Canal 26 contrató a jóvenes modelos influencers para la conducción de su noticiero en la franja del prime time y se impuso en las mediciones. Se abren infinidades de interrogantes ante la elección de cuerpos hegemónicos por parte de productores y gerentes de noticias para ser el vínculo entre información y ciudadanía. ¿Qué lugar queremos ocupar las mujeres y otras identidades de género en los medios? La búsqueda de un debate sin olor a naftalina.
La lucha del feminismo por la descosificación del cuerpo es uno de los ejes principales de los debates que nos interperlan como sujetxs acostumbradxs a transitar la existencia bajo determinados cánones. En el contexto de creciente empoderamiento atravesado por la necesidad de ser vistxs y escuchadxs en nuestra diversidad, Canal 26 contrató a jóvenes modelos influencers para la conducción de su noticiero en la franja del prime time y se impuso por sobre el resto de los canales de noticias.
Se abren infinidades de interrogantes ante la elección de contratar mujeres con cuerpos hegemónicos por parte de productores y gerentes de noticias para ser el vínculo entre información y ciudadanía. ¿Qué lugar queremos ocupar las mujeres y otras identidades de género en los medios? ¿Qué es lo que queremos mostrar cuando nos exhibimos?
Reducir la discusión a transparencia sí o no, suena tibio y ya huele a naftalina. Si nos quedamos ahí, una vez más, el elefante nos estaría pasando por atrás.
La polémica la generó el cuerpo que dejó ver la remera con transparencias de Romina Malaspina, la ex participante de Gran Hermano, actual influencer de redes sociales. Rompió con todos los esquemas previos sobre cómo vestirse para ser presentadorx de noticias. Es propicio dejar algo en claro: cada cual debería poder ser libre de mostrar su cuerpo o no, dónde, cómo y para lo que quiera. Pero la escandalización por la exhibición del cuerpo de Romina mientras nos cuenta noticias, nos abre un debate mucho más profundo que tiene que ver con la hegemonía de la imagen. En este punto es importante dejar afuera de todo debate moral la decisión de las chicas contratadas por Canal 26 de mostrar lo que quieran. Reducir la discusión a transparencia sí o no, suena tibio y ya huele a naftalina. Si nos quedamos ahí, una vez más, el elefante nos estaría pasando por atrás.
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Los productores y gerentes de algunos canales de televisión siguen eligiendo rating por sobre todo lo demás. Es un hecho: desde que Romina y Sol Perez conducen el noticiero, Canal 26 levantó sus niveles de audiencia. La exhibición de sus cuerpos al lado de señores de traje en un noticiero que “debería ser serio” genera todo tipo de comentarios y lo interesante es que abre preguntas: ¿por qué un cuerpo no es serio? ¿Qué miramos cuando vemos? ¿A qué se debe la diferencia entre la exhibición del cuerpo y el vestuario de los hombres y las mujeres de los informativos? Si no pensamos un poco más allá, todo debate queda reducido a la apariencia. ¿Qué pretende un prime time televisivo de nosotrxs?
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En muchos casos la elección de panelistxs y conductorxs, más allá de su género y su apariencia, guarda estrecha relación con que su imagen o sus dichos generen revuelo en otros programas satélite y en redes sociales. Entonces: ¿qué es lo serio que buscamos de un programa de televisión, sea de noticias o de debate? Hasta que no cambien las cabezas de lxs dueñxs de los canales que con todo su poder social, político y económico deciden qué se muestra y qué no, nuestrxs cuerpos parecerían quedar reducidos a lo que ellos deciden que sean.
¿A qué se debe la diferencia entre la exhibición del cuerpo y el vestuario de los hombres y las mujeres de los informativos? Si no pensamos un poco más allá, todo debate queda reducido a la apariencia. ¿Qué pretende un prime time televisivo de nosotrxs?
¿Es ese el lugar que queremos en los medios? ¿Por qué los varones de las noticias hacen sus programas vestidos de traje y lucen sus rostros arrugados? ¿Qué pasaría si usan traje y corbata las chicas? Y si ellas tuvieran rollos en sus panzas, ¿Canal 26 las hubiera contratado?
La decisión de quién es televisable lejos está de guardar relación con tener un título universitario, terciario, ni mucho menos. Los criterios de elección no necesariamente están vinculados con la formación académica validada por una institución y en todo caso dicha condición es un debate que debemos darnos. Contar con certificados no hace que nadie sea mejor o peor. Hay universitarios comunicando con una falta de ética preocupante en todos los canales de televisión. La desigualdad en el acceso a la educación debería formar parte de esa discusión.
Decididamente lxs encargadxs de informar, ocupan cargos de responsabilidad en la formación de los vínculos sociales. Pero el debate sobre la formación académica de quienes están en los medios es para otro capítulo, hay mucha tela para cortar. Por ahora el criterio es el rating y nuestrxs cuerpos siguen siendo objeto de cosificación para los gerentes de noticias old style y unos cuantos televidentes que todavía no se sintieron interpelados por los debates que desde hace muchos años el feminismo pone en primera plana.
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