Rosa o muerte: Margarita Roncarolo, la maestra eterna

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Poeta, performer, docente e influyente en muchas generaciones de escritores, la autora cordobesa dejó una huella imborrable. Una vida marcada por el avance continuo, igual que un tren que se mueve sin dudar sobre los rieles. Mariana Nadaja, Malena Saito, Marcos Gras y Julia Russo Martínez la recuerdan. Cierre a cargo de Ale Berón. (Foto de portada: Natalia Leiderman)



“No se podía conocerla y que no transformara tu vida para siempre”

«Es más interesante para todo el mundo no de dónde vienes sino para dónde vas a esta edad«, señala Chavela Vargas en el comienzo de “Chavela”, el documental sobre su vida dirigido por Daresha Kyi y Catherine Gund que se puede ver en Netflix. Lo mismo podría aplicarse a la vida y obra de Margarita Roncarolo -aunque todos quienes la conocían de cerca llamaban simplemente “Marga”-, escritora nacida en Córdoba que falleció el pasado viernes 10 de julio en la Ciudad de Buenos Aires, cerca de cumplir 70 años.

Dueña de una voz áspera que servía para agregar potencia a sus ya fuertes opiniones y miradas sobre el mundo, Roncarolo dedicó gran parte de su vida a la docencia, tanto en el Instituto Vocacional de Arte Lavardén (IVA) como en talleres que brindaba en su casa en el barrio de Chacarita, al lado de las vías del ferrocarril San Martín. Nieta e hija de ferroviarios, su actitud era la de una locomotora que avanza sin dudar, pero que también sabía cuándo independizarse de los caminos preestablecidos por los rieles. Ahora, tras su muerte, dejó en varios un “riel en medio del pecho”, como se lee en su hermoso poema “Estas cosas suceden en las noches de Chacarita” de Rosa o muerte (Santos Locos, 2019).

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A los 7 años, queda internada por un principio de anemia en el Hospital Ferroviario, junto a niños y niñas que padecían polio. De repente llegan libros para leer, muchos de los cuales incluían globos de diálogos, pero las enfermeras de turno no sabían o no se animaban a hacerlo. Margarita decide ocupar ese espacio, al que años después va a calificar de poder. «El poder en su acepción de puedo hacer cosas. A partir de ahí me transformé en lectora oficial de Hospital Ferroviario (…) Cuando comienzo a leer en voz alta, a ocupar el espacio con la voz y la palabra, que era una palabra deseada, porque todos querían saber qué se decía en esos globos de diálogo. Ocupar el espacio con una palabra deseada (…) me gusta narrármelo a mí misma como un mito fundacional«, reflexionaba Roncarolo en diálogo con el ciclo Alternativas de Casa Sofía.

En mi vida Marga fue ante todo Maestra (como ella misma decía: «ante todo soy docente»), pero también madre, colega de trabajo, compañera de proyectos artísticos, amiga entrañable, faro y guía”, destaca Mariana Nadaja, una de las personas que más cerca se encontraba de Roncarolo desde hacía años en sus talleres. “Me es imposible elegir un recuerdo, una anécdota, una escena que la pinte entera. Lo más que pude decir estos días fue ese recuerdo que le escribí en el Facebook, cuando descubrí en terapia que «mi mamá me enseñó a hablar pero Marga me enseñó la palabra«, agrega en diálogo con La Primera Piedra

En mi vida Marga fue ante todo Maestra (como ella misma decía: «ante todo soy docente») (…) Descubrí en terapia que «mi mamá me enseñó a hablar pero Marga me enseñó la palabra» – Mariana Nadaja

«Desde que a los 7 años se animó a leer en voz alta en aquel hospital de niños enfermos de polio, no paró más. Todo el tiempo la gente se le acercaba, la buscaba para los proyectos más hermosos, extraños y difíciles, siempre para ayudar a otros y acercarles belleza y verdad», expresa Nadaja. Por los encuentros coordinados por Roncarolo pasaron decenas y decenas de personas, desde escritores experimentados hasta los más nóveles, buscando una guía en esa tierra movediza que es la escritura.

Una de ellas fue la joven escritora Malena Saito, que lleva adelante la librería a puertas cerradas Luz Artificial: «¿Quién puede decir que conoció a su ídolo? Bueno yo conocí a mi ídola. Quienes me conocen saben que no soy una persona fanática, más bien lo contrario”, afirma la autora del muy leído poemario Amiga (Santos Locos, 2017).   

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Margarita Roncarolo

Malena Saito junto a Margarita Roncarolo


En ese sentido, rememora: “A los 19, cuando llegué a Vera 1340 y vi primero el cartelito que dice que ‘La revolución es un sueño eterno’, después los millones de objetos fantásticos, después la pelirrosa de voz ronca y abrazo entrador que me dijo: ‘pasá querida, vos no te preocupes más, como en tu casa’, supe que Margarita Roncarolo iba a convertirse en mi religión”. Sobre el rol que Roncarolo tuvo en su vida, Saito asegura: “Margarita me habilitó para ser quién soy, confió en mí, me dio como un tesoro la credibilidad para que haga cosas, muchas cosas. Cuando digo credibilidad hablo de creer en mí y de crear también”.

No se podía conocerla y que no transformara tu vida para siempre. No importa si solo la escuchaste leer un poema 5 minutos o si creaste y creciste con ella durante 25 años, como en mi caso. Suena increíble que una persona tenga tanto poder, pero así era, che”, destaca en la misma dirección Nadaja, quien junto a Roncarolo formaban parte de Avive Compañía de Inventarios, grupo que organizó recorridas para colocar en los barrios baldosas en honor a los desaparecidos por la última dictadura cívico militar. Sobre esas acciones, Marga señaló a Clarín en 2018: “No se trata de una mera tarea histórica. Buscamos que el presente cobre sentido a partir del pasado y desnaturalizar el espacio urbano”.

Margarita me habilitó para ser quién soy, confió en mí, me dió como un tesoro la credibilidad para que haga cosas, muchas cosas. Cuando digo credibilidad hablo de creer en mí y de crear también” – Malena Saito

La intersección entre obra y política era una constante en la vida de Roncarolo. Saito expresa en ese sentido sobre los talleres literarios a los que asistía desde hace más de seis años: “El taller de Marga era la vida, pero la vida sabrosa, la vida como debería ser entendida, era la política, el abrazo, la palabra, los libros, los millones de objetos, la pausa, la familia. Era mi familia. Porque todas esas cosas, y pasábamos horas diciéndolo, eran la escritura, la rodeaban, la circulaban. La generosidad se veía en la lectura, en lo que se escribía, en el cómo, en el remate. La política era cosa de todos los días, tener el eje bien puesto, mirar con atención, detenerse y ver, ver para contar. El taller era donde todos los fragmentados nos volvíamos un entero, una de esas mantas unidas llenas de retazos”, afirma quien en la actualidad también brinda clínicas de escritura.

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«Sujetar con firmeza o dejar ir con suavidad»

La misma fuerza y amor por el hacer, por el crear y también por creer es destacada por muchas de las personas que la tuvieron como docente en el Instituto Vocacional de Arte (IVA) -escuela con formación artística de la Ciudad de Buenos Aires-, como es el caso de Julia Russo Martínez: “Cuando egresamos del IVA con mis compañeros, Marga, quien fue en ese entonces nuestra profesora de literatura, habló, dijo unas palabras. Se refirió al amor: ¿Qué es el amor? Sujetar con firmeza o dejar ir con suavidad, recuerda la fotógrafa y estudiante de Letras en la UBA. 

Russo Martínez complementa en diálogo con esta revista: Muchas veces a lo largo de mi vida escribí esa frase en bancos, cartulinas, cuadernos. Pasó un poco eso que hacemos con las cosas que no queremos -y en realidad tampoco podemos- olvidar: lo repetimos todo el tiempo, lo escribimos en todas las superficies.  ¿No es hermoso? El amor: sujetar con firmeza o dejar ir con suavidad”. “Marga -continúa- tenía el pelo rosa y gris. Yo se lo describía a mi familia. Su voz de pucho. Los collares enredados. Mezcla e imagen de una adolescencia que amé”.

Marga  tenía el pelo rosa y gris. Yo se lo describía a mi familia. Su voz de pucho. Los collares enredados. Mezcla e imagen de una adolescencia que amé – Julia Russo Martínez

Sobre su rol de docente, la joven de 24 años recuerda uno de los ejercicios que descontracturaban cualquier ambiente en busca de la creación: “En clase nos pidió que dijéramos en voz alta todas las ¨malas palabras¨ que conocíamos. Éramos como veinte pibes diciendo Pelotudo, Hijo de puta, forro, pelotudo. Ella las escribió todas en el pizarrón, de una manera frenética y, sobre todas ellas, escribió en mayúsculas ‘SEXO’. Hacía esas cosas”.

Ese mismo efecto hipnótico fue el que sintió Marcos Gras, editor de Santos Locos, sello que se dedica a la poesía contemporánea y con el que Roncarolo publicó su libro Rosa o muerte en 2019. Ese título fue el primero tras haber publicado en plaquetas y fanzines a lo largo de su vida. Lo que se dice una escritora sin ningún apuro. “Me cruce a Marga de casualidad como me cruzo a todos en este mundo de la poesía:  era la presentadora invitada por una autora que estábamos publicando en el 2017. Arrancó su presentación y electrificó el escenario con esa voz quebrada por el pucho. Aún resuena el “Corriente continua Saito” con el que definió a Malena esa tarde noche en La Casa del Árbol. Ahí no más, sin saberlo, me hice fan de Marga”, asegura Gras.



Margarita Roncarolo

Margarita Roncarolo , junto a su marido, la primera vez que vio su libro. Foto: Santos Locos


El editor de Santos Locos invitó posteriormente a Roncarolo a leer a un evento propio, con la idea de una negativa de su parte, sin conocer del todo la apertura con la que Margarita se movía por el ambiente. “Para mí fue como que Bignozzi, Andruetto o Bellesi me hubiera dicho que sí -destaca Gras- porque esa es la esfera donde se mueve Marga con su poesía. Pero ella, al contrario de lo que dicta el canon y como si de una banda barrial se tratara, no se percataba de esa locura que generaba y lo mismo era la Feria del Libro que el ciclo de unos pibes en Villa Crespo. Marga era como Los Ramones, alguien con los pies en el barro de la escena y lejos de las luces de los sellos discográficos”, define el también poeta y uno de los responsables de La Coop Librería. 

Para mí fue como que Bignozzi, Andruetto o Bellesi me hubiera dicho que sí. Porque esa es la esfera donde se mueve Marga con su poesía, pero ella al contrario de lo que dicta el canon y como si de una banda barrial se tratara no se percataba de esa locura que generaba – Marcos Gras

Rosa o Muerte, el primer y único libro publicado por Roncarolo en ese formato, tuvo un tiempo especial de preparación. Así lo recuerda Gras: “Un año de idas y vueltas nos llevó el libro. No porque trabajar con Marga sea complicado. Todo lo contrario, tenía una humildad a prueba de balas. Si le discutía un verso me escuchaba y asentía, si le proponía un cambio me escuchaba y asentía. Este poemas sí, este no y ella»Dale Marcos me parece bien’. Tardamos porque Marga nunca paraba, siempre sus alumnos, siempre sus talleres, siempre su militancia, siempre para adelante”. En la misma dirección, concluye: “Marga era presente continuo y futuro, entonces era obvio que el editor y un manuscrito para trabajar algo que es pasado (como lo son todos los poemas) estaba en la cola de sus prioridades”.

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Margarita Roncarolo , junto a Mariana Nadajas y otrx alumnxs, durante uno de sus talleres en su casa.


“Vamos a hacer un invento”

“Vamos a hacer un invento/ vamos a hacer un invento”, escribe Roncarolo en uno de sus poemas para poner en voz de un padre una de sus máximas. Ahí no solo hay una evocación a la creatividad, sino también a lo colectivo. Después de todo, como creía la docente cordobesa de pelo rosado, tono áspero y mirada cálida con los suyos, nadie se salva solo.

Eso mismo va a destacar Nadaja: “Todos íbamos corriendo cuando nos llamaba, porque ella iba apelando a su gente según la necesitara para la tarea, hacía un muy buen uso de los múltiples talentos de la enorme familia que supo crear. Es imposible decirle que no a alguien que le dice sí a todos los desafíos que se le cruzan. Entonces todos terminamos animándonos a hacer cosas con ella y con otros que jamás hubiéramos soñado hacer si no nos juntábamos. O inventamos o estamos perdidos, era su lema”, evoca quien en la actualidad también coordina talleres de escritura.

Saito también va a centrarse en esa apuesta por lo colectivo de Roncarolo: “Solo voy a decirles que hay que seguir construyendo zonas de paraíso como decía ella, solo decirles que conocimos a la persona más generosa de este mundo. No conozco otra persona que haya transformado tan profundamente a quienes compartieron con ella un momento”, concluye. 

Nos enseñó a hacer a todxs en su casa, era su verdad y su generosidad que ahora es nuestra, podemos salvarnos si estamos ahí para acompañarnos. – Ale Berón

Por último, Nadaja se detiene un minuto en el tono más íntimo y cercano de Margarita: No quiero dejar de mencionar la banca tremenda que tenía. Marga también se animaba a todo porque atrás de ella, siempre medio escondido en el piso de arriba de la casa o tras bambalinas en los escenarios, estaba él, su marido, el padre de sus hijos, el amor de su vida. Un hombre generoso y tremendamente inteligente. Él la apoyó y la sostuvo siempre con un amor que yo nunca he visto antes. Y lo hizo hasta el final. Haber sido testigo de cómo se amaban ellos dos fue otro regalo de la vida que nunca voy a poder terminar de agradecer”, cierra.   

La pandemia de Coronavirus evitó lo que se daba por sentado: un montón de personas, entre ellas muchos de sus alumnos durante años, despidiéndola. Tal vez organizando lecturas, o haciendo algún invento nuevo. Las redes sociales llenaron ese espacio: decenas de textos, anécdotas y fotos invadieron la red para teñir todo de rosa combativo. Como sus poemas, como su vida. “No sé cuando/ Pero te vas a acordar de mí”, escribió en el poema “Cuando me vuelva loca”. Marga, otra vez, tenía razón. 



Margarita Roncarolo

Margarita Roncarolo. Foto: Natalia Leiderman


Margarita: la verdad de la vida – Por Ale Berón para La Primera Piedra

Con Margarita nos amamos. Hace un tiempo, hicimos juntos una obra que se llamaba Poetas: la verdad de la vida. Y hacíamos las funciones en su casa con la cocina de escenario. Hoy la obra es, Margarita: la verdad de la vida. 

Porque la obra trataba sobre leer, escribir, escuchar y estar juntos, acompañarnos. Y eso era lo que hacía y nos enseñó a hacer a todxs en su casa, era su verdad y su generosidad que ahora es nuestra, podemos salvarnos si estamos ahí para acompañarnos.

Porque como dice Hernán, Margarita era la vida, y la vida es creación. O inventamos o estamos perdidos, nos decía sin parar y con una potencia Margavillosa, como dice Julia, que nos invitaba con fe a hacer el invento que nos cubra del viento / del desamparo. Pero también nos dejó bien claro que a ese invento hay que desearlo y sobre todo que solo se puede hacer si entre todxs formamos y hacemos parte.

Dice Damián, Margarita me enseñó a abrazar, y ay, no sé si exista algo más poderoso de ella que vayamos a extrañar.


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