Dora Coledesky: símbolo de la lucha histórica por el aborto legal

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El recorrido por el derecho al aborto se formó con la lucha de muchas mujeres pioneras que construyeron una trayectoria y tradición de militancia de más de treinta años, gracias a los cuales el 2018  fue un punto de inflexión. Uno de esos nombres detrás de las banderas y los pañuelos verdes es Dora Coledesky, un personaje fundamental y un símbolo para sus compañeras de militancia y para la marea verde que hoy se multiplicó en todos los rincones del país. En esta nota, la historia de una de las pioneras del movimiento por el aborto legal, a 11 años de su muerte. (Foto: cortesía de Rosana Fanjul)



“Siempre recuerdo que Dora decía que ese pequeño núcleo que formamos iba a aumentar, que proféticamente íbamos a ser quizás millones, cuando las condiciones psicológicas subjetivas y las sociales objetivas convergieran, y pudieran ser tomadas por todas las mujeres jóvenes”, cuenta Olga Cristiano a La Primera Piedra. Militante histórica y hoy referente de la Campaña por el Derecho al Aborto Seguro, Legal y Gratuito, Olga conoció a Dora Coledesky en una casa prestada por un grupo de exiliados uruguayos en Scalabrini Ortiz y Vera a principios de los ’90, cuando mujeres de diferentes agrupaciones se reunían para debatir sobre el derecho a la interrupción del embarazo. “No tenía resquemores ni prejuicios y trataba a las personas sin ningún tipo de suposiciones”, agrega Olga.

“Siempre recuerdo que Dora decía que ese pequeño núcleo que formamos iba a aumentar, que proféticamente íbamos a ser quizás millones, cuando las condiciones psicológicas subjetivas y las sociales objetivas convergieran, y pudieran ser tomadas por todas las mujeres jóvenes”, cuenta Olga Cristiano a La Primera Piedra.

La trayectoria de lucha de Coledesky había iniciado muchos años antes, en la provincia de Tucumán, donde se había trasladado junto a su familia durante la adolescencia. Su militancia en los espacios de izquierda comenzó en la Federación de Estudiantes Secundarios, luego en el Partido Socialista y finalmente en el Partido Obrero Revolucionario. Tras recibirse de abogada, comenzó a trabajar en la textil La Bernalesa, donde participó de varias huelgas, lo que posteriormente le permitió ser elegida delegada en otro establecimiento. En los ’50, la industria textil tenía un 80% de trabajadoras sin voz ni voto en discursos o lugares de decisión. Fue en esa época en la que Coledesky tomó contacto con la vida de las mujeres de los sectores populares. “En las fábricas se hablaba de aborto como si tal cosa, tema que no se mencionaba en otros ambientes”, relató un vez en una entrevista para Página /12.

Con la dictadura cívico militar, Coledesky y su marido, Ángel Fanjul, se exiliaron en Francia, lo que para ella significó una nueva etapa en su lucha. “Se hermanaba con un feminismo socialista, un feminismo de clase, obrero y sindical, poco frecuente dentro de las filas feministas de los años ochenta. No solo fue militante fabril sino también obrera en su juventud y en el exilio”, cuenta la escritora y activista queer Mabel Bellucci para La Primera Piedra. “Su mirada internacionalista le permitió no descuidar la visión macro de los acontecimientos”, destaca. En este sentido, Rosana Fanjul, nieta de Coledesky, agrega: “La importancia de mi abuela es su genealogía a la hora de articular. Ella emprende una lucha desde los conocimientos como abogada y como militante, su construcción política le hizo aprender la dinámica que había en Francia cuando estuvo exiliada”.

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Foto: Marie Claire – Perfil


 En este país europeo, el aborto ya era legal desde 1975, gracias a un proyecto de la entonces ministra de Salud, Simone Veil, que complementaba la legalización de los métodos anticonceptivos en 1972. En ese entonces, se hacían reuniones en distintos espacios donde mujeres debatían sobre sus derechos. De acuerdo a lo relatado por la propia Coledesky en entrevistas, fue allí donde tomó contacto con el feminismo en un sentido práctico y teórico y donde las exiliadas lationamericanas tuvieron un lugar para contar lo que sucedía en sus países de origen. “Estar ahí le dio mucha experiencia, se reunía por los Derechos Humanos con el grupo de argentinos y chilenos exiliados; siempre se mantuvo en contacto con todos los vínculos políticos en Argentina y en el mundo durante esos años”, cuenta Fanjul.

“Estar ahí le dio mucha experiencia, se reunía por los Derechos Humanos con el grupo de argentinos y chilenos exiliados; siempre se mantuvo en contacto con todos los vínculos políticos en Argentina y en el mundo durante esos años”, cuenta Fanjul.

En 1984, Dora volvió a Buenos Aires preparada a actuar con todo lo que había aprendido. Se puso en contacto con compañeras de militancia, intercambiaron ideas y gestaron un espacio fundamental: la Comisión por el Derecho al Aborto (CDA). Lo que Mabel Bellucci, describe como su “opus magnum activista”. “La CDA facultó, tanto con su accionar como con capacitación específica, a especialistas de la salud que luego adquirieron un pujante protagonismo en nuevas experiencias relacionadas a las políticas del cuerpo”, explica Mabel Bellucci. “Significó un espacio preparatorio de figuras feministas con proyección futura en momentos en que el aborto era un ‘sin nombre’, profundizando la comprensión del tema con un ímpetu potencial impuesto por la fuerza de los hechos”, agrega.

Coledesky compartió alianzas con un multiplicidad de personas de distintos ámbitos, algo que heredó de su exilio. Tal como explica Bellucci, generó espacios de diálogo con Carlos Jáuregui, fundador de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) y también con Lohana Berkins, en ese entonces presidenta de la Asociación de Lucha por la Identidad Travesti-Transexual (ALITT). Años después, en el año 2000, organizaría desde la Coordinadora por el Derecho al Aborto una mesa de debate titulada «¿El aborto es sólo una cuestión de mujeres?», espacio que se proponía alternativo a las campañas tradicionales bajo el lema «Yo aborté». 

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Foto: Victoria Gesualdi para Revista Anfibia


«Las canciones que hicimos nosotras»

“No sé como conocí a Dora, para mí forma parte de mi historia, no le veo un comienzo”, dice Martha Rosenberg en diálogo con La Primera Piedra. “Hablábamos, planeábamos, discutíamos, muchas veces nos peleábamos, porque no estábamos de acuerdo, pero era muy claro que teníamos objetivos comunes también en otras cuestiones políticas más generales, pero la relación tenía que ver con la voluntad de impulsar un movimiento muy importante por la defensa del derecho al aborto”, recuerda la psicoanalista y referente histórica de la lucha por la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo. Son muchos los momentos que Rosenberg recuerda de su camino junto a Coledesky: el V Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe (1990), la formación de Mujeres Autoconvocadas para Decidir en Libertad (MADEL) (1994) y las asambleas populares del 2001.

Hablábamos, planeábamos, discutíamos, muchas veces nos peleábamos, porque no estábamos de acuerdo, pero era muy claro que teníamos objetivos comunes también en otras cuestiones políticas más generales, pero la relación tenía que ver con la voluntad de impulsar un movimiento muy importante por la defensa del derecho al aborto”, recuerda Martha Rosenberg.

Algo que no me olvido es cómo compartimos el Foro Social Mundial de Porto Alegre. Con Dora armamos un taller sobre el derecho al aborto y redactamos juntas una declaración para proponer al plenario final del foro que hicimos firmar a altos dirigentes políticos, gremiales y de movimientos campesinos de todo el mundo”, relata Rosenberg. “He tenido varios momentos de trabajo muy hombro a hombro con Dora, conversábamos mucho por teléfono,  sacábamos la solicitadas, nos matábamos yendo a conseguir espacios en el diario, firmas. Fue una compañera muy importante para mí y creo que yo, para ella, también porque teníamos una relación de mucho respeto mutuo. Siempre compartimos la idea de encarar el aborto como un derecho y no solo como un problema de salud”, afirma a esta revista.

La abogada Nina Brugo Marcó, otra pionera de la lucha por el aborto legal, recuerda la primera vez que habló con Coledesky en el Encuentro Feminista y Latinoamericano del Caribe, en San Bernardo, en 1990. “El primer día hacíamos filas para almorzar en un comedor sindical cuando se me acerca Dora para pedirme la firma por el derecho al aborto. Me asusté y le dije que no le firmaba. Para mí, en ese entonces, si bien no estaba en contra e inclusive había acompañado a mujeres que se lo hicieron, era un tema tabú, se debía hablar en voz baja”, cuenta. “Luego, al asistir a talleres, escuchar la temática y aprobar el pedido de las compañeras de Brasil de establecer los 28 de septiembre como Día de Lucha en América Latina y el Caribe por el Derecho al Aborto, comprendí la lucha por el derecho. Así fue cómo, al final del Encuentro, la busqué y firmé su petitorio. A partir de ahí construimos una hermosa amistad hasta su fallecimiento”.

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Foto: Nadia Díaz


El Encuentro de San Bernardo fue un punto de inflexión en la historia de los movimientos feministas del país y del continente, ante la gran cantidad de participantes y la diversidad de sus orígenes, que había comenzado a exceder los círculos académicos y militantes. En ese sentido, la década de los ’90 fue un camino de amplia variedad de y movimientos en los que Dora fue sembrando construyendo su aporte de forma incansable incluso desde las acciones más cotidianas. “Cuando tenía 17 años, me pidió que la acompañara al centro; fuimos al cine – siempre se quedaba dormida – y a la mesita de la confitería El Molino, dábamos folletos, hablábamos con la gente, juntábamos firmas; yo confiaba ciegamente en lo que ella me decía, a esa edad y sin siquiera haber tenido relaciones sexuales me sentía rara, pero contenta de que era algo necesario”, recuerda Fanjul.  

“Lo que me llamó la atención en Dora era su apertura, sus amplios conocimientos, su pasión, ella transmitía todo sin ningún tipo de interés en quedar bien o mal con las personas, sino con un deseo de comunicar sus ideas con un interés de participación de trabajo, de no tener ningún obstáculo en cuanto a las empatías personales”.

En este sentido, retoma Olga Cristiano: “Lo que me llamó la atención en Dora era su apertura, sus amplios conocimientos, su pasión, ella transmitía todo sin ningún tipo de interés en quedar bien o mal con las personas, sino con un deseo de comunicar sus ideas con un interés de participación de trabajo, de no tener ningún obstáculo en cuanto a las empatías personales”. “En el 2001, cuando las asambleas emergieron de los barrios y una vez por mes se realizaba un encuentro general en Parque Centenario, pensamos que era un buen momento para hablar en ese espacio. Nos deslumbraba la idea de que fuera tanta gente, pero apareció una gran tormenta y tuvimos que meternos en una confitería. Nos dimos cuenta de que la posibilidad de mostrar en forma clara nuestro tema se había fundido, pero Dora se subió arriba de una mesa, pidió silencio, transmitió nuestras necesidades y, cuando terminó su discurso, hubo un aplauso”, recuerda Cristiano.

Por aquella época, lo sembrado durante los ’90 comenzó a tener resultados aún más visibles. El Encuentro Nacional de Mujeres de Rosario de 2003 es una muestra de aquel impulso. “Cuando volvimos de talleres en los que habíamos participado y llegamos a la puerta de la escuela, escuchamos mareas de mujeres que cantaban, entonces Dora me sacudió y me dijo: ‘Esas son las canciones que hicimos nosotras’. Eran las letras que habíamos escrito en la casa de los exiliados uruguayos, que se habían pasado de boca en boca y ya las tenían la gran mayoría”, recuerda Cristiano. Por su parte, Brugo cuenta: “El segundo día, muchas vinieron del Taller de Estrategias por el Derecho al Aborto – primera vez que se conformaba – al aula Magna de la Facultad donde funcionaba y, allí, Dora habló ante casi mil mujeres en la asamblea que se realizó. Rebalsaban el aula, era imposible que entraran más y el discurso de Dora fue extraordinario”.



Foto: Nadia Díaz


«Ellas ya tienen el camino trazado»

Más de treinta años después de los primeros encuentros, la lucha por el derecho al aborto se masificó y generó las conquistas con las que Coledesky soñaba. «Nuestra militancia siempre fue acumulativa, sumamos, abrimos y creo que eso fue la importancia, que ahora se ven los resultados, la enorme extensión que tiene el tema”, sostiene Rosenberg. “Fue nuestra forma de contribuir a la conciencia actual que hay acerca de los derechos de mujeres y personas gestantes a ser respetadas en sus decisiones. La visibilización actual del derecho al aborto tiene esa plataforma de una militancia  anterior, sostenida y elevada en espacios donde había cierta expectativa, posibilidad de crecimiento y extensión de la consciencia”, agrega.

 «Nuestra militancia siempre fue acumulativa, sumamos, abrimos y creo que eso fue la importancia, que ahora se ven los resultados, la enorme extensión que tiene el tema”, sostiene Rosenberg.

“Mi abuela supo sortear y romper con el tabú del que ni las propias mujeres querían hablar, pero ella tenía una templanza que generaba seguridad y confianza para que a nadie le diera vergüenza, era algo que atravesaba a todas y de todas clases sociales. Su edad avanzada también ayudó a tratar con seriedad el tema. Era escuchada y respetada”, afirma Fanjul. “Creo que en la historia de nuestra lucha por el derecho al aborto fue la líder indiscutible, no ha aparecido la pasta de líder que representaba Dora Coledesky; sería muy bueno que, si algún día tenemos la ley, llevara su nombre, se lo merece”, afirma Cristiano.

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Foto: Nadia Díaz


Coledesky se mantuvo firme en su militancia hasta el final. Así lo relata su nieta: “Dos días antes de su muerte, yo la traía del hospital y conversaba con ella para que dejara de ir a las reuniones, porque eso entre el viaje en tren y la adrenalina la agotaba mucho. Pero ella me contestó que ella decidía a esa edad – 81 años-  de qué manera quería morir. Vivir sin sentido no era para ella, se iba a morir sin perder su personalidad y que eso iba a ser pronto. Entonces yo le dije: ‘¿Pero las chicas? – refiriéndome a sus compañeras de militancia – y, sin vacilar, contestó: ‘Ellas ya tienen el camino trazado, saben cómo militar para llegar a ganar este derecho y no te preocupes que dejé todo organizado’”.

Vivir sin sentido no era para ella, se iba a morir sin perder su personalidad y que eso iba a ser pronto. Entonces yo le dije: ‘¿Pero las chicas? – refiriéndome a sus compañeras de militancia – y, sin vacilar, contestó: ‘Ellas ya tienen el camino trazado, saben cómo militar para llegar a ganar este derecho y no te preocupes que dejé todo organizado’”.

La noche anterior a su muerte, Coledesky mandó un mail a sus amigas e integrantes de la la Campaña por el Derecho al Aborto, Legal, Seguro y Gratuito. Dividió sus libros y les dejó una frase que Nina Brugo recuerda así: «No nos equivoquemos: nuestra reivindicación no es solamente una respuesta a la muerte de las mujeres, por no tener la posibilidad de poder efectuarse un aborto en condiciones asépticas en un hospital público. Es algo mucho más profundo que toca a la igualdad, a la democracia, a la libertad, autonomía…». Dora Coledesky murió el 17 de agosto de 2009, pero su memoria y su visión se siguen perpetuando en cada uno de los pañuelos verdes, en las canciones, en las consignas y en la bandera que hoy llevan adelante los feminismos para reclamar el derecho de las personas gestantes a decidir y a no retroceder en un camino de conquistas.


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