Juan Solá: «Soy un explorador de los modos de contar»

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Fenómeno rara avis de la literatura argentina, es uno de los autores más leídos y populares de la actualidad.  «La modalidad de difusión basada en plataformas virtuales puede ir en detrimento de la identidad artística», señala en diálogo con La Primera Piedra sobre los riesgos de las redes sociales en relación a la escritura. Crítica social, la búsqueda de una mirada federal y consejos para jóvenes escritores. 



El nombre de Juan Solá no deja a nadie indiferente: leído por miles de personas a lo largo del país, también tiene sus detractores. Sin embargo a él no parece importarle, pensando siempre en las historias que pueden ser contadas. En su infancia ya podía verse esa pulsión: a los 9 años una maestra de colegio, al revisar su cuaderno, descubrió hojas y hojas llenos de relatos. Lejos de recibir un castigo, Solá fue tratado como un niño prodigio en Resistencia, ciudad donde se instaló su familia. Ahora bien, eso no le evitó transitar una vida con trabajos rutinarios y lejos de cualquier pretensión artística hasta por fin encontrar su equilibrio. Así, dejó atrás un cubículo de call center para años después estar pronto a publicar la novela Invisible en Pengüin Random House.

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Autor versátil, tiene libros de poesía, narrativa y también infantiles, además de ser un usuario activo de redes sociales a la hora de la difusión de la escritura. Sin ir más lejos, el libro Épica Urbana nació de posteos en Facebook hasta tomar su forma final. Sin embargo, el escritor nacido en La Paz, Entre Ríos, en 1989 tiene una mirada atenta a ese fenómeno: «Tranzando con este mundo, el arte corre el peligro de verse en la necesidad de abandonar el nido creativo para mudarse a la factoría del sentir sistémico. El nombre propio devendrá del decir, nunca del aplauso«, destaca en diálogo con La Primera Piedra

Lo que prefiero destacar son las formas en que las cosas son dichas, las palabras que se escogen, los gestos, la forma de mover los ojos sobre las arenas del rostro. Soy un explorador de los modos de contar.

En la misma dirección, Solá tiene en claro que -al igual que sostenía la gran escritora Hebe Uhart en sus talleres- la literatura está en los detalles, en las maneras de expresarse de sus protagonistas, en los relatos que pueblan al país en su extensión y profundidad, no solo en el epicentro del AMBA y las grandes ciudades. Además, tanto en sus obras como en sus apariciones públicas, el autor de La Chaco logra dar visibilidad de la diversidad sexual y también las desigualdades intrínsecas de una sociedad capitalista. «Tuve la oportunidad de conocer muchos rincones de Argentina y admito que cada territorio es un mundo inexplorado que ofrece una cantidad increíble de experiencias. Miles de historias duermen en la boca de los pueblos que aprontan el grito», agrega en conversación con esta revista.

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En plena pandemia de Covid-19 tanto en Argentina como en gran parte de la región, la vida de Solá se vio alterada como la de gran parte de la población. Aún así, en su caso eso repercute aún más: acostumbrado a recorrer el país con sus libros al hombro para realizar lecturas, charlas y presentaciones, este contexto de cuarentena y aislamiento social lo obliga a un presente quieto pero no por eso menos profundo. «Extraño viajar y llevar mis libros a todos los rincones posibles, pero permanecer en casa ha tenido un costado amable para mí», afirma en ese sentido quien además está a cargo de la colección Poesía Sudversiva de Editorial Sudestada que cuenta con autores como Nina Ferrari, Maru Leone y Luca Andrea dentro del catálogo.



— Durante años tu literatura se movía como un secreto a voces. ¿Sentís que lograste hacerte de un nombre propio?
Creo que mi trabajo autoral, como el de cualquier otro artista, debe exceder su nombre, ser fiel al quid, atenerse a la manifestación, al escándalo, nunca a la complacencia. La modalidad de difusión basada en plataformas virtuales puede ir en detrimento de la identidad artística, convirtiéndola en una marca y exigiéndole constantemente la elaboración de contenido original. Como artistas, no me parece útil ceder a las exigencias de algo tan efímero como el mundo virtual. Tranzando con este mundo, el arte corre el peligro de verse en la necesidad de abandonar el nido creativo para mudarse a la factoría del sentir sistémico. El nombre propio devendrá del decir, nunca del aplauso.

Como artistas, no me parece útil ceder a las exigencias de algo tan efímero como el mundo virtual. Tranzando con este mundo, el arte corre el peligro de verse en la necesidad de abandonar el nido creativo para mudarse a la factoría del sentir sistémico

—¿Qué desafíos te plantea moverte de un género a otro? Si revisamos tus libros, hay poesía, narrativa, infantil, por ejemplo.
— Me parece que el mayor desafío es aprender a codificar el mundo desde estas distintas perspectivas. Las características propias de cada género invitan a una reflexión profunda respecto a las formas que escogemos para configurar el decir. Hay cosas que se dicen mejor en clave de poesía, hay otras que se expresan más acabadamente gracias a los recursos que ofrece la narrativa.

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— Tus libros, así como también tu vida, oscila en los últimos años entre Chaco y la Ciudad de Buenos Aires. ¿Qué te aporta ese movimiento continuo en tus libros?
— 
Desde 2015 a esta parte viví en Resistencia, Buenos Aires, Búzios, Córdoba y Rosario y tuve la oportunidad de conocer muchos rincones de Argentina y admito que cada territorio es un mundo inexplorado que ofrece una cantidad increíble de experiencias. Miles de historias duermen en la boca de los pueblos que aprontan el grito. Sin embargo, lo que prefiero destacar son las formas en que las cosas son dichas, las palabras que se escogen, los gestos, la forma de mover los ojos sobre las arenas del rostro. Soy un explorador de los modos de contar.



Juan Solá. Foto: Revista Sudestada


— ¿Sigue siendo complicado romper con el centralismo del AMBA en la literatura?
— Sigue siendo complicado romper con la idea de que todo sucede en Buenos Aires, pero ese es un pensamiento instalado desde los medios masivos de comunicación que debe ser revisado con urgencia. En cada rincón de nuestro país, hay personas contando historias que merecen ser leídas.

Debemos ser conscientes de que todo aquello que constituye nuestro acervo cultural no puede jamás ser electrodependiente. Digitalicemos todo, excepto el secreto de cómo librarnos de lo digital.

— Sos alguien muy activo en redes sociales, incluso Épica Urbana está compuesto por textos escritos en Facebook. ¿Qué ventajas y qué riesgos puede tener la relación tan cercana entre literatura y redes?
— Yo creo que la mayor desventaja tiene que ver esta idea de perder lo real en manos de lo virtual. Debemos ser conscientes de que todo aquello que constituye nuestro acervo cultural no puede jamás ser electrodependiente. Digitalicemos todo, excepto el secreto de cómo librarnos de lo digital.

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— La Chaco fue y sigue siendo un boom editorial, algo poco frecuente en la actualidad de vacas flacas. ¿Te sorprendió esa repercusión?
— La Chaco me ha dado mucha felicidad, me parece un texto pilar en mi trabajo. Espero que con el tiempo, la historia se vaya adaptando a nuevos formatos y llegue a otros lugares. Que la historia exceda el nombre de quienes la cuentan y vaya a anidar en los corazones de quienes la precisan. En ese cruce entre la experiencia narrada y el decir en pausa, hay espacio suficiente para cada persona que sigue apostando (aún en tiempos oscuros) a la literatura como vehículo de la voz.


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— En esa misma dirección, tu literatura, así como muchas de tus apariciones públicas, tienen un fuerte componente social, visibilizando muchas veces a diversidades sexuales o a las clases más desfavorecidas. ¿Qué trabajo especial te lleva esa temática? ¿Es algo que pensás a priori o se da de manera natural?
— Pienso que mi propia experiencia de vida acaba colándose siempre en todo lo que hago y encontrándose con otras personas que se reconocen en el relato. La literatura termina de suceder en ese encuentro.

Escritores y escritoras somos todos y todas, autores serán quienes se atrevan a dar un paso más, pero es fundamental entender que la meta a la hora de escribir, nunca debe ser publicar.

— Sos considerado como un autor que motiva a muchas personas a escribir. ¿Cómo llevás eso? ¿Qué consejo le darías a alguien que quiere empezar a escribir?
— La escritura comienza en el deseo de la manifestación. Escritores y escritoras somos todos y todas, autores serán quienes se atrevan a dar un paso más, pero es fundamental entender que la meta a la hora de escribir, nunca debe ser publicar. Escribir también quiere decir aprender a pasar mucho tiempo en soledad, a «bucearte» en busca de las respuestas a las preguntas que vos mismx te hiciste, a lidiar con los reclamos cuando te tildan de persona desaparecida por no responder mensajes durante días, a dejar todo lo que estás haciendo y sentarte a masticar una idea que te parece importante y a entender que escribir también es leer.

— Por último, una pregunta inevitable: ¿cómo estás viviendo estos meses de cuarentena y aislamiento social? ¿Sos de pensar en la nueva normalidad?
— 
En relación a la cuestión de «trabajar desde casa», todo sigue igual. Extraño viajar y llevar mis libros a todos los rincones posibles, pero permanecer en casa ha tenido un costado amable para mí. Afortunadamente, no soy de pensar en nuevas normalidades. Como diría la Susy: «que otros sean lo normal» (NdE: en relación a la escritora y artista Susy Shock)

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