Larga distancia (Concreto, 2020) es el primer libro de ficción de la periodista Tali Goldman. Siete cuentos en donde se exploran identidades, relaciones familiares y colectivas a partir de las voces de distintos personajes. “Había ahí un universo de mujeres adultas mayores que me interesaba explorar, esa era mi premisa”, señala la autora en diálogo con La Primera Piedra. El equilibrio entre lo trágico y lo humorístico, los vínculos entre la ficción y la no ficción y la lectura como parte esencial del proceso creativo. (Foto: cortesía Concreto)
¿Cómo describir la lejanía, aquello que separa a las personas aún cuando se encuentren cerca? La complejidad de los afectos y las identidades que se forman en el entretejido de los vínculos son temas centrales que conforman el universo de Larga distancia (Concreto, 2020), el libro de cuentos de Tali Goldman. Periodista, licenciada en Ciencia Política, esta es su primera incursión en la ficción, que comenzó como su tesis de Maestría en Escritura Creativa de la Universidad Tres de Febrero. Con un registro fluido, la autora construye una variedad de personajes que a través de llamadas telefónicas, mails, relatos y anécdotas exploran relaciones de pertenencia, vínculos colectivos, religiosos y familiares, con un denominador común: las voces de mujeres adultas mayores.
Con un registro fluido, la autora construye una variedad de personajes que a través de llamadas telefónicas, mails, relatos y anécdotas exploran relaciones de pertenencia, vínculos colectivos, religiosos y familiares, con un denominador común: las voces de mujeres adultas mayores.
Goldman toma los elementos de su cotidianeidad para transformarlos y plasmar historias en las que la angustia, la soledad, el cuestionamiento a un cierto orden se encuentran de fondo, mezclados con un humor e ironía que crean un ritmo magnético. Al respecto, la autora señala: “No diría que son cuentos humorísticos, sino trágicos que se transitan con cierto humor ácido, porque creo que narrativamente era la mejor manera de abordar esas temáticas. Cuando uno los lee, se ríe y también llora”. Un mosaico en el que se conforman distintos tipos de relaciones y en los que las voces y las acciones permiten transmitir sensaciones e imágenes vívidas, algo que Goldman maneja con habilidad y de forma diversa a lo largo de los cuentos.
— ¿Qué te interesó explorar con Larga Distancia?
— Larga Distancia, originalmente, es mi tesis de Maestría en Escritura Creativa de la UNTREF. Siempre escribí, soy periodista y, si bien hago radio, siempre trabajé en gráfica y es lo que más me gusta. Quise probar algo totalmente diferente a lo que yo hacía, fue un desafío, distinto a lo que estaba acostumbrada. En un punto, me pareció que cuentos era más fácil, era mi primera experiencia en ficción, entonces no me animaba a hacer una novela o nouvelle como hicieron otros compañeros. Además había tenido un pequeño proyecto, había hecho un taller literario con Guillermo Saccomano muchos años antes de la Maestría y ahí fue donde empezaron un par de personajes que están en el cuento “Torta de Naranja”, que es Nilda, mi vecina. Otro de los personajes del libro es mi abuela Rosita, siempre tuve un vínculo muy personal con ella. Había ahí un universo de mujeres adultas mayores que me interesaba explorar, esa era mi premisa. Después derivó en otras cosas y terminó siendo algo que no planifiqué.
Creo que el humor es la mejor manera de transitar ciertos dramas, la única de contarlos y de escribirlos. No diría que son cuentos humorísticos, sino trágicos que se transitan con cierto humor ácido irónico, porque creo que narrativamente era la mejor manera de abordar esas temáticas.
— ¿Cómo fue el desafío de construir la voz de esas mujeres?
— Fue muy distinto, quizás un cuento surgió de una frase, otro de una anécdota. Para “Larga distancia” tenía la idea de hacer una conversación telefónica entre una madre que vivía acá y una hija que vivía en Israel. No planifiqué los cuentos, iban surgiendo durante el proceso de escritura, de hecho no sabía cómo la mayoría iba a terminar y creo que tampoco me preocupaba eso, simplemente escribía. Las voces surgían de imaginarios que tengo de personas que conozco, me sonaban de frases, de modos de hablar, partí de esos lugares que inconscientemente terminaron constituyendo un universo. De todos modos, creo que sí seguí un hilo, pero el tópico lo entendí al final. Hay un hilo conductor respecto de entender esta larga distancia de distintos modos, y eso es algo que procesé cuando leí todo el libro.
— Otro elemento muy presente es el humor…
— No sé si fue una decisión, pero creo que el humor es la mejor manera de transitar ciertos dramas, la única de contarlos y de escribirlos. No diría que son cuento humorísticos, sino trágicos que se transitan con cierto humor ácido, irónico, porque creo que narrativamente era la mejor manera de abordar esas temáticas. Cuando uno los lee, se ríe y también llora. Fue la forma en que me salió abordar temas tan densos como las despedidas, los tabúes familiares, los dramas mismos de la vida.
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— ¿Cómo te resultó pasar de la no ficción a la ficción y cómo conviven en vos esas dos facetas?
— Creo que soy la misma, si lees una nota y un cuento mío, claramente soy yo. La ficción, obviamente, me permite no estar atada a ciertos pactos del periodismo, como es la verdad, respetar las fuentes, no salir de los cánones de la realidad, pero creo que la esencia de mis crónicas y de mis cuentos está en la escucha de los personajes. Lo que me permití y lo que me enseñó mi oficio de periodista es observar la realidad y a las personas y escucharlas. Me parece que la escucha es la principal herramienta que tiene un periodista y que yo puse al servicio de la literatura. Después, a diferencia de mis notas periodísticas, hago lo que quiero con esa escucha pero, en esencia, no diría que hay una convivencia entre ambos mundos, sino que es todo parte del mismo proceso, que hay una impronta mía en ambas esferas.
Lo que me permití y lo que me enseñó mi oficio de periodista es observar la realidad y a las personas y escucharlas. Me parece que la escucha es la principal herramienta que tiene un periodista y que yo puse al servicio de la literatura.
— El avance de los movimientos feministas trajo cambios en múltiples de ámbitos, ¿notás alguno en la literatura de ficción a partir de este contexto?
— Me parece que hoy hay una visibilización, un auge de escritoras mujeres, pero no sé si me interesa pensar en un canon de literatura feminista. Para mí la literatura es literatura. Después se pueden abordar infinidad de temáticas, pero no me gusta catalogar. No estudié Letras, conozco poco de teoría literaria, pero como lectora y como escritora no distingo literatura feminista de no feminista, entiendo la literatura como buena o mala, o como la que me interesa o no me interesa. Si para vos mis cuentos tienen una impronta feminista, está buenísimo, seguramente la tengan, pero no lo pienso en términos de bajada de línea, no me gusta la literatura panfletaria.
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— En 2018 publicaste La Marea Sindical, ¿qué te motivó llevar adelante ese proyecto?
— En ese momento, a principios del macrismo, me había quedado sin trabajo y empecé a pensar formas de reinventarme. En los trabajos que había tenido, en Revista Veintitrés, El Argentino, etc., trabajaba en la sección de Política, que es un lugar más hostil para las mujeres y siempre me había interesado cubrir temas de trabajadores y trabajadoras. Me llamaban la atención mujeres haciendo trabajos que, en general, hacían los varones, o mujeres en lugares de poder en donde siempre estaban los varones. Me acuerdo que hice una nota para Revista Anfibia – “Bajo el asfalto” – sobre trabajadores y trabajadoras del subte, que me gustó mucho escribir y que me pareció un universo no explorado. Cuando comencé a pensar en otras mujeres delegadas, noté que había muy poco escrito, algunas notas sueltas, sobre todo en Las 12 y en suplementos feministas. También empecé a reflexionar sobre por qué siempre las mujeres tenemos que estar en los suplementos, por qué los que abordan sindicalismo en los diarios nunca lo incluyen desde una perspectiva de género y ese fue el disparador. Me di cuenta de que abrí una caja de pandora, porque era un mundo totalmente inexplorado, donde todavía hay muchísima tela para cortar. Creo que fue un aporte para pensar el sindicalismo y poner como protagonistas a las mujeres, que siempre fueron invisibilizadas en la historia del movimiento sindical.
— ¿Cómo te llevás con la escritura y la lectura en la cuarentena?
— Mágicamente y, por suerte, muy bien, la verdad es que estoy leyendo muchísimo, te diría que como nunca. Escribiendo también porque es mi trabajo: escribo guiones para podcast, notas y, ahora, estoy empezando a pensar en un proyecto de novela que descubrí a raíz de las lecturas. Si bien hoy no estoy en un proceso de escritura, sí creo que mis lecturas están siendo fundamentales. Siempre digo que nunca podría dar un taller de literatura porque, para mí, la única clave es la lectura, la principal herramienta. Me estoy tomando el tiempo de leer, cosa que no sé si hubiera hecho con otro ritmo, porque me estoy encontrando momentos que en la vida normal no me los daba. Para mí, los domingos a la mañana no eran un momento, pero ahora me encontré ese espacio. Considero que mi proceso de lectura está al servicio de mi escritura.
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— ¿Qué estuviste leyendo?
— En este momento estoy leyendo un libro que se llama Amor y Exilio de Isaac Bashevis Singer, que es un escritor polaco, Premio Nobel de Literatura que me fascina; también Apegos feroces de Vivian Gornick; Volverse Palestina de Lina Meruane, que me encantó; un pendiente que tenía que es Los detectives salvajes de Roberto Bolaño, que me voló la cabeza; el nuevo de Martín Kohan, Confesión.
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Para mí la pandemia dejó en evidencia la desigualdad en muchísimos sentidos y creo que hay cosas que van a cambiar, en un punto, tengo un poco de esperanza y fe en la humanidad de que algo hayamos aprendido con esta experiencia.
— ¿Y en general qué autores o autoras podrías mencionar como referentes para tu propia escritura?
— Me parece que todo los libros que uno lee terminan siendo una influencia, consciente en ciertos aspectos e inconsciente en otros momentos. De forma consciente te puedo nombrar tres: Manuel Puig, Hebe Uhart y Aurora Venturini, creo que hay en mi escritura cosas de esos universos que puedo detectar, son tres de mis autores preferidos. Pero en general, inconscientemente, creo que todo lo que leemos nos forma a la hora de escribir.
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— ¿Considerás que puede haber una “nueva normalidad”? ¿Cómo ves ese panorama respecto del contexto cultural?
— Creo que nadie va a salir igual de esta pandemia en muchos aspectos y, en ese sentido, lo cultural está también atravesado por eso. Me parece que artistas, escritores, músicos se están reinventando y están tratando de seguir trabajando como se pueda en la virtualidad. También creo que eso indefectiblemente va a terminar, cuando empiece a funcionar la vacuna, vamos a volver de a poco a la presencialidad, pero hay ciertas cuestiones que no pueden volver a ser de la misma manera que eran antes. Para mí la pandemia dejó en evidencia la desigualdad en muchísimos sentidos y creo que hay cosas que van a cambiar, en un punto, tengo un poco de esperanza y fe en la humanidad de que algo hayamos aprendido con esta experiencia. La pandemia ha sacado lo mejor y lo peor de la sociedad, pero también rescato una solidaridad extrema, pensar en el otro, y otro montón de cosas.