Tallerista e influyente en diferentes generaciones de poetas, Osvaldo Bossi presenta a lo largo de su obra un lirismo en el que el deseo, la ausencia y el amor como un sentimiento enrevesado tienen un rol protagónico. «Que llegue un día, un día, un simple/ muchacho que me quiera. No pido/ más que eso. Ni mares ni estrellas/ ni abismos ni fortunas», puede leerse en los primeros versos de estos cincos poemas inéditos que compartimos en La Primera Piedra. (Fotos: María Ragonese)
Sobre el autor
Osvaldo Bossi nació en Ciudadela, provincia de Buenos Aires, en 1963. Es poeta y narrador. Entre sus libros publicados se encuentran: Tres (Bajo la luna,1997), Fiel a una sombra (Siesta, 2001), El muchacho de los helados y otros poemas (Bajo la luna, 2006), Adoro (Bajo la luna, 2009), Esto no puede seguir así (Letras y Bibliotecas de Córdoba, 2010), Casa de viento, antología personal (Nudista, 2011), (Editorial Conejos, 2012), Como si yo fuera su novia (Editorial Mágicas Naranjas, 2013), A donde vas con este frío (El Ojo del Mármol, 2016), entre otros. En 2019, Caleta Olivia publicó su poesía reunida Única luz del mundo. Organiza, junto con los alumnos y alumnas de su taller literario, el ciclo de lectura “El rayo verde”.
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1. Flash
Que llegue un día, un día, un simple
muchacho que me quiera. No pido
más que eso. Ni mares ni estrellas
ni abismos ni fortunas. Sólo su sonrisa
de rufián esperándome en el café
de la esquina. Sé bien que tanta literatura
no me ayuda. Que vivo en un mar
de engaños. Que estoy más cerca
de la luna que de sus ojos. Pero Señor,
sé bueno conmigo. Que un día al darme
vuelta sobre la cama me tope con su
cuello, o con el dedo gordo de su pie
–el más solitario de todos. No pido
la fantasía de un chico eterno, no… ya no.
Apenas el relámpago de su voz diciéndome
cualquier pavada por teléfono.
2. Allí donde estés
Mis hermanos
esparcieron tus cenizas
entre los canteros
de la plaza San José.
Ahí querías estar, al aire
libre, entre los niños
que suben a los
toboganes, bajo el sol
o la lluvia, de cara
al cielo. Ningún
encierro por favor.
No quiero
que me encierren
en una cajita
para siempre, decías.
Así estás mejor,
junto al pasto, entre
las flores. ¿Pero estás,
estás ahí realmente?
Y si es así ¿por qué
no voy un día
a visitarte
y te converso un poco?
Madre, muchacha mía,
niña sola. No vaya a ser
que estés ahí, y en medio
de los largos días
me estés esperando.
Si es fría la vida
a veces, no quiero
imaginar lo que serán
tus noches allá
en la plaza vacía, sin
la tele, o un plato
de comida sobre la mesa
o la llama del calentador…
¿Quién puede decir
que tiene una respuesta
para todo, incluso
para esto? Pero lo mío
no es arrogancia, es
miedo. ¿Y si no estás?
Ni en la placita San José
ni en ningún
otro lado? ¿Y si salgo
a buscarte
como un niño asustado
entre las flores?
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3. Elogio del yo lírico
Si pudiera habitar
mi yo poético, hora
tras hora, y no
cada tanto. Como esos
días en que voy
a la verdulería
y hablo con Luis
del precio de la papa
y los tomates nos miran,
satisfechos. Salir,
salir de mí, lo antes
posible, dejar
mi historia personal.
Cortar la cuerda
del reloj y alejarme
de estos días inútiles.
Habitar, sin horror
la maravilla de ese
mundo, que existe
porque no existe.
La sombra de tu voz.
La sombra que sin
saber, te nombra
a veces. No importa
el alto precio. Habitar
esa luz, esa noche
que es y que no es.
Salir al fin de mí
o entrar por un camino
Insospechado. Sin
mí – sin yo – sin tú – sin
él… Sin nada que
decir o que ocultar.
4. Iglú
Un chico solitario
y miope, riega el patio
de tierra, y escribe.
Bajo la sombra de
un árbol, saca su cuadernito
de noche, de viento
y escribe. ¿Lo que dicen
los pájaros, si es que algo
dicen? ¿Lo que pasa
en su corazón? Adentro,
en la cocina, bajo el techo
de chapas, la casa hierve.
Pero si escribe, el mundo
de inmediato se enfría.
Como si estuviera en un
iglú. Es tan hermoso.
Si escribe, el árbol, el patio,
los hermanos, las tías, la madre
misma, desaparecen.
¿Para eso escribe, entonces?
¿Para estar solo?
¿O para estar acompañado?
Si pudiera pasarse la vida
así, de palabra en palabra,
de verso en verso… Pero
no puede, nadie puede.
¡La vida es tan odiosa!
Y ahora qué hacemos, se
pregunta. Si escribo, no vivo,
y si vivo… ¿Pero quién vive
de verdad? Nadie, por supuesto.
Así que abre su cuadernito
de noche, de nube, y escribe, escribe…
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