Literatura y feminismo: ¿qué cambió después de la Marea Verde?

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El debate por la legalización del aborto en el Senado que tuvo lugar el 8 de agosto de 2018 fue un momento clave en el recorrido de lucha de los movimientos feministas. En el camino, se rompieron tabúes, se masificaron demandas y se ampliaron los discursos. Dentro del ámbito cultural, la literatura no permaneció ajena. ¿Qué es lo que cambió? La Primera Piedra dialogó con cuatro escritoras sobre el vínculo entre la escritura y los debates feministas de los últimos años. 



Hace dos años, en Argentina se estaba viviendo un momento histórico: el debate por la legalización del aborto llegaba al recinto del Senado, luego de haber obtenido media sanción en la Cámara de Diputados el 14 de junio de 2018. Fueron meses de movilización en los que la denominada “marea verde” llenó los alrededores del Congreso, después de que la discusión se extendiera en el espacio público, junto a la masificación de las demandas de los feminismos. La interrupción del embarazo y el derecho de las personas gestantes a decidir sobre sus cuerpos dejó de ser un tabú, marcando un punto de quiebre. Años antes, tan solo nombrar la palabra “aborto” implicaba estigmatización y condena.

La literatura es uno de esos espacios donde, en el último tiempo, se difundieron producciones en las que se da visibilidad a la violencia de género, a la diversidad y a los derechos sexuales y reproductivos.

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La discusión trascendió círculos hasta expandirse en múltiples ámbitos, que se sumaron a la batalla cultural por romper el silencio y por implantar el debate en la sociedad. La literatura es uno de esos espacios donde, en el último tiempo, se difundieron producciones en las que se da visibilidad a la violencia de género, a la diversidad y a los derechos sexuales y reproductivos. “El feminismo interpeló a la literatura argentina, esta ola vino de una manera masiva. Si bien otros momentos del feminismo habían sido fuertes – en los ’70 sobre todo – esta vez se manifestaron con mucha intensidad”, afirma la escritora y periodista Cecilia Szperling.

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Foto: Nadia Díaz

 


La autora de La máquina de proyectar sueños (Interzona, 2016) forma parte de Nosotras Proponemos Literatura, un colectivo que surgió en 2018, como resultado de la primera Asamblea de Trabajadoras del Arte. A partir de allí, surgió un documento en el que se problematizan los espacios de poder al interior del campo cultural, literario e intelectual. “Las escritoras ponemos el cuerpo: había un colectivo ninguneado, borrado. Las universidades, los paneles, las charlas, los espacios llevados adelante por el Estado, como la Feria del Libro, estaban básicamente ocupados por hombres. Hace dos o tres años que se dio completamente vuelta el asunto”, comenta Szperling.

La organización colectiva desde distintos ámbitos artísticos y la influencia de este momento histórico en el campo cultural es parte de la expansión masiva que comenzó con Ni Una Menos en 2015.

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La organización colectiva desde distintos ámbitos artísticos y la influencia de este momento histórico en el campo cultural es parte de la expansión masiva que comenzó con Ni Una Menos en 2015. Al respecto, Szperling afirma: “Corrió los velos y empezaron a verse todos los temas, desde los más urgentes”. Y agrega: “Creo que hay algunos libros que no podrían haberse pensado si no hubiera sido en el medio de esta efervescencia, como por ejemplo Por qué volvías cada verano, de Belén López Peiró, que cuenta un abuso que sufrió la escritora por parte de su tío; Las aventuras de la China Iron, donde Gabriela Cabezón Cámara saca del anonimato a la China del Martín Fierro, en el que es nombrada solo unas pocas veces para ser denigrada; o Cometierra de Dolores Reyes”.

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Foto: Nadia Díaz

 


“Estas nuevas formas de representación que el feminismo actual nos está dando abren un espacio posible de transformación y creo que la literatura no está en absoluto aislada del tiempo que le toca a cada escritor, escritora, escritore, sino que forma parte fundamental de los debates de su época”, dice la escritora y psicoanalista Claudia Masin. “Creo que eso se manifiesta particularmente en la literatura escrita por mujeres de las generaciones más jóvenes, donde hay un desenfado y una frescura que, quizás, mujeres de mi generación, no teníamos ni por asomo a los 20, 25 años”, agrega. “Esa libertad para autorizarse a decir tiene muchísimo que ver con la impronta del movimiento feminista y de los debates por los derechos sexuales y reproductivos, que han entrado en la escritura”.

“Estas nuevas formas de representación que el feminismo actual nos está dando abren un espacio posible de transformación y creo que la literatura no está en absoluto aislada del tiempo que le toca a cada escritor, escritora, escritore».

Además, la autora de La desobediencia (2018), afirma: “Creo que el rol de la literatura en los debates y en las demandas de los feminismos es central, fundamentalmente porque no concibo a la literatura, en mi caso la escritura de poesía, como aislada de lo político en sentido amplio, de las discusiones de una época”. Respecto a la influencia en su producción, cuenta a esta revista: “Siento que tengo una mayor frescura a la hora de hablar de cuestiones que tienen que ver con el género, por ejemplo con la elección sexual. Siento mucha más libertad que en otros momentos de mi vida y eso tiene directa relación con el tiempo histórico, no tiene que ver solo con el proceso personal, sino con uno social y político, que es absolutamente deudor de las luchas del feminismo”.

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Al referirse a las producciones de los últimos tiempos, la escritora y periodista Gabriela Borrelli Azara, comenta: “Creo que lo que cambió fue una forma de circulación de textos y una visibilización de algunas temáticas que siempre estuvieron ahí. No me atrevo a decir que hubo en cambio en los temas o en las formas, porque aquello que llamamos literatura es siempre un canon del que vemos la punta del iceberg y, alrededor de ese núcleo visible hay muchas literaturas que se mantuvieron marginales, que hoy ocupan lugares más centrales (nunca del todo)”. También, agrega en diálogo con La Primera Piedra: “Me gusta pensar que hubo un cambio en la dinámica lectora, que en el ánimo lector aparecieron inquietudes sobre estos temas. Eso me parece hermoso, porque cuando el ánimo lector se enciende no hay con qué apagarlo”.



Foto: Nadia Díaz

 


Al hablar del papel de la literatura en los debates de los feminismos, la autora de Vidrio (Club Hem, 2020), afirma: “No creo en los roles sino en la contaminación. La literatura se mueve dentro de los movimientos feministas anárquicamente y va generando redes – a veces visibles y otras no tanto – de imaginarios, de pensamientos, de conceptos. No sé si cumplen un rol específico, sino que son parte activa, en el mejor de los casos, tensionando paradigmas que intentan instalarse.

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Por su parte, respecto a la relación entre los paradigmas de época y lo literario, la escritora Ariana Harwicz, dice:»Me parece que lo que observo en varios países, por lo menos en Argentina, Francia, España donde me siento parte, escribo, leo y donde también participo de las discusiones, es que hay un equívoco que es asociar de manera directa y acrítica y como una continuidad el autor, su posición política y el texto«. 

La escritora de Matate, Amor (Mardulce, 2017), plantea un problema y una tensión en términos artísticos entre los paradigmas y el mercado editorial: «Hay muchos autores que, ya sabiendo que a los editores o a los agentes literarios no les va a gustar, censuran de antemano lo que van a escribir, acomodándose al espíritu de época, a lo que imaginan que el lector va a querer ver, leer, escuchar. Escribir debería ser ir en contra de todo eso, contra toda imposición y concesión».  En esa misma línea, concluye: «Me parece que el rol que lo literario tendría que tener es la independencia, la autonomía, realmente no tendría que importar, el texto tendría que ser totalmente autónomo de posiciones. Las causas que defiende son las causas de la literatura, son estéticas, filosóficas, literarias, no políticas o coyunturales, se debería poder hablar del texto, pero cada época vuelve hacia atrás con las nociones del autor con la independencia del autor».

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Así entonces, aunque los movimientos feministas tienen un largo camino recorrido, los últimos años han sido claves para desnaturalizar sentidos y abrir discusiones. Los próximos años avecinan un debate en profundidad, en múltiples campos, incluyendo el estético. Generar cuestionamientos, nuevas preguntas y reflexiones es parte de un cambio de época que permite seguir enriqueciendo los debates, mientras la lucha en las calles continúa firme por seguir conquistando derechos. 


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