En el centenario del nacimiento de la poeta uruguaya, una de las más importantes de las ultimas décadas en la región, un repaso por la sutileza desgarradora de su obra que se centra en el desencuentro y la ausencia. Las claves para pensar una obra que ganó valor con el correr de los años hasta romper las fronteras del circuito poético.
La poesía no suele estar en boca de todos, pero siempre hay excepciones que rompen y confirman esa regla al mismo tiempo. Ese puede ser el caso de Idea Vilariño, poeta uruguaya nacida el 18 de agosto de 1920 en medio de una familia montevideana de artistas. De ese seno nacieron, además de Idea, los hermanos con nombres particulares y estéticos afines a sus ideales libertarios: Poema, Azul, Alma y Numen (inspiración que siente el artista antes de la creación de una obra). Si Idea se hubiera llamado Poema, ¿hubiera sido la poeta que fue o hubiera luchado toda su vida por despegarse de la carga de la identidad forzada? Otra pregunta contrafáctica que no se puede evitar hacer, como sucede en muchos de los poemas de la propia Vilariño a 100 años de su nacimiento.
La obra de esta poeta se ganó de manera silenciosa pero constante un lugar en el inconsciente colectivo, al punto de romper con el siempre reducido nicho de la poesía. La razón nunca es del todo clara, pero un posible eje de análisis se encuentra en la potencia de sus versos de desamor, en donde la duda se repite como un deja vú o un sueño. ¿Qué hubiera sido de nosotros si todos esos amores que nacieron y acabaron de repente nunca hubieran terminado? ¿Qué tipo de vida es la que llevaríamos actualmente? ¿Hubiéramos podido evitar el dolor que sentimos?
«Se enamoraba bestialmente, y se enamoraban de ella. El amor que le interesó es el amor pasión. Un amor intenso, que tiene que acabar para poder ser», recuerda la crítica literaria Ana Inés Larre Borges
Esa sensación de interrogación al pasado a partir de una mirada atenta y nostálgica se desprenden de los versos de la poeta, traductora y docente que formó parte de la célebre generación del 45 en Uruguay, junto a nombres como los de Mario Benedetti, Ida Vitale, Ángel Rama o Juan Carlos Onetti, una suerte de referente dentro del grupo por su edad y camino recorrido hasta entonces. La obra de Vilariño quedó por mucho tiempo a la sombra o desmedidamente atada a la figura de Onetti, con quien mantuviera una relación de cuatro décadas de desencuentros y encuentros amorosos.
(Te puede interesar: La vuelta a Mario Benedetti en 80 citas)
Pero sería obtuso quedarse en ese aspecto de su vida y no, por ejemplo, en el alejamiento en 1955 del semanario Marcha de Uruguay luego de que el director Carlos Quijano no quisiera publicar un verso suyo que dice «un pañuelo con sangre, semen, lágrimas». O la renuncia a un reconocimiento recibido en 1963 por haber firmado un documento en 1955 en el que se oponía junto a otros autores por la composición de los jurados de las premios oficiales. O la joven que a los 16 años se mudó sola por los problemas de asma y nunca más formó una familia pese a la mirada ajena y las costumbres de la época. «Se enamoraba bestialmente, y se enamoraban de ella. El amor que le interesó es el amor pasión. Un amor intenso, que tiene que acabar para poder ser», recuerda la crítica literaria Ana Inés Larre Borges en diálogo con Leila Guerriero para la crónica «Idea Vilariño. Esa mujer».
«Uno siempre está solo/ pero/ a veces/ está más solo», escribió Idea Vilariño para dar cuenta de su idea del afecto: una misión imposible. Su historia familiar así se lo hizo comprender desde chica: en 1940 falleció su madre, cuando Idea tenía apenas 20 años. Al poco tiempo le siguieron su padre y hermano mayor Azul. «Dijo el médico de la familia que conocía a todos: «Ahora quieren ver quién se muere primero.» Y tenía razón», recordaba la poeta uruguaya. Sin embargo, a partir de sus versos a primera vista simples y cristalinos, pudo poner en palabras lo que muchas personas sienten ante cada terremoto causado por la muerte, los accidentes del ánimo y el fin de los vínculos. Gracias a sus poemas, muchos lectores, adentrados o no en la poesía, pudieron sentirse menos solos en las horas oscuras del desamor.
Siempre me he rehusado a usar palabras que salen de lo corriente, aquellas que suelen considerarse poéticas», le confesaba Idea a la reconocida periodista y escritora uruguaya Esther Grillo.
«Es una poeta de palabra simple. Esto no quiere decir que lo que escribe sea sencillo o tenga un solo sentido fácil de descubrir. Por el contrario, es una palabra amable, que invita, que parece que cualquiera de nosotros podría haberlo dicho, aunque para decir eso hay que tener una gran maestría«, explica en una reciente entrevista la actriz y dramaturga Raquel Diana. «Siempre me he rehusado a usar palabras que salen de lo corriente, aquellas que suelen considerarse poéticas», le confesaba Idea a la reconocida periodista y escritora uruguaya Esther Grillo.
(Te puede interesar: Liliana Villanueva: las formas de ser una escritora silenciosa)
Es en este punto en donde se puede encontrar una posible respuesta al porqué de la pasión que despierta Idea Vilariño tanto adentro como afuera del mundo reducido de la literatura en general y la poesía en particular: poner en palabras accesibles lo que muchas veces no se puede nombrar. En su célebre primera carta a un joven poeta, Rainer María Rilke advierte: «Las cosas no son tan comprensibles ni fáciles de expresar como muchas veces se nos quiere hacer creer. La mayor parte de los acontecimientos son indecibles; suceden en un ámbito al que no llega ninguna palabra«. La hermana del medio de esos cinco niños con nombres poéticos, se aventuró a lo largo de su obra a poner en palabras esos sentimientos desgarradores que hacen daño no solo por su potencia, sino por la dificultad de convertirlos en conceptos.
Es en este punto en donde se puede encontrar el porqué de la pasión que despierta Idea Vilariño tanto adentro como afuera del mundo reducido de la literatura en general y la poesía en particular: poner en palabras accesibles lo que muchas veces no se puede nombrar
Para lograrlo, es importante detenerse en el detalle de la poca información personal o contextual que se puede extraer de cada poema. “La técnica de la omisión de la anécdota llega aquí a su grado máximo”, escribió Rosario Peyrou en el suplemento ‘Cultural’ de El País de Uruguay sobre los breves poemas de No, libro escrito durante los también breves años de matrimonio de Vilariño con Jorge Liberatti. Idea le llevaba 22 años y había sido su profesora: para muchos, fue el primer momento en el que la idea de la soledad le empezó a pesar pero que el resultado final de esa pareja fue la confirmación de una existencia basada en el desencuentro más que en el acierto. Escribe Idea: «“Si te murieras tú / y se murieran ellos / y me muriera yo / y el perro / qué limpieza”.
Vilariño murió el 28 de abril de 2009, apenas unos días antes del 17 de mayo cuando también fallecería su amigo y compañero de ruta Mario Benedetti. Al funeral de este último acudieron cerca de dos mil personas y se decretó duelo nacional en Uruguay. Al entierro de Vilariño, en cambio, se dice que fueron 10 personas, entre ellos dos funcionarios de gobierno. Sin embargo, la literatura siempre va a tener caminos impredecibles: hoy Benedetti suele ser dejado de lado o nombrado con pudor en ciertos circuitos literarios acostumbrados al parricidio, mientras que la autora del desgarrador poema «Ya no» no para de crecer. En una entrevista del año 2001, una de las pocas que concedió, Idea le contestaba a la escritora francesa Elena Poniatowska: «No sé cómo decirte qué es la poesía para mí. Es una forma de ser, de mi ser. Todo lo demás de mi vida son accidentes».