Uno de los autores más leídos y queridos de Argentina, dejó no solo una obra que atraviesa a diferentes generaciones, sino también una serie de recomendaciones y miradas sobre la literatura que siguen más vigentes que nunca. ¿Qué pensaba Cortázar de la poesía? ¿Cuándo se gana por puntos y cuándo por knock-out? ¿Qué se debe tener en cuenta a la hora de introducir elementos políticos? Algunas respuestas, a continuación.
El 24 de agosto se celebra el Día del Lector en el país en homenaje al nacimiento de Jorge Luis Borges. Dos días y 15 años después nacía Julio Cortázar, para conformar un dúo de pesos pesados al que muchas veces se lo quiere pensar de manera antagónica cuando lejos está de ser así si sólo nos quedáramos en sus obras. En el caso del “accidentalmente” nacido en Bruselas en 1914, sus textos atravesaron el siempre reducido círculo literario para llegar a nuevos ámbitos. Célebre por sus cuentos, admirado por distintas generaciones gracias a la contranovela Rayuela y lúdico a la hora de pensar las fronteras de la escritura, su bibliografía contiene libros para todos los gustos.
(Te puede interesar: El día que le negaron el Premio Nobel a Borges)
En ese sentido, no son pocos los escritores y lectores (así como los lectores-escritores) que nombran a Cortázar como un autor clave en su acercamiento y cariño por la literatura, sin importar las edades. Hay algo en su figura que genera cercanía y, como siempre pasa en el ambiente literario, un posterior rechazo o suerte de parricidio. Sin embargo, ese hombre flaco, con cara de joven a sus 70 años y que medía más de 1,90 metros, sigue vivo y dando que hablar a pesar de su temprana muerte en 1984.
Lo fantástico nunca me pareció fantástico sino una de las posibilidades y de las presencias que puede darnos la realidad cuando por algún motivo directo o indirecto alcanzamos a abrirnos a esas imprevisiones. De ahí sale probablemente el conjunto de la literatura fantástica; en todo caso salen mis propios cuentos»
“Creo que lo básico para hacer literatura es la imaginación. La imaginación para ver realidad y transformarla de mil maneras”, afirmaba Cortázar sobre el lugar de la escritura en la vida cotidiana. Algo que llevó al extremo en la breve nota que precede a Los Premios, su primera novela publicada: “»Los libros van siendo el único lugar de la casa donde todavía se puede estar tranquilo». ¿Quién iba a pensar que en el actual contexto de pandemia esa frase cobraría aún más valor? A continuación, algunos consejos para tener en cuenta a la hora de acercarse a la literatura por parte de un autor que exploró tanto los cuentos, la novela, la poesía y los ensayos.
(Te puede interesar: La vuelta a Julio Cortázar en 80 citas)
1 – Literatura fantástica: otra manera de mirar la realidad
Los cuentos de Cortázar acercaron el género fantástico a los lectores argentinos, al igual que alguno de sus contemporáneos como Adolfo Bioy Casares o Silvna Ocampo, además del ya mencionado Borges. Sin embargo, la visión particular que tenía sobre este campo hace del autor de Todos los fuegos el fuego uno de los grandes referentes. En Clases de Literatura, libro que recoge sus clases en la Universidad de Berkeley en 1980, señala: “Desde muy niño lo fantástico no era para mí lo que la gente considera fantástico;para mí era una forma de la realidad que en determinadas circunstancias se podía manifestar, a mí o a otros, a través de un libro o un suceso, pero no era un escándalo dentro de una realidad establecida. Me di cuenta de que yo vivía sin haberlo sabido en una familiaridad total con lo fantástico porque me parecía tan aceptable, posible y real como el hecho de tomar sopa a las ocho de la noche”.
(Te puede interesar: Del lado de acá: el barrio Rawson, donde vivió Cortázar en Buenos Aires)
En esa misma línea, va a ir un paso más adelante en la ruptura de la frontera entre lo realista y lo extraordinario: “Yo era ya en esa época profundamente realista, más realista que los realistas puesto que los realistas como mi amigo aceptaban la realidad hasta un cierto punto y después todo lo demás era fantástico. Yo aceptaba una realidad más grande, más elástica, más expandida, donde entraba todo”. De esta manera, a la hora de pensar las posibilidades temáticas de un texto, el campo se expande para un autor que pueda trabajar con sus sentidos en estado de disponibilidad.
Yo era ya en esa época profundamente realista, más realista que los realistas puesto que los realistas como mi amigo aceptaban la realidad hasta un cierto punto y después todo lo demás era fantástico. Yo aceptaba una realidad más grande, más elástica, más expandida, donde entraba todo”
Ahora bien, para Cortázar lo fantástico lejos estuvo de ser un mero divertimento per sé ni una forma de evadir la realidad por encontrarla chata, más bien lo contrario. “Lo fantástico nunca me pareció fantástico sino una de las posibilidades y de las presencias que puede darnos la realidad cuando por algún motivo directo o indirecto alcanzamos a abrirnos a esas imprevisiones. De ahí sale probablemente el conjunto de la literatura fantástica; en todo caso salen mis propios cuentos. No es un escapismo, es una contribución a vivir más profundamente esta realidad”, concluía frente a los alumnos de la universidad estadounidense.
2 – Literatura realista: ¿cuándo se cruza la frontera?
Siguiendo con su mirada amplia de lo fantástico, que a su vez es una manera de agrandar la visión sobre la realidad, a la hora de hablar de literatura realista en Berkeley va a hacer mención a esos cruces difusos: “El paso de lo fantástico al realismo no es tan fácil como parece desde el momento en que nadie sabe exactamente qué es la realidad. Tenemos todos una idea pragmática de la realidad, desde luego, pero ¿acaso la filosofía no continúa planteándose el problema de la realidad?”. En paralelo, se puede retomar lo expuesto por Liliana Heker en su libro La trastienda de la escritura (Alfaguara, 2019): “La realidad no construye hechos estéticos; es el escritor quien dispone de esa realidad para construirlos”.
Volviendo al autor de cuentos dentro de este género como “Graffitti” o “Final del juego”, la desconfianza de los propios sentidos es vital para no asimilar lo dado de una forma llana y sin cuestionamientos. “Aceptamos lo que nuestros sentidos nos muestran a pesar que cualquier pequeño test muestra que nuestros sentidos se equivocan muy fácilmente”, exponía para luego hacer hincapié en el realismo simbólico, del cual Franz Kafka era “el maestro indiscutido” del siglo XX
“Aceptamos lo que nuestros sentidos nos muestran a pesar que cualquier pequeño test muestra que nuestros sentidos se equivocan muy fácilmente”
“Entiendo por realismo simbólico un cuento -una novela también puede ser- que tenga un tema y un desarrollo que los lectores pueden aceptar como perfectamente real en la medida en que no se den cuenta, avanzando un poco más, que, por debajo de esa superficie realista, se esconde otra costa que también es la realidad y que es todavía más la realidad, una realidad más profunda, más difícil de captar”, destacaba al respecto. Así, el realismo no es lo explícito ni lo panfletario, sino que “un escritor de este tipo cuenta una historia en donde no hay ninguna denuncia, pero el lector se da cuenta de que por debajo esa denuncia está y tiene una fuerza terrible”. Similar a la célebre teoría del iceberg de Ernest Hemingway, siempre hay algo más allá de lo que se cuenta, no importa la cotidianidad de esos hechos.
(Te puede interesar: Aurora Bernárdez y la última historia de amor de Julio Cortázar)
3 – Pensar a la poesía sin mayúscula
En el libro La fascinación de las palabras, en donde Cortázar habla extensamente con el periodista y escritor uruguayo Omar Prego, se puede ver en profundidad uno de los costados menos conocidos del autor de El libro de Manuel: su producción poética. Antes de su muerte de 1984, Cortázar se encontraba trabajando en las correcciones finales de Salvo el Crepúsculo, libro que reuniría gran parte de sus poemas publicados en libros como La vuelta al día en ochenta mundos o Últimos round, además de varios textos inéditos.
Al respecto, se sinceró en diálogo con Prego: “A mí me da un poco de pena tener que admitir ahora que la poesía siempre fue en mi caso una actividad un poco vergonzante, que nunca la mostré, la mostré muy poco”. ¿Cómo pensaba la poesía Cortázar? La respuesta, claro, no es diferente a lo que se puede aplicar al resto de su obra en general. Dice el propio autor: “Todo lo que he escrito en poesía ha sido una tentativa de transmitir la poesía sin que tuviera la mayúscula de la palabra Poesía, algo capaz de pasar sin esa automática hipervaloración que hace que la gente siempre abra un poco los ojos cuando se habla del Poeta y de la Poesía. Esa jerarquización de la poesía que yo no creo necesaria para llegar a la poesía más alta y grande”.
Todo lo que he escrito en poesía ha sido una tentativa de transmitir la poesía sin que tuviera la mayúscula de la palabra Poesía, algo capaz de pasar sin esa automática hipervaloración que hace que la gente siempre abra un poco los ojos cuando se habla del Poeta y de la Poesía».
Sin ir más lejos, criticaba la idea de que había poemas “no suficientemente poéticos” o a “esa gente que piensa que aún no puede usar la palabra ‘teléfono’”. En ese sentido, Cortázar era un hábil lector de poesía contemporánea: “Yo, por ejemplo, he sentido la influencia -y tal vez se note en alguno de mis poemas- de eso que se llamó la Escuela de Nueva York. Es esa serie de grupos de poetas jóvenes que centraban su admiración en William Carlos Williams y que escribían una poesía de lo cotidiano y lo siguen escribiendo”. En su mirada sobre la poesía se respiran los versos de Nicanor Parra: “Jóvenes/ Escriban lo que quieran/ En el estilo que les parezca mejor/ Ha pasado demasiada sangre bajo los puentes/ Para seguir creyendo -creo yo/ Que sólo se puede seguir un camino:/ En poesía se permite todo”.
Ahora bien, cualquier lector que haya leído Salvo el Crepúsculo encuentra una dualidad en Cortázar. En lo que él denominaba su “poesía lujosa”, no se permitía esa soltura. Ese conjunto estaba formada por “los sonetos y los preludios, todas las evocaciones mitológicas, ese poema que se llama ‘Marco Polo recuerda”. Todo es deliberadamente muy lujoso, para llamarlo así, donde la palabra ‘teléfono no entrará jamás”. En pocas palabras: una excepción que confirma la regla.
(Te puede interesar: Los 100 años de Idea Vilariño: a veces estamos menos solos)
4 – Novela vs Cuento: la eficacia boxística en la pelea
Quizás una de las líneas más repetidas de Cortázar dentro del ambiente literario sea la siguiente: “La novela gana siempre por puntos, mientras que el cuento debe ganar por knock-out”. Ahora bien, si se sigue leyendo el texto que la contiene (“Algunos aspectos del cuento”, publicado en la revista Casa de las Américas en 1970), nos encontramos con la siguiente salvedad: “Es cierto, en la medida en que la novela acumula progresivamente sus efectos en el lector, mientras que un buen cuento es incisivo, mordiente, sin cuartel desde las primeras frases. No se entienda esto demasiado literalmente, porque el buen cuentista es un boxeador muy astuto, y muchos de sus golpes iniciales pueden parecer poco eficaces cuando, en realidad, están minando ya las resistencias más sólidas del adversario”.
En ese sentido, el autor muchas veces aclaró que no es del todo consciente sobre qué forma final va a tener un texto hasta bien entrado en su escritura. Para eso, Cortázar mantenía una serie de conceptos para poder reconocerlo. En sus ya citadas clases en Berkeley, afirmaba: “La novela es lo que Umberto Eco llama ‘la obra abierta’: es realmente un juego abierto que deja entrar todo, lo admite, lo está llamando, está reclamando el juego abierto, los grandes espacios de la escritura y de la temática”.
Es cierto, en la medida en que la novela acumula progresivamente sus efectos en el lector, mientras que un buen cuento es incisivo, mordiente, sin cuartel desde las primeras frases. No se entienda esto demasiado literalmente, porque el buen cuentista es un boxeador muy astuto, y muchos de sus golpes iniciales pueden parecer poco eficaces”
En cambio, en relación al cuento, señalaba: “Es todo lo contrario: un orden cerrado. Para que nos deje la sensación la sensación de haber leído un cuento que va a quedar en nuestra memoria, que valía la pena leer, ese cuento será siempre uno que se cierra sobre sí mismo de una manera fatal”. En su propia obra, va a resaltar ese momento en el que necesitó el traje holgado de la novela para escribir Los Premios: “ejercité esa nueva sed que se había posesionado de mí, esa sed de no quedarme solamente en la psicología exterior de la gente y de los personajes de los libros sino ir a una indagación más profunda del hombre como ser humano, como ente, como destino”.
(Te puede interesar: El día que Alejandra Pizarnik casi pierde los originales de Rayuela)
5 – El difícil equilibrio de la literatura política
Por último, uno de los consejos de Cortázar que más aplica a la coyuntura actual es su visión sobre la literatura y el contenido político, un eje que lo tuvo en el centro del debate literario en la década de los 70’ con las dictaduras acumulándose en la región. Su idea de compromiso va a quedar clara en diálogo con Omar Prego: “En el fondo, es lo que termina por llamarse compromiso: que un hombre que está entregado a la literatura, de golpe, agrega, incorpora y fusiona preocupaciones de tipo geopolítico que se pueden manifestar en lo que escribe literariamente o que pueden darse separadamente, como un cuero ya más especializado de escritura”.
Sobre el proceso de escritura de este tipo de cuentos, Cortázar señala: “Cuando a mí me nace la idea de un cuento que tiene una referencia a las desapariciones en Argentina, escribo ese cuento con el mismo criterio literario y la misma absorción literaria con la que puedo escribir cualquier cuento puramente fantástico”. El impacto social de esas obras, sin embargo, ocupa un horizonte: “Hay una cosa que me complace, y es que una vez que lo he terminado no puedo dejar de pensar que ese cuento va a llegar a muchos lectores y que además del efecto literario va a tener un efecto de tipo político”.
Ese difícil equilibrio entre un contenido de tipo ideológico y un contenido de tipo literario -que es lo que yo quise hacer en El libro de Manuel- me parece que es uno de los problemas más apasionantes de la literatura contemporánea»
Como alguien que camina en la fina cuerda de un circo o la propia Talita intentaba cruzar esos tablones de madera que unían dos ventanas en Rayuela, el autor de Bestiario destaca sobre esta problemática que se trata de una “convergencia particularmente difícil”, ya que “en la mayoría de los libros llamados comprometidos o bien la política (la parte política, la parte del mensaje político) anula y empobrece la parte literaria y se convierte en una especie de ensayo disfrazado, o bien la literatura es más fuerte y se apaga, deja en una situación de inferioridad el mensaje, la comunicación que el autor desea para su lector. Entonces, ese difícil equilibrio entre un contenido de tipo ideológico y un contenido de tipo literario -que es lo que yo quise hacer en El libro de Manuel– me parece que es uno de los problemas más apasionantes de la literatura contemporánea”. Casi cuatro décadas después, el interrogante sigue siendo el mismo.
(Te puede interesar: Quién fue María Moliner, la mujer que desafió a la RAE de Franco)