
que no me pertenezca
quizás entienda.
La fuerza del corazón
no se parece a nada
no puedo ponerle ningún nombre
pero tus manos
nosotras y tus manos,
la playa, el mar gigante
el azul
la espuma,
mamá,
yo prometí vivir
prometí no ser leal
lo siento.
Y el jazmín, en serio,
si lo hubieras visto morir
todas las veces que murió,
pero era una forma de darse vida,
porque ahora tiene las hojas grandes
se le abrieron los tallos y son ramas,
parece un arbusto,
casi un árbol
al lado de su amiga la rosa china
color amarilla que elegí,
acá las cosas se volvieron mías,
la cama donde duermo,
los ojos de él por la mañana,
ese único momento
y sus ojos son míos,
y yo seguro seré suya,
aunque a veces salte de la cama
corra a prender el fuego para el mate
abra la puerta del patio,
a ver cómo está el jazmín,
a ver cuánto cielo puro hay,
no sé,
esta mesa donde escribo, tabla de madera sobre caballetes,
el cuadro de la estrella,
el espejo
el dibujo del cisne y la mujer,
la ventana a la calle,
todo lo que veo.
Esto que escribo,
que sea mi regalo
el espacio dulce de darme
eso,
a mí,
la fruta madura, el color del durazno,
la fuerza es de las flores.
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