El último libro de la escritora, actriz y música fallecida el pasado seis de julio se centra en la siempre tensa y complicada relación entre un artista y el sustento económico. Los desafíos de la independencia en medio de una economía tan turbulenta como la presencia o falta de inspiración. ¿Cómo sobrevivió en este mundo una persona como Rosario Bléfari?
“Empecé a escribir en prosa, con todo el recorrido del dinero y sus causas y consecuencias: pagué esto y aquello, me pagaron tal cosa y con eso repuse lo que había sacado de allá. Así. Nunca me sirvió para ordenarme ni para hacer un cálculo de algo pero sí me interesó lo de escribir los números, hacer escritura de las cuentas, relatar el debe y el haber”, contaba Rosario Bléfari sobre el inesperadamente libro póstumo que acaba de publicar Mansalva: Diario de dinero. A modo de cuaderno íntimo, la escritora fallecida a los 54 años llevaba de manera precisa los gastos cotidianos en los que incurría. Todo un desafío para quienes priorizan los estético antes que lo financiero.
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A lo largo de esta obra en principio inclasificable, se puede notar la decisión de mezclar los días y años, sin respetar un orden cronológico. El primer mensaje de Bléfari parece claro: la relación de una artista independiente con el dinero no varía demasiado con el paso del tiempo. Menos en una economía como la argentina en la que los planes a largo plazo suelen ser tan improductivos como en la poesía. Algo similar sucedió directamente con Diario de dinero: la pandemia de Covid-19 retrasó la publicación que se esperaba para marzo o abril de este año -con la Feria del Libro, también cancelada, en el horizonte-. En tanto, la salud de Bléfari empezó a agravarse luego de combatir contra el cáncer y, si bien llegó a ver el libro terminado, nunca pudo verlo impreso.
«Una forma de contar el dinero que puede servir como materia de análisis para economistas y sociólogos, un registro para que los chismosos revisen o para quien pueda llegar a preguntarse de qué modo sobrevive en este mundo alguien como yo”, describe la líder y cantante de Suárez.
“Quise que las entradas estuvieran desordenadas como si un viento hubiese entrado por la ventana y volado las hojas. Y, como si de verdad esto sucediera, que en medio de eso hubiese islas de orden cronológico también”, comenta Bléfari en la contratapa del libro en relación a la decisión de romper el orden temporal a priori. En el caso de Argentina, esto resulta por demás particular y entretenido: se mezclan australes, pesos y dólares de la convertivilidad menemista. Además, los valores cambian al ritmo ecléctico de la inflación. Se puede pensar en este fragmento de un poema de Malena Saito, del libro Amiga (Santos Locos, 2017): “A veces nos demoramos/ las señoras y yo/ en alguna góndola/ fingimos evaluar/ los precios/ el país/ aprovechamos el aire/ que baja frío/ de los aparatos que insisten/ en negar/ la situación”.
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Ahora bien, gracias a este libro tan único, adjetivo que podría describir a la obra de Bléfari a la general, nos podemos encontrar con “una forma de contar el dinero que puede servir como materia de análisis para economistas y sociólogos, un registro para que los chismosos revisen o para quien pueda llegar a preguntarse de qué modo sobrevive en este mundo alguien como yo”, describe la líder y cantante de Suárez. ¿Cómo sobrevivió en este mundo alguien como Rosario?
Reflexiones sobre el amor, sobre la compañía e incluso sobre el país se dejan entrever en Diario del dinero para dar cuenta de cómo todo está relacionado con todo.
La respuesta se da en forma de calidoscopio a lo largo de las cerca de 170 páginas de estos cuadernos que cubren desde la década de los ‘80 hasta el año 2019, con las primeras charlas para la publicación de este material. Por supuesto, no solo el dinero cubre estas páginas: se pueden ver las distintas etapas y proyectos de la vida de Bléfari, así como su visión tan particular de los detalles de la vida cotidiana. Reflexiones sobre el amor, sobre la compañía e incluso sobre el país se dejan entrever en Diario del dinero para dar cuenta de cómo todo está relacionado con todo.
“Por otra parte, sigo posando. Una casa enorme, un piano abandonado, dice alguien que es de Marta Argerich, ¿quién sabe? Cuánto dinero desaprovechado. Aunque más no sea viajé en Mercedes Benz, pero me bajé a tomar el 102. Que alguien me vea en esta película”, escribe la autora en 1986. Un tiempo después, 33 años para ser exactos, registra en relación a su hija en una de las últimas entradas del libro: “Nunca arregló si le pagaban ni cuánto, ahora ya tiene que aprender a hablar de eso o sino tener representante. Se pueden hacer cosas ad honorem pero hay que poder decidirlo y para eso hay que hablar, preguntar. El que no dice nada después tampoco puede reclamar”. El dinero siempre como una presencia que ordena y desequilibra al mismo tiempo en una sociedad capitalista y neoliberal como la que retrata Bléfari en este libro. Ya lo escribió el poeta cordobés Vicente Luy: “No hay nada + espiritual que el dinero”.
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Javier Pérez Salerno, en una muy interesante nota sobre el Diario del dinero, definió de manera precisa a este conjunto de escritos como una “especie de excel emocional de gastos y vivencias”. Y es que de esa manera se puede definir a la relación de la mayoría de los artistas -de los más profesionales a los más amateurs- con las finanzas. El escritor Horacio Fiebelkorn, contemporáneo a Bléfari, señalaba en una entrevista a La Primera Piedra: “¿Por qué no podemos ganar un poco de plata con nuestros libros? ¿Dónde está escrito que no nos tiene que interesar el dinero? ¿O alguien paga las cuentas con sonetos?”. A lo largo del libro, a uno le queda la impresión de que Rosario hubiera optado por ese método de pago.
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En 2018, ya con una carrera consolidada aunque siempre al costado de la ruta de lo mainstream, Bléfari no tiene miedo de afirmar en sus diarios: “Yo no tengo ni idea de trabajos estables”
En 2018, ya con una carrera consolidada aunque siempre al costado de la ruta de lo mainstream, Bléfari no tiene miedo de afirmar en sus diarios: “Yo no tengo ni idea de trabajos estables”, luego de que su hija -que tenía 17 años por aquel entonces- empezara a pensar de qué podía trabajar. Este libro, que llega en un momento en el que muchos artistas se ven obligados a pensar y repensar su vida luego de que la pandemia impidiera la normal realización de recitales, obras de teatro, lecturas y más, llega a aportar luz igual que la obra de Rosario a diferentes generaciones: es posible un camino en el que no se tenga que vivir para trabajar. Sin embargo, y al mismo tiempo, resuenan los versos de Guillermo Boido: “la poesía no se vende porque la poesía no se vende”. En el equilibrio de cada persona, parece estar la solución.
Cierra esta nota la propia Bléfari, con una reflexión de febrero de 2007 en Diario del dinero: “Admiro a las personas que planifican el futuro y se dirigen hacia él como si vivir se tratara de seguir un mapa, de cumplir con el paso por determinadas estaciones que desembocan en el objetivo deseado (…) A pesar de todo, todavía siento posible todo, tener cosas que quisiera, pero para eso necesito sentirme bien. Es tan fuerte la conciencia de que todo puede terminar en este instante que me cuesta mucho hacer en función de un después a largo plazo”.